Capítulo Diecisiete 〜 Dos hombres en pugna

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El puño chocó contra la mandíbula de Nathan

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El puño chocó contra la mandíbula de Nathan. Una, dos, tres veces; no parecía detenerse.

El cuerpo de este yacía estancado en el suelo del vestuario, recibía golpe tras golpe sin lograr defenderse. Uno en la mandíbula, seguido de otro en el pecho y así sucesivamente.

Y cerniéndose sobre él estaba Hunter, quien agarró a su víctima por la playera para lanzarle puñetazos incesantemente. No alcanzaba a distinguirle por completo el rostro a mi amigo... no sabía siquiera si deseaba vérselo.

Sus ojos se habrían oscurecido, seguramente. No serían de ese índigo familiar que le encantaba entrecerrar de deleite. Probablemente llevaba los dientes al descubierto, se habría enrojecido, cada facción agraciada se habría contorsionado de rabia. Y por lo que alcancé a vislumbrar, ese era el caso.

Hunter asemejaba a un militar sacado de quicio. Cerró el puño y lo hizo ver estrellas como un justiciero enfrentándose a su archienemigo. Excepto que en este instante, su villano no estaba a la altura, la escala de poder no era justa. Y por mucho que odiara a Nathan, me era imposible no sentir pena por él. Ni siquiera a mi matón estúpido le desearía esto.

El equipo entero de fútbol americano había formado un círculo a su alrededor. Contemplaron impasibles cómo sus dos jugadores estrella luchaban entre sí como si se tratase de una competencia de muerte súbita; mi amigo llevando la delantera. Ni una palabra salía de los jugadores. Ni una sola.

Hailey se paró a mi lado. Tapaba su boca mientras movía los ojos repetidamente; me ojearía un segundo y, para el otro, ojearía a los futbolistas antes de regresar para mirarme incrédula. No sabía cómo reaccionar. Nadie lo sabía, en realidad.

Y un pensamiento seguía molestándome, el impulso de intervenir y forzarlos aparte. Alejar a Hunter de él como si fuera una clase de símbolo heroico en un anuncio políticamente insensible.

¿Pero a quién engañaba? Esto no era una película; era un debilucho de bajo peso. No había forma de que no acabara hospitalizado si llegaba a interponerme entre ambos atletas.

—Ok, Hunt, ¡es suficiente! —gritó Luke de repente—. Tuviste tu pequeña venganza, ahora déjalo ir antes de que termines matándolo, imbécil.

El arrebato hizo congelar a mi amigo. Su puño quedó atorado en el aire, detenido a medio camino sin que pudiera aterrizar de nuevo en la cara del bravucón.

Y Nathan no dudó en aprovechar la apertura.

En un abrir y cerrar de ojos, este se deshizo de Hunter de un empujón, evocando cualquier resistencia que le restaba para erguirse de pie. Como por inercia, el rubio adoptó una postura de lucha, ambas manos empuñadas antes de atacar al capitán con sus palabras.

—Te ablandaste, Blake. Debe ser la influencia de tu novio maricón contagiándote, ¿eh?

Imagínense decir eso cuando literalmente te acaban de partir la madre...

Para: JackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora