Había pasado casi un día completo. Prácticamente 24 horas y aún sentía sus manos sobre mí.
Todavía podía verlo, incluso. Esa mirada de avidez que me estremeció hasta el fondo; el puto destino peor que la muerte.
Me sentía engañado. Traicionado. Devastado.
Repugnado de mí mismo.
Tuve que verlo venir. No podía dejar de decirme estas palabras. «Debiste verlo venir, Jack».
Porque, por supuesto, nada bueno podía sucederme. Obviamente el mejor alumno de la escuela con cara de actor rompecorazones terminaría siendo un acosador psicótico que me acecha y colecciona fotos mías como hobby.
Quiero decir, joder, estaba tan hipnotizado por sus ojos ensoñadores que terminé ignorando todas las señales. Quería permitirme creer que se trataba de una primicia sin precedentes pero, maldita sea, las advertencias estuvieron justo frente a mí.
Y al pensar en ellas, en esas condenadas cartas, un nombre flamante surgió en la parte superior de mi lista de sospechosos; el calor de toda la evidencia prácticamente derritiendo a los nombres veteranos fuera de esta. Esa era la respuesta. Tenía que ser él.
Hayden Wright.
Tan impecablemente perfecto que me cegó a la evidencia. Debí haber sospechado de cada palabra, cada guiño y de todo ese maldito coqueteo. Porque, en retrospectiva, el tipo fue un completo asqueroso desde el primer puto día.
Siempre diciendo lo correcto, consciente de mis predilecciones, de dónde estaba, con quién hablaba, continuamente obstinado a atraparme en su red. Él lo sabía todo. Y sé que no era ninguna coincidencia que me llamara Jackie como si se tratase de un apodo que acuñó desde la infancia, a pesar de que para entonces ni nos habíamos conocido.
O al menos yo no lo había conocido. Pero tal vez él sí sabía de mí. Quién carajo podría decir a estas alturas, no conocía a Hayden en lo absoluto, ni reconocía en su totalidad lo peligroso que pudiera llegar a ser.
Me encontraba en un baño escolar despejado en tanto que mi cabeza permanecía anclada en aquella tarde, en esa caja y en el tan rutinario sentimiento de derrota. Intenté pausar los recuerdos, borrarlos como si no fueran más que un archivo que podría arrojar a una papelera de reciclaje.
Mierda, cómo desearía que fuese así de sencillo. Simplemente olvidar y vivir en una dichosa ignorancia.
El agua corría al estar junto al lavabo, ya me había salpicado la cara un par de veces. Era como si pensara que el agua tendría algún efecto sagrado en mí, tal vez me purificaría o algo por el estilo. Con un poco de suerte, las pesadas ojeras que proyectaba mi reflejo desaparecerían cuanto más las lavara.
Un chirrido me hizo limpiar las gotas restantes de mi cara con un suspiro. Alguien había entrado. Me limité a observar mi propio rostro insomne mientras una figura alta pasaba junto a mí; no perdió tiempo en deslizarse a mi costado, abriendo el grifo justo al lado del mío para enjuagarse las manos en silencio.
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Para: Jack
RomanceEl último año de preparatoria ya era bastante difícil para un adolescente gay socialmente torpe; a esto añádele la repentina afluencia de cartas misteriosas en su casillero que lo amenazan con mantenerse alejado de su mejor amigo, y tienes la receta...