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Si hacer mucho escándalo esta vez, Sanji subió a la motocicleta de Zoro y se aferró a él, agarrado de su cintura e intentando no llevar sus manos al pecho como hacía unos meses atrás.
Él peliverde se sintió cómodo con esta acción y decidió arrancar el motor, sin embargo, unos segundos después, sintió como la cabeza del blondo se recostaba en su espalda, se pegaba a su cuerpo con suavidad y dejaba reposar su cabeza. Zoro sintió un cosquilleo en el estómago qué prefirió ignorar, al final no importaba que estuviera sintiendo todo esto, era complicado aún... No es como si pudieran borrar el dolor de la noche a la mañana.

Pasaron a una tienda para comprar algunos insumos que según Sanji, Zoro jamás tendría en su casa.
El peliverde se perdió dos veces en los pasillos del minisuper.

—¿Cómo puede haber alguien tan idiota? — le preguntó el blondo cuando lo encontró en el pasillo de las bebidas — ¿es tan difícil seguirme?

—Es que pensé... — a su lado había una persona de camisa rosada, era rubia, un rubio sucio.

—¡No jodas! ¡Traigo un puto suéter, marimo! — le dijo y frotó sus ojos — Dios, había olvidado lo irritante que eres en las compras — se dio la vuelta esperando que Zoro lo siguiera, y así fue.

—Hey,  ¿quién va a cargar todas tus mierdas si no te acompaño? —preguntó el peliverde buscando no perderse esta vez.

—Como si yo no pudiera — respondió el rubio, giró el rostro y se dio cuenta que Zoro estaba por dar una vuelta mal – ¡estúpido! — le dijo en voz alta llamando un poco la atención de otro cliente, pero no le importó —, ¡tienes algas en el jodido cerebro!

—Tss... Es que el camino...

—No te atrevas a terminar esa jodida oración — sentenció el rubio y mirándolo de frente soltó un suspiro. Le entregó las cosas que venía cargando, Zoro lo tomo sin ninguna queja. Ya que estaba con las manos ocupadas, el rubio lo tomó de la manga de su chamarra y comenzó a arrastrarlo hasta las cajas de cobro.

El peliverde notó como el rubio iba irritado, siempre se enojaba cuando iban a comprar, era una costumbre que tenía... En realidad no sabía bien el porqué, o sea, no se perdía tanto (?)

Una vez en el hogar del peliverde, Sanji se fue directo a la cocina a preparar las cosas, haciéndose el tonto y fingiendo no notar la cantidad de alcohol que tenía el peliverde.
Zoro ocultó por donde puso las botellas y preparó la sala para ver la película. Cuando acabó se fue a la cocina y se recargó en la isla, mirando al rubio cocinar.
Sintió algo inefable en el pecho, y una mueca parecida a una sonrisa se formó en su cara.
El rubio cocinaba sin ningún problema unos pequeños bocadillos, conocía perfectamente la cocina de Zoro por el tiempo que pasaron juntos; estaba cómodo, incluso con la mirada insistente del moreno atrás, era una costumbre... Él cocinando y Zoro mirando, sintió un cosquilleo recorrer sus brazos hasta llegar a sus mejillas que le empezaron a arder, y sin poder contenerse más, una sonrisa se dibujo en su rostro.

Los dos se sentaron en el sofá de la sala a una distancia pertinente y empezaron a ver la película. De vez en cuando alguno comentaba algo a lo que el otro se reía o le daba la razón, pocas veces estuvieron en desacuerdo.
La verdad es que ellos dos eran tan parecidos, que siempre estaban peleando por ello.

Finalmente la película terminó, para ese momento ya estaba oscuro y había un poco de lluvia. El rubio se levantó sacudiendo sus prendas, Zoro le siguió con la mirada.

—¿Ya te vas? — preguntó con un tono agudo, a lo que se reprendió por lo extraño de su timbre.

—Es tarde, y mañana debo trabajar — le dijo frotando su nuca, por más que su corazón le dijera que se quedara, sabía que no podía, por el trabajo... ¡Y no debía, por supuesto que no! Ellos eran amigos, no debía quedarse y darle paso a algo más... Aunque lo deseaba con fuerza —. Pediré un taxi — notificó para que Zoro no tuviera que llevarlo.

Estúpido Romance Donde viven las historias. Descúbrelo ahora