Capítulo 16

14 4 6
                                    

Luciana

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Luciana

Los días pasaron con una mezcla de rutina y emociones encontradas. Había conseguido un empleo de medio tiempo dando clases de surf a niños pequeños que querían comenzar. Solo trabajaba de tres a cuatro horas, tres días a la semana. Tomé el empleo para mantener mi mente distraída y para estar cerca del mar, mi refugio. Sin embargo, la realidad de que Lucas había tenido el atrevimiento de venir a buscarme seguía abrumándome. Lo quería lejos de mí; su presencia cercana no me causaba tranquilidad.

Después de terminar mi última clase del día, me quedé en la playa, aprovechando la luz dorada del atardecer para tomar fotos. Capturaba a los surfistas que aún estaban en el agua, las olas rompiendo y todo a mi alrededor. Mi cámara y yo éramos una sola, y en esos momentos me perdía en la belleza del paisaje, olvidando por un rato mis preocupaciones.

De repente, sentí una presencia a mis espaldas. Me giré y vi a Emiliano, con su sonrisa cálida y esos ojos que parecían ver más allá de lo superficial.

—¡Hola, Luciana! —dijo con entusiasmo, acercándose.

—¡Hola, Emiliano! —respondí, sintiendo una chispa de emoción al verlo—. ¿Qué te trae por aquí?

—Quería invitarte a salir. Tengo una sorpresa para ti —dijo, mirándome con esa mezcla de seguridad y dulzura que tanto me atraía.

Acepté su invitación, pero le pedí que me diera un momento para cambiarme. Subí a mi cuarto y me encontré con mi abuela, Tata. Le conté cómo me había ido el día y que Emiliano me había invitado a salir. Eran aproximadamente las seis de la tarde.

—Voy a estar lista antes de las siete y media —le dije. Aquí el sol se ponía tarde, oscurecía tarde, así que teníamos tiempo.

Me puse un conjunto de hilo color rosa, haciéndome un moño alto que mantenía mi cabello fuera de mi rostro. Un poco de labial brilloso y sentí que mis ojos brillaban más que nunca, como si estuvieran en sintonía con la ocasión. Cuando escuché el sonido del jeep de Emiliano, me despedí de Tata y bajé.

Él se veía guapísimo, con una playera blanca que resaltaba sus ojos azules. Su pelo revuelto me volvía loca, y la chispa entre nosotros se hizo aún más palpable.

Manejamos durante unos treinta minutos, al ritmo de "Island in the Sun" de Weezer, disfrutando de la música y la compañía. Hasta que llegamos a una playa aislada. Aparcamos y Emiliano tomó mi mano, guiándome por un camino que se adentraba en la arena. Su toque era cálido y reconfortante.

Al final del camino, me encontré con una escena de ensueño: un picnic romántico. Una manta estaba extendida sobre la arena, rodeada de velas y cojines. Había una cesta con comida y una botella de vino. La luz del atardecer creaba un ambiente mágico.

—¿Te gusta? —preguntó Emiliano, mirándome con esperanza.

—Es perfecto —respondí, sintiéndome abrumada por el gesto.

Hasta el último atardecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora