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Como habían cambiado las cosas.

Zoro estaba como siempre en su cuarto de ejercicios, haciendo levantamientos de pesas, y mientras los hacía pensaba profundamente lo que había sucedido los últimos meses, resumiéndolo en un corto listado de los seis momentos más importantes:
Había terminado con el amor de su vida y creía no tener solución; se había comportado terriblemente exponiendo a su antiguo romance frente a sus amigos; había recibido un golpe bajo al escuchar que ya había sido superado; lloró; sintió que el mundo se le caía cuando le dijeron que su Sanji estaba en problemas; lo había abrazado; y, finalmente, había salido con él a un picnic de reconciliación.

Dejó caer la mancuerna y se retiró el sudor de la frente. Si se ponía a pensarlo fríamente, no habría ido a ese estúpido picnic si Usopp no hubiera creado ese plan tan magnífico. Ya le había reclamado, le había dicho que no se metiera en sus asuntos, pero la verdad, es que le estaba muy agradecido.

No habían solucionado todo como era lo ideal, pero si habían vuelto a pasar tiempo agradable juntos. El dolor se había ido... O casi del todo, aún sentía un sabor extraño en la boca, una especie de... Vacío.

Cerró sus ojos intentando olvidar esos sentimientos extraños que estaba teniendo, pero, en su lugar, empezó a recordar el tacto del rubio, su mano suave y cálida contra la suya... El sabor de su comida, lo delicioso de cada bocado y el deleite del rubio al verlo fascinado con su cocina... Sus labios que humedecía constantemente por el cigarro, y por supuesto, ese aroma carismático... Su risa, en realidad nadie tenía idea de lo mucho que extrañaba verlo reír.

Se permitió sonreír mientras abría los ojos, fue entonces que se dio cuenta que en su pequeño divague mientras levantaba pesas, le había robado una hora de su vida, notando que ya estaba oscuro afuera.
Se levantó y acomodó todo el lugar, luego de ello decidió secar su sudor y bajar a tomar un vaso de agua. Se lo sirvió sin ningún problema, hasta que, de pronto, el teléfono fijo comenzó a sonar. Zoro puso los ojos en blanco, seguramente era Hiyori, pues, su padre, sin haberle preguntado, le había pasado el número, y ahora todos los días sin excepción le marcaba dos veces, una vez después de que salía de trabajar, aproximadamente a las cinco de la tarde, y la otra en la noche, como en ese momento, a las diez con quince minutos.
Zoro levantó el teléfono, esperando escuchar la voz de la peliazul contándole todo su día mientras él dormitaba.

* * *

Ese mismo día, unas horas antes, cierto rubio de cara bonita se encontraba corriendo en la calle, portaba una playera blanca y una sudadera negra, abajo pantalones deportivos negros y tenis blancos. Estaba corriendo con velocidad constante, no se detenía mucho a ver las tiendas, pues conocía el lugar, había vivido en el mismo vecindario desde que había entrado a la secundaria.

Sanji corría, tenía mucho tiempo que no se ejercitaba y creía que era un buen hábito que en algún momento perdió y era sano retomarlo.
Correr siempre le había gustado, le relajaba, había silencio, no tenía que soportar el contacto brusco de otras personas mientras lo hacía, y mucho menos ponía en riesgo sus manos.
También le gustaba nadar, era bueno en ello, pero justo ahora no quería dar un gran viaje sólo para ir a nadar una hora y luego volver a su casa para alistarse para ir al trabajo.

El rubio sonrió al ver en su reloj inteligente que había bajado las calorías de su objetivo. Así que se detuvo y tomó un respiro, inhaló aire profundo y exhaló, después, empezó a caminar a casa a un paso más ligero qué el anterior, tenía la intención de regular su ritmo cardíaco, además no quería matarse de cansancio.
Fue entonces que se frenó en seco al pasar por una tienda... En realidad nada peculiar, pero con un significado profundo para Sanji. Los exteriores eran negros, los ventanales tenían un toque rojizo y exhibían el producto, por supuesto, era una tienda de comics.
Sanji dudó un par de segundo y finalmente entró.

Estúpido Romance Donde viven las historias. Descúbrelo ahora