Capitulo 35

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Luciana

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Luciana

Los días aquí se deslizaban con una suavidad que solo el amor y la felicidad podían otorgar. Emiliano y yo éramos inseparables, viviendo cada momento como si fuera una extensión del reencuentro mágico en la playa. Nuestras abuelas, Dulce y Tata, nos observaban con sonrisas cómplices, sus corazones rebosando de alegría al vernos tan enamorados y felices.

Cada tarde, sin falta, Emiliano y yo nos dirigíamos a la playa para ver el atardecer. Parecía que la naturaleza misma celebraba nuestro amor: los colores del cielo eran más vibrantes, las olas danzaban con una perfección hipnótica y el aire estaba impregnado con una brisa cálida y acogedora.

Recuerdas la primera vez que nos encontramos aquí? —pregunto, sonriendo mientras el recuerdo de aquel día llena mi corazón.

—Cómo olvidarlo. Aquella tarde en la que las olas parecían susurrar secretos de amor, como si supieran que tú y yo estábamos destinados a encontrarnos —responde Emiliano, sus ojos brillando con ternura al mirarme.

Nos detenemos frente al agua, el sonido suave de las olas acompañándonos como una melodía sagrada. Me acerco a Emiliano y le tomo las manos, sintiendo el pulso de su corazón latiendo en sintonía con el mío.

—Emiliano, contigo he aprendido que el amor puede ser un faro en la oscuridad, guiándonos hacia la felicidad y la plenitud. Eres mi luz en este viaje llamado vida —le digo, mis ojos reflejando la profundidad de mis sentimientos.

Él sonríe con ternura y me acerca hacia él, sus brazos envolviéndome con seguridad y amor.

—Luciana, desde el primer día supe que eras mi destino. Cada momento a tu lado ha sido una bendición, una historia de amor que quiero seguir escribiendo contigo, capítulo tras capítulo, hasta el último atardecer de nuestras vidas —declara Emiliano, sus palabras resonando como promesas en el viento.

Una brisa suave acaricia nuestros rostros, como si el universo estuviera celebrando nuestro amor con susurros de aprobación. Nos miramos el uno al otro, nuestros corazones llenos de gratitud por haber encontrado el amor verdadero en un lugar donde el tiempo parece detenerse.

—Y yo quiero bailar contigo bajo las estrellas, explorar el mundo contigo y descubrir nuevos horizontes. Quiero que cada atardecer sea nuestro, como una promesa de que nuestro amor será eterno —respondo, mis palabras llevadas por la emoción que brilla en mis ojos.

En silencio, nos quedamos juntos, compartiendo el momento mágico en el que el amor y la paz se abrazan en perfecta armonía. El sol se sumerge por completo bajo el mar, y el cielo se transforma en un lienzo de estrellas que brillan como testigos silenciosos de nuestro amor.

—Hasta el último atardecer, Luciana —susurra Emiliano, antes de besarme suavemente, sellando nuestro amor con la promesa de un futuro lleno de esperanza y felicidad.

Mientras nos separamos del beso, veo que los ojos de Emiliano están llenos de lágrimas de alegría. Yo también siento que mis ojos se humedecen, abrumada por la intensidad de nuestros sentimientos.

—Sabes, Luciana —dice Emiliano, tomando mi mano y guiándome para sentarnos en la arena—, cuando era niño, mi abuela Dulce solía contarme historias sobre el amor verdadero. Siempre pensé que eran solo cuentos de hadas, pero ahora, contigo, entiendo que el amor más puro y profundo realmente existe.

Sonrío, recordando las palabras sabias de mi propia abuela. —Siempre decía que cuando encontrara el amor verdadero, lo sabría porque el mundo parecería más brillante, los colores más vivos. Y tenía razón, Emiliano. Desde que te conocí, todo en mi vida ha cobrado un nuevo significado.

Emiliano asiente, sus ojos brillando con comprensión. —Es como si el universo conspirara para hacernos felices. Mira este atardecer, por ejemplo. ¿Alguna vez has visto algo tan hermoso?

Observo el horizonte, donde los últimos rayos del sol pintan el cielo con una paleta de colores que parece sacada de un sueño. —Es increíble —susurro—. Pero sabes, creo que es aún más hermoso porque lo estamos compartiendo.

—Tienes razón —dice Emiliano, rodeándome con su brazo—. Cada momento contigo es un regalo, Luciana. Quiero pasar el resto de mi vida creando recuerdos como este contigo.

Me acurruco más cerca de él, sintiendo el calor de su cuerpo y la fuerza de su amor. —Yo también, Emiliano. Quiero despertar cada mañana a tu lado, enfrentar juntos los desafíos que la vida nos presente, y terminar cada día viendo el atardecer, recordando lo afortunados que somos de tenernos el uno al otro.

Te amo, Emiliano —susurro contra su pecho—. Te amo más de lo que las palabras pueden expresar.

Siento sus labios presionando un beso suave en mi cabello. —Y yo te amo a ti, Luciana. Con cada fibra de mi ser, con cada latido de mi corazón.

—Luciana —dice, su voz llena de emoción—, quiero pasar cada día del resto de mi vida contigo. Quiero ver mil atardeceres más a tu lado, quiero envejecer contigo, quiero que construyamos una vida juntos. ¿Serias mi novia y luego mi esposa?

Mi corazón se detiene por un segundo ante de comenzar a latir con fuerza. Lágrimas de felicidad brotan de mis ojos mientras asiento, incapaz de formar palabras por un momento.

—Sí —logro decir finalmente—. Sí, Emiliano. Quiro ser tu novia, tu esposa y todo. Quiero pasar cada día de mi vida junto a ti amándote.

Emiliano sonríe, una sonrisa tan brillante que rivaliza con las estrellas sobre nosotros. Me levanta en sus brazos, girando conmigo en la arena mientras ambos reímos, nuestras risas mezclándose con el sonido de las olas.

Cuando me baja, nos besamos nuevamente, un beso lleno de promesas, de sueños compartidos, de un futuro juntos.

Hasta el último atardecer —susurro contra sus labios.

Mientras caminamos de regreso a casa, nuestras manos entrelazadas y nuestros corazones rebosantes de amor, sé que este es solo el comienzo de nuestra historia. Una historia que continuaremos escribiendo juntos, día tras día, atardecer tras atardecer, hasta el final de nuestros días. Porque nuestro amor, como los atardeceres de Tamarindo, es eterno, hermoso y siempre cambiante. Y no puedo esperar para vivir cada momento de ello con Emiliano a mi lado hasta el último atardecer.

Fin

Hasta el último atardecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora