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Era un día soleado, las aves trinaban y aparentemente todo lucía para un hermoso atardecer, las ventas iban bastante bien, la mayoría de mesas del restaurante estaban llenas, aunque eso no era de extrañarse, después de todo, hablamos del Baratie, el mejor de la ciudad y catalogado como uno de los más grandes del mundo.

En cierta mesa había tres jóvenes sentados, el primero con un sombrero de paja muy peculiar, el segundo con rizos y una larga nariz, y la tercera era una dama cuya cabellera era anaranjada. Los atenía un rubio, estaba parado frente a ellos y les llevaba las bebidas que cada uno iba agradeciendo con una mirada llena de brillo.

—Y a la mañana siguiente me fui a casa — concluyó su relato el blondo de las cejas curiosas cuando entregó la última bebida, aparentemente les estaba contando a sus amigos lo sucedido hace unas noches.

—¿Cómo? ¿Así y ya? 

—Sé que suena raro, mi encantadora Nami, pero así fue—  soltó un lánguido suspiro —. En conclusión, somos sólo amigos.

—¡Pero es increíble lo idiotas que ustedes son! — exclamó Usopp —, ¿Cómo te vas sin más y cómo te va a dejar ir así como si nada?

—Bueno, Usopp, el marimo y yo siempre hemos sido así, ¿sabes? Siempre creí que no nos comunicábamos tan bien...

Los tres comensales soltaron la carcajada, como si lo que hubiera dicho Sanji hubiera sido realmente gracioso, y en parte, lo era.
—¿Y has pensado en hablarle un poco de cómo te sientes?

—Es complicado — en ese momento, al restaurante entró una mujer de cabello azul, realmente guapa, tenía un ramo de tulipanes rojos; la mujer se acercaba a la mesa de los cuatro —. Disculpe, señorita, en un momento la atiendo —dijo el rubio al ver la expresión de ira en la cara de la dama. Sin embargo, ella no se frenó y le dio el ramo al rubio que lo tomó un poco más extrañado que antes, su ceja de espiral estaba más enroscada que antes —¿qué?

—¡Estúpido! — gritó iracunda la mujer y cuando no tuvo el ramo en sus manos, le dio una cachetada con su mano izquierda al blondo que se quedó atónito, sus amigos miraban la escena igual de impactados que el rubio.
Tras eso, la mujer dio la media vuelta y se marchó, dejándole el ramo al hombre.

—Ok...admito que eso no me lo esperaba — dijo el rubio llevando su mano a su mejilla, luego, desvió la mirada al ramo, se dio cuenta que había ahí una nota, frunció el ceño, justo después sonrió —. Chicos, tengo que seguir trabajando, disculpen.

—No hay problema, Sanji.

* * *

Ese mismo espléndido día, Zoro estaba frotando su nuca, tenía una playera negra de manga corta que le quedaba pegada denotando su gran musculatura; abajo, un pantalón de mezclilla holgado y botas negras. Estaba en una florería, observaba con atención cada flor como si quisiera elegir la correcta.
No era del tipo que estaba enterado del significado de las flores, y no creía en eso como no creía en muchas otras cosas, pero sabía que para esa persona ese tipo de cursilerías era importante. Por fin se decidió por un hermoso ramo de tulipanes rojos.

De pronto, asustándolo un poco, alguien le tomo de la cintura.
—¡Zoro!

—Hiyori... — dijo tras un suspiro de alivio y apartando las manos de la peliazul de su cuerpo —, ¿qué haces aquí?

—Pasaba y me di cuenta que comprabas flores, ¿alguien especial? — dijo con cierto brillo en sus ojos.

—Bueno — frotó su nuca —, es una forma de decirlo.

La dama sonrió, esperanzada de que fueran para ella las flores, aunque, sinceramente, ella era más de girasoles.
—¡Cierto! — dijo cambiando de tema, no quería arruinar la "sorpresa" — El miércoles te llamé pero no contestaste, ¿pasó algo?

Estúpido Romance Donde viven las historias. Descúbrelo ahora