Capitulo 9

13 7 20
                                    

Luciana

El día había pasado rápido, y ahora me encontraba frente al espejo, ajustando la flor en mi cabello ondulado. Mi vestido crema, suelto y sencillo, caía hasta mis tobillos, y mi maquillaje era ligero, resaltando lo natural. Mientras me preparaba, mis pensamientos se centraban en la cena con Emiliano esta noche y en todo lo que había ocurrido desde que llegué a Tamarindo.

Mi teléfono vibró sobre la cama, interrumpiendo mis pensamientos. Miré la pantalla y vi varios mensajes de mi familia. El primero era de mi padre, su tono claramente molesto:

Papá: "Luciana, no puedes seguir ignorándonos. Es irresponsable. Vuelve a casa."

Un nudo se formó en mi garganta mientras leía. Sabía que estaban preocupados, pero aún no estaba lista para enfrentar todo lo que había dejado atrás. Otro mensaje llegó casi al mismo tiempo, esta vez de mi hermana:

Maia: "Por favor, llámame. Te extraño. Necesito saber que estás bien."

Sus palabras eran más suaves, llenas de cariño y preocupación. Quería responderle, quería decirle que estaba bien, pero las palabras no salían. Entonces, apareció otro mensaje que me dejó paralizada por un momento:

Lucas: "Lo siento, Lu. He cambiado. Dame otra oportunidad. Te prometo que seré el mejor para ti."

Cerré los ojos y respiré hondo, intentando calmar las emociones que estos mensajes habían desatado. Lucas había sido una parte importante de mi vida, pero también la razón por la que había huido a Costa Rica. Sus promesas sonaban vacías ahora, y no podía permitir que me arrastrara de nuevo a esa vida. Finalmente, dejé el teléfono a un lado y me miré en el espejo una vez más. Esta noche no quería pensar en mi pasado ni en los problemas que había dejado atrás. Esta noche era para Emiliano, para la conexión que estaba formando con él y este lugar. Cuando llegué a la casa de Emiliano, me recibió un aroma delicioso que venía de la cocina. La casa tenía una calidez que me hizo sentir bienvenida de inmediato. Emiliano estaba en la cocina, moviéndose con confianza mientras preparaba la cena. Llevaba una camisa blanca de lino y unos pantalones cortos beige, un atuendo playero casual pero muy bonito. Abrió los ojos con emoción al verme llegar, y sus ojos azules, tan profundos como el mar que veía todos los días, me miraron con una mezcla de sorpresa y alegría.

Nos sentamos en la terraza, con la brisa marina acariciándonos suavemente. El ambiente era perfecto: la mesa estaba decorada con sencillez, y la luz de las velas añadía un toque de intimidad. La cena que Emiliano había preparado olía increíble, y me di cuenta de que no solo era bueno mostrando lugares hermosos, sino que también tenía talento en la cocina.

— Siempre me ha gustado cocinar, confesó Emiliano mientras servía la comida. Es algo que aprendí de mi madre antes de que nos dejara. Cocinar para los demás me hace sentir conectado con ella.

La vulnerabilidad en su voz me tocó profundamente. Durante la cena, hablamos de muchas cosas: sus sueños, mis aspiraciones, la belleza de Tamarindo. Pero mientras la noche avanzaba, sentí que era el momento de ser honesta con él.

—Emiliano, comencé, jugando nerviosamente con mi tenedor. Quisiera ser honesta contigo.

Él me miró con atención, sus ojos llenos de comprensión. Respiré hondo y hablé.

— Luca, mi exnovio... Mi padre siempre quiso que estuviera con él por su dinero y su posición social. Sabía que Luca era un mujeriego y no lo amaba, pero desde los dieciocho me vi obligada a estar con él. Trabaje y guarde todo el dinero que pude y vine aquí en busca de paz y autodescubrimiento, queriendo por primera vez buscar mi propia felicidad y hacer lo que me gusta, la fotografía.

Emiliano abrió los ojos con una mezcla de sorpresa y comprensión, asimilando mis palabras.

— Recibo mensajes todos los días, continué. Mi padre está furioso y Luca insiste en que cambiará, que mejorará para ser el hombre que necesito. Pero yo sé que no puedo volver, no puedo seguir viviendo esa vida."

Miré a Emiliano, esperando su reacción. La calidez en sus ojos y su silencio me dieron el valor para seguir adelante.

El solo me escuchó en silencio, asintiendo de vez en cuando. Cuando terminé, tomó mi mano y la apretó suavemente.

— Luciana, no tienes que enfrentarlo todo sola, dijo con una voz cálida y reconfortante. Tienes derecho a encontrar tu propia paz y felicidad. Y no solo yo estoy aquí para apoyarte en lo que necesites, también tú abuela.

Sus palabras me hicieron sentir más ligera, como si una carga se hubiera levantado de mis hombros. Por primera vez en mucho tiempo, sentí que no estaba sola en esto.

La noche continuó con una conversación más ligera, y cuando finalmente nos despedimos, supe que había dado un paso importante hacia mi nueva vida en Tamarindo. Había compartido mi historia con Emiliano, y él no solo la había aceptado, sino que me había ofrecido su apoyo incondicional.

Hasta el último atardecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora