Allí estaba yo, caminando por el pasillo escolar mientras me dirigía a mi casillero y anticipaba la primera clase.
Y aunque, sí, un millón de pensamientos seguían atormentándome, me había tomado el fin de semana para despejar la mente y aprender a apaciguarme.
O al menos lo intenté.
Así que alcé los hombros, torcí mis labios y enderecé la espalda en un intento de irradiar una confianza que no me pertenecía. Maldita sea, hoy pasaría un día agradable; al carajo lo que el universo tenga que decir al respecto.
En tanto caminaba, el codo familiar de Hailey ya se había apoyado sobre mi hombro derecho. Lucía una blusa blanca de manga larga que contrastaba perfectamente con su tez oscura; mi mejor amiga, tan hermosa como siempre. Qué día tan maravilloso. Puta madre, este sería el mejor de los días, de eso me aseguraría yo.
Me saludó con su sonrisa radiante que nunca fallaba en levantarme el ánimo; casi como si me hubiera leído la mente y decidido seguir el guion al pie de la letra.
—Alguien está de buen humor hoy —sonreí.
—Bueno, solo porque me deleito con la posibilidad de conseguir nuevos reclutas ahora que Hayden hablará de mi club.
—Ah, es cierto —empiné mi cabeza hacia ella—. Yo también estaría eufórico, no te culpo.
—Vaya, no eres miserable. Escúpelo, ¿qué pasa?
—No seas idiota.
—Deja adivino, deja adivino. Me parece que alguien obtuvo una llamada nocturna por parte de un tal... —se dio golpecitos a la barbilla con su dedo en lo que sonreía de lado—. ¿... Hayden Wright?
Maldita sea, qué perspicaz era. Casi acertó. Idea correcta, chico equivocado.
De pronto, ya tenía a otra persona a mi costado; una mano me había palmeado el hombro izquierdo. La voz grave de Hunter resonó enseguida.
—¿De qué hablamos? —este se cruzó de brazos para mirarnos con las cejas arriba.
Ah, hablando de. El chico correcto.
—Hablábamos del hecho de que somos un par de idiotas. Nada más —me volví hacia él, mis hoyuelos sin desvanecerse—. ¿Qué tal, Hunt?
—Es como si les gustara ser raros —bufoneó—. En serio, si el «Sr. Promedio Perfecto» y la experta en robótica se hacen llamar un par de idiotas, no hay esperanza para el resto de nosotros.
—Como si necesitaras esperanza, «mariscal de campo» —bromeó Hailey, lanzándose hacia adelante para ver al deportista a mi izquierda.
—No puedes dejar pasar una sola oportunidad para burlarte de mí, ¿o sí, Hails? —replicó Hunter—. Ni siquiera soy el mariscal de campo, no porque sea el capi...
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Para: Jack
Roman d'amourEl último año de preparatoria ya era bastante difícil para un adolescente gay socialmente torpe; a esto añádele la repentina afluencia de cartas misteriosas en su casillero que lo amenazan con mantenerse alejado de su mejor amigo, y tienes la receta...