Me sentía al borde de vomitar.
No podía ser cierto. Me trataba de decir a mí mismo que estaba devanándome los sesos. Es decir, ¿Sarah, en serio? No, no era concebible que fuera ella. Literalmente le acababa de conocer. No podía pensar en una sola razón por la que ella tuviese un deseo tan fuerte de que me mantuviese alejado de Hunter. Simplemente no tenía sentido.
Era imposible.
Pero, entonces, ¿cómo sabía dónde estaba mi locker?
Quizás conocer los casilleros de personas aleatorias sea cosa común. No es algo con lo que personalmente me identifique, pero en definitiva había una posibilidad de que esto fuera típico entre personas sumamente observadoras, ¿no?
Choqué mi cabeza contra el casillero y apreté los ojos cerrados. Debía concentrarme. Rumiar todas las razones por las que no podía simplemente arrojarle una placa con su nombre y tomarle la foto de prontuario ante flashes juiciosos.
Mi respiración atropellada estaba a nada de desviar miradas por el pasillo. Y si algo avivaba mi ansiedad social, eran las miradas. Tuve que obligarme a calmar los nervios, separar la frente del metal y sacar la nota acongojándome el bolsillo. Al desdoblarla, me percaté de esa clásica letra cursiva de nuevo. Pero a estas alturas, realmente me había quedado sin ganas de apreciarla.
Para: Jack
Estoy seguro de que te divertiste en la casa de Hunter... espero no le hayas confesado tu amor eterno por él.
No. Por tu bien espero que ese no haya sido el caso, Jack.
Déjalo, te aseguro que encontrarás a una persona por allí que en verdad te aprecie y espere con ansias una relación contigo.
Solo tienes que abrir tus ojos y prestar atención. Hay una persona que te mira con completa admiración y ojos enamorados durante tus competencias académicas. Pero ese alguien no es Hunter. Confía en mí.
No pasó mucho tiempo para que mis neuronas le aceleraran a su productividad. Pensamientos se precipitaban sobre mí cada segundo. Uno tras otro. Evaluaba cada palabra rubricada en la nota y cualquier sospechoso que cruzara mi mente, por muy fugaz que lo hiciera.
Pero no importaba cuánto reflexionara, mis pensamientos seguían dando vueltas alrededor de ese mismo nombre. Aquél que permanecía fresco en mí.
Sarah Ayad.
Cuanto más lo analizaba, más claro se tornaba. Tenía que ser ella, ¿cierto?
La nota apuntaba tan rectamente a su dirección, que quizás era todo lo contrario. Quiero decir, ¿quién volvería tan aparente este hecho? Parecía realmente contraproducente correr el velo de manera tan escueta. Mas, sin embargo, seguía reproduciendo nuestra conversación anterior.
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Para: Jack
RomanceEl último año de preparatoria ya era bastante difícil para un adolescente gay socialmente torpe; a esto añádele la repentina afluencia de cartas misteriosas en su casillero que lo amenazan con mantenerse alejado de su mejor amigo, y tienes la receta...