Capítulo Veintisiete 〜 Embriagado de amor

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—Así que no me vas a decir qué ha estado pasando contigo, ¿eh? —cuestionó Hailey al estacionar su auto por la banqueta

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—Así que no me vas a decir qué ha estado pasando contigo, ¿eh? —cuestionó Hailey al estacionar su auto por la banqueta.

Estábamos justo enfrente del hogar de Hunter, la cerca blanca de siempre rodeando la casa de dos pisos exageradamente suburbana que se cernía sobre mí como si fuera a cobrar vida y exigirme a gritos que me fuera. 

Lo he hecho antes, quizás vuelva a lastimar a Hunter.

Me giré hacia Hailey, mis ojos más disociados que nada.

—¿Qué dices?

Jack, me estuviste evitando todo el día —aclaró, aún aferrada al volante a pesar de haberse estacionado—. Siempre charlamos en los casilleros sin falta y ahora no tenía con quién hablar.

Se reclinó en el asiento con un soplo fatigado y me ofreció una sonrisa a medias.

—Se me olvida lo aburrida que puede ser la vida cuando no tengo a mi pequeño nerd al lado.

—No te he estado evitando...

—Ajá... —chasqueó la lengua—. ¿Justo como no has estado sentado como si te estuvieran apuntando una pistola a la cabeza?

Dejé caer los hombros y me resbalé del asiento.

—Ok, me quedé sin argumentos ahora.

—¿Cómo que ahora? Nunca tuviste un solo argumento, para empezar —exhaló—. Escucha, no tengo ningún inconveniente en ser tu chófer personal, lo sabes... pero, oye, no vendría mal que tan siquiera hablaras o que al menos mostraras alguna señal de que no has entrado en una puta coma con los ojos abiertos.

Asentí con los ojos todavía desviados. Como dije, mi foto realmente debería cubrir la edición anual de «El peor amigo con vida».

—Entonces... —continuó, estirando su fraseo con suspenso irónico—. ¿Cómo te fue con Hayden?

La mención de mi acosador psicótico me hizo terminar de deslizarme del asiento. Como si se tratase de un reflejo, gemí en frustración; aunque diría que pintaba más a que agonizaba.

—Oh, vamos, no te pudo haber ido tan mal, ¿cierto? —bromeó—. Déjame adivinar, su habitación es la definición física de pretencioso, ¿no?

Mi mano me encubrió los ojos, frotándose por mi cara en lo que suspiraba.

—La cita, ahm.... no era lo que esperaba.

¿Qué? —exclamó—. ¿Acaso fue grosero, Jack? ¿Le apestaba el aliento, era demasiado irritante, demasiado perfecto, qué hizo, qué pasó?

—Es solo que... —titubeé—. Tenía una imagen de él, ¿de acuerdo? El chico perfecto, impecable en todos los sentidos.

Tuve que apartar la mirada con tal de no vacilar bajo su inspección. Me decidí en ojear el agarre de hierro que mantenía sobre el volante... ese que parecía apretarse más conforme hablaba.

Para: JackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora