Capítulo Veintidós 〜 Todo el mundo habla de William

13 4 0
                                    

Ni un otra alma merodeaba los pasillos

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Ni un otra alma merodeaba los pasillos. Solo era yo interpretando el papel del detective profesional. O del detective incompetente, más bien.

Porque al carajo con mi tonelada de tareas, mi tren de pensamientos no les concedía ni un segundo; conducía a toda máquina para únicamente fijarse en las condenadas cartas. Les daba vueltas sin fin. Como tarjetas didácticas empantanando mi cabeza, cada posible sospechoso colgaba de un hilo para mi revisión.

Tomé una de esas tarjetas mentales, la foto de William Hoffman estampada en el frente; con la lista creciente de pistas por detrás. Pero todo el caso se derrumbaba en pedazos tan pronto como lo pensaba por más de cinco minutos... no tenía sentido.

Requería un lugar todavía más desolado para aclarar mis ideas. Un espacio donde sabía que ni los propios intendentes asomarían la cabeza. Y entonces, prácticamente levité hacia lo único que se adaptaba al papel.

El auditorio pésimamente financiado.

Tan solo un giro a la perilla y un rechinido ya había tronado por las paredes, así como un jodido estertor de muerte. La puerta parecía rogar por mantenimiento... o al menos por ser librada de su miseria.

Enseguida divisé a un chico tensar la espalda desde el otro extremo; debía estar alucinando.

¿...Quién chingados estaría en el auditorio a esta hora?

La figura misteriosa se apresuró en arreglar su cabello y ajustarse la blusa holgada que apenas le cubría el abdomen y giró en mi dirección. Y tan pronto me vio, su mano abierta saltó de la sorpresa, provocando que un polvo blanco resbalase de ella para luego esparcirse en el suelo.

—¡Jack! Joder, ¿qué carajo haces aquí tan tarde? —William Hoffman gritó, su voz quebradiza mientras repiqueteaba el pie derecho.

Y aunque, como siempre, iba vestido con ropa de primera, había algo en él que no me terminaba de cuadrar. El chico apretaba los dientes; sus ojos furtivos iban y venían en lo que los deslizaba para mí y luego hacia el suelo empolvorado de blanco.

—Hola, William. Lo siento, no sabía que estabas aquí —me disculpé—. ¿Todo bien?

William se pasó la mano por su cabellera oscura y suspiró exasperado. Por más que intentara evitarlo, era imposible ignorar cómo su cuerpo entero sacudía con vigor; tal cual como los temblores rápidos de un chihuahua.

—Todo bien —vaciló—. Solo me atrapaste por sorpresa, normalmente está vacío aquí.

Aparté la mirada de sus pupilas dilatadas para observar la farlopa blanquecina desparramada debajo de él. Aparentemente no fui el único en considerar al auditorio como la guarida secreta perfecta...

—Vamos, no actúes como si fuese la primera persona en inhalar esta mierda en este infierno de escuela —intervino, frotándose la nariz enrojecida con el antebrazo para aspirar fuertemente cualquier pizca de polvo que aún le quedase.

Para: JackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora