12

118 18 18
                                    

Soltó un largo suspiro. Exhalación qué demostraba su agotamiento y las ganas que tenía de dejar todo atrás, como si nada ahora le importase y no tuviera problemas con dejar a esa bella mujer. Suspiro, que gritaba lo exhausto qué estaba de todo, de ese parloteo, de ese aroma, de toda la situación.

Zoro no se había negado a ir con Hiyori, pues, por mucho que quisiera haberla dejado, la conocía de toda la vida, y la dama le había insistido desde hacía mucho que salieran, le parecía grosero. Naturalmente, le importaría poco, pero se sentía extraño esas últimas semanas, como si algo le faltara, y no la mandó al carajo, eso, y que su padre le daría un sermón por tratar mal a la Kozuki.
Siendo honestos, Hiyori no le desagradaba, la conocía desde hacía mucho tiempo, pero, aún así, a veces se la hacia intolerable, justo como ahora: ¡no se callaba! Y él sólo quería dormir...
Zoro nunca fue conocido por su increíble paciencia o por ser un gran oyente, en realidad sólo era callado y reservado, pero eso no significaba que tolerara tanto maldito ruido. Sí, había personas a las que les soportaba todo el escándalo, su hermana Perona, su mejor amigo Luffy, su novio San-... Zoro negó con la cabeza, no, él ya no era su novio, su exnovio. Eso era, debía acostumbrarse a llamarlo así...

Iba tan perdido en sus pensamientos, sin escuchar o tener idea de lo que Hiyori le iba contando, que se puso pálido cuando Hiyori se detuvo frente a un restaurante. Estaban en la acera contraria.
Zoro pasó saliva y frunció el ceño.

—No, aquí no — dijole mirando las letras del cartel de la entrada, repasando con su mirada el color azul y la tipografía.

–¿Qué? ¡Pero si es el mejor restaurante de la ciudad, Zoro! — exclamó Hiyori sin comprender el actuar del menor —, ¿qué nunca has venido al Baratie?

—Créeme que he venido, pero he dicho que no — exclamó Zoro completamente decidido y la miró fijo.

—¡Zoro, vamos a comer aquí! — dijo de igual modo la mujer, que, aunque normalmente era dulce y condescendiente, tenía muchas ganas de probar los platillos de aquél lugar.

—¡No, Hiyori!

—¿Por qué no? — respondió en el mismo tono y frunciendo levemente el entrecejo.

—¡Porque él trabaja en este puto lugar! —Hiyori se quedó helada cuando Zoro le confesó aquello. El peliverde suspiró y miró el suelo —, es aquí donde yo... Él y yo nos... Conocimos....

Era una hermosa tarde de verano. Muchos veranos atrás, por supuesto...
En ese momento, Roronoa Zoro cursaba segundo año de secundaria, para ese momento, estudiaba en la academia de East blue, donde conoció aun amable pelinegro de pecas, que, a su vez, le presentó al que se volvería su mejor amigo en el mundo.

—¡Zoro, este lugar es increíble! — exclamó el niño con efusividad, quien cursaba sexto de primaria.

—Tu siempre dices eso de todos lados — respondió con un suspiro, Zoro era más pequeño, vestía una camiseta blanca y pantalones negros igual que zapatos mal boleados, su uniforme escolar. Tenía un curita en la mejilla y varios raspones en los brazos, su cabello estaba todo revuelto.

—¡Te juro que este es mejor! — respondió el menor, quien, tenía una gran sonrisa, la misma de siempre, su sombrero de paja, y el mismo uniforme, sólo que él tenía una gasa bajo su ojo izquierdo.

Zoro entró tras su amigo que ni esperó respuesta, abriendo la puerta de nuevo porque se había cerrado.
El lugar era básicamente nuevo, recién habían abierto las puertas, y aún así, se decía que era un restaurante como ninguno, además del ambiente... Único, por llamarlo de algún modo.

Estúpido Romance Donde viven las historias. Descúbrelo ahora