Capítulo Treinta 〜 El rey de la manipulación

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«Nos vemos en el partido»

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«Nos vemos en el partido».

Esas fueron las únicas palabras inscritas en el trozo de papel rasgado que ya me calcinaba la mano.

Esperé cuatro días. Para esto.

Resulta que la vaguedad de la última nota fue deliberada, presumo que se trataba de un mecanismo suspensivo para mantenerme alerta. Porque era la primera vez que pasaba tantos días sin una sola carta nueva a mi nombre... uno asumiría que habría podido enterrar los tan temidos pensamientos cotidianos para degustar del cambio, ¿verdad?

Bueno, era yo. Y cuando se hablaba de mí, sabemos que suele ser un tanto más complicado que eso. Principalmente porque mi mente tenía esa manera tan propia de no dejarme recuperar el aliento.

Y la culpa podía remontarse exclusivamente a la carta del lunes. Tan confusa con su redacción que me dejó en una fosca de dudas, como si me estuviesen susurrando un indicio tan equívoco que bien podría haberse acoplado en una docuserie de pésima calidad de casos sin resolver.

Así que, realmente, en lugar de despejar aquellos pensamientos, simplemente llegó a suscitarlos aún más. Mi pronóstico mental predecía un día nublado con posibilidades de muerte prematura, y este pequeño papel desgajado solo sirvió de evidencia.

Y, por cierto, miren nomás cuán bajo hemos caído. Quiero decir, claro, las cartas siempre fluctuaron entre ser insolentemente hostiles o frustrantemente atiborradas de artimañas; pero, vamos, tan siquiera tenían un estilo de formalidad, ¿no? Ya fuera en un cuadrado o a la mitad, siempre solían lucir un doblado metódico, sin mencionar su cursiva impecable y el encabezado que ya era sinónimo a ellas a estas alturas; «para: Jack».

Pero nada de eso se presentó hoy en mi casillero. La nota en mi palma no era más que una imitación barata de lo que recibía antes. Era una hoja delgada y diminuta visiblemente arrancada de un cuaderno, con no más de cinco palabras directas que no dejaban espacio al sobreanálisis. Ni siquiera me saludó por mi nombre, lo cual, para ser franco, lo encontraba un poco ofensivo, pues...

¿Pero por qué carajo estaba defendiendo a las primeras cartas?

Muy bien, bueno, deshagámonos de mi nostalgia absurda por un momento. En general, esta semana no ha sido tan mala si dejamos a un lado mi pavor avasallador. Una agenda sin cartas me abrió el espacio para resumir las prácticas académicas con Sandra y Sarah. Esta vez, sin el imbécil de Hayden, por fortuna.

Y lo di todo en los ensayos; después de la última escena que tuvieron la desgracia de presenciar, les debía eso y más. Lo hice principalmente por Sandra, pues era consciente de lo mucho que esto simbolizaba para ella... y que me condenen si la dejaba perder el decatlón por mi temperamento voluble.

Incluso me concedí un par de idas al auditorio, si es que solo para visitar a William. Aunque al principio lo hacía meramente en solidaridad, me era bastante entretenido ver cómo su pasión brillaba en el escenario, en especial cuando intentaba ostentar su potencial para estrella de Broadway ante cierto jugador de fútbol americano.

Para: JackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora