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El almuerzo concluyó y todos se dirigieron a sus hogares.

Zoro aun estaba confundido por lo que había pasado, le dolía bastante pensar que para Sanji no valía ni un sentimiento... Ni aunque fuera efímero... Él no había llorado, él tenía otros modos de torturarse, como este, por ejemplo, el de darle vueltas y vueltas a lo que acababa de vivir mientras conducía su moto de regreso a casa.
Sabía que había hecho algo para lastimar al rubio, llevarle sus cosas frente a todos después de días de no verlo, un punto vulnerable que le haría saber a todos que él era más duro, firme, más maduro... Pero el tiro le salió por la culata, Sanji le devolvió el golpe de manera brutal, y ahora no podía dejar de pensar que no debió haber llevado la caja... Era infantil y de mal gusto, no lo había pensado bien... Debía haber sabido que Sanji no se iba a dejar vencer tan fácil, debía haber sabido que lo que hizo fue cruel. Y sí, tal vez ver llorar al rubio le hubiera causado un efecto similar, pero jamás lo sabría.

Por su parte, el rubio subía a su auto y se despedía de Usopp por la ventanilla.

—¿Seguro que estás bien? —Preguntó el narizón, pues, Sanji había estado realmente normal todo el almuerzo, y para ser honestos, verlo así de feliz tras romper con su pareja y tras lo sucedido con sus pertenencias, le parecía más preocupante que si hubiera estado callado o pensativo durante el encuentro.

—Si, no te preocupes — respondió con total calma y una leve sonrisa que no convenció para nada a Usopp pero lo dejaría pasar, tal vez el rubio necesitaba tiempo —. ¿Te llevo a tu casa?

—No, caminaré, gracias, San — respondió el moreno sonriendo más amplio y despidiéndose de mano, alejándose así del auto del rubio.

Cuando Sanji estuvo cierto que se había alejado, suspiró y golpeó el volante con ambas manos, frustrado, lleno de resentimiento y dolor, ¿Cómo Zoro podía ser tan duro para llevarle sus cosas? ¿Cómo podía actuar así de relajado? ¿Qué él era el único que estaba sufriendo?

Abrió la caja qué tenía en el asiento del copiloto y rápidamente sacó el cuadro con la foto de los dos, la miró y frunciendo el ceño lanzó la fotografía a la calle, arrancando el auto y pasando sobre ella, dejándola atrás y con dirección a su apartamento.

Si Zoro quería jugar así estaba bien, si ahora se iban a tratar como desconocidos estaba bien, si nada había pasado entre ellos ¡Estaba perfecto!
Al llegar a su casa vació la caja y empezó a guardar todas las cosas de Zoro en ella, lanzandolas y soltando maldiciones, y, a la vez... Lágrimas...

Estaba por lanzar el último objeto, una camisa de Roronoa a la caja, cuando se detuvo y la abrazó, sentándose en el sofá, dejando salir todo su dolor. Quiso gritar, pero se abstuvo. Sus lágrimas eran silenciosas y saladas, escurrían de sus hermosos ojos de cielo qué ahora parecían estar en medio de una tormenta. Llevó sus manos a su cabello, frustrado, ansioso... Solo.
Volvió a abrazar la camisa de Zoro, soltando un leve jadeo mientras lo hacía. Sus delicados y suaves dedos repasaban la costura de las mangas. La camisa era negra, los puños tenían botones blanco con verde, y los botones del resto de la camisa eran del mismo tono, aún olía a él... Desprendía este peculiar aroma a acero, fresco, pero también, imponente como el del agave, dulce pero amargo, ácido... Justo como el sabor que tenía en la boca, el sabor del dolor y la soledad.

Sanji tras llorar un largo rato se acomodó en el sofá y acariciando la tela de la camisa, y con los ojos ardiendo, cayó dormido.

* * *

Al día siguiente, Sanji no iba a esperar mucho para disparar, pensaba que iba a ser de pésimo agrado llevárselo en una reunión con sus amigos, no quería que todos se enteraran o que todos vieran como él era quien exponía a Zoro ahora. Estaba enojado, porque creía conocer las intenciones de su ex pareja, pero no se dejaría nublar.

Estúpido Romance Donde viven las historias. Descúbrelo ahora