Capitulo 20

10 3 10
                                    

Luciana

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Luciana

Estaba en mi habitación, mirando la pantalla de mi computadora, repasando una y otra vez la confirmación de la beca. No podía evitar sentir una mezcla de emoción y nerviosismo. Me esperaba una nueva aventura en España, pero dejar todo aquí, especialmente a Emiliano, me resultaba cada vez más difícil.

Esa mañana, el sol brillaba con intensidad a través de las ventanas. Me vestí con un atuendo cómodo y bajé a desayunar con mi abuela Tata, quien ya estaba en la cocina preparando el desayuno.

—Buenos días, abuela —dije, dándole un beso en la mejilla.

—Buenos días, mi niña. ¿Cómo te sientes hoy? —preguntó Tata, con esa mirada sabia y cariñosa que siempre me reconfortaba.

—Un poco nerviosa, la verdad. Aún no puedo creer que me vaya a España en unas semanas —respondí, mientras me servía un poco de café.

—Es normal sentir nervios, Luciana. Pero recuerda, esto es algo que siempre has soñado. Y estoy segura de que harás cosas maravillosas allá —dijo Tata, sonriendo.

—Gracias, abuela. Significa mucho para mí tener tu apoyo —respondí, sintiendo una ola de gratitud.

Después del desayuno, decidí ir a la playa a tomar algunas fotos y despejar mi mente. La brisa marina y el sonido de las olas siempre lograban calmarme. Caminé por la orilla, capturando momentos con mi cámara y reflexionando sobre todo lo que estaba por venir.

Mientras caminaba, mi teléfono vibró con un mensaje de Emiliano.

Emiliano: "Hola, Luciana. Mi abuela Dulce quiere invitarte a cenar esta noche en nuestra casa. Dice que será una noche especial. ¿Te gustaría venir?"

Una sonrisa se dibujó en mi rostro al leer su mensaje. Le respondí rápidamente.

Luciana: "¡Claro! Me encantaría. ¿A qué hora?"

Emiliano: "A las siete. Las pasaré a buscar."
                   
                                 🌊🌊🌊

Pasé el resto del día en la playa, sumergiéndome en mi fotografía y tratando de mantener mi mente ocupada. Cuando regresé a casa, me preparé para la cena con Emiliano y su abuela. Quería que fuera una noche especial, así que elegí un vestido bonito y me arreglé con cuidado. Tata también decidió acompañarme, emocionada por la invitación.

A las siete en punto, escuché el sonido familiar del Jeep de Emiliano estacionando frente a mi casa. Bajamos y nos encontramos con él.

—Hola, Luciana. Hola Tata. Te ves increíble... bueno se ven increíbles —dijo Emiliano, sonriendo ampliamente.

—Gracias, Emiliano. Tú también te ves muy bien —respondió mi abuela con una sonrisa encantadora.

Subimos al Jeep y comenzamos a conducir hacia la casa de Dulce. Estaba muy cerca. Durante el trayecto, hablamos de cosas triviales, tratando de mantener la conversación ligera. Pero sabía que había un tema importante que aún no habíamos discutido. Cuando llegamos, Dulce nos recibió con gran entusiasmo. La casa olía a una mezcla deliciosa de especias y platos caseros. Emiliano y Dulce habían preparado un menú típico costarricense: casado con carne, arroz, frijoles, plátano maduro y ensalada. El aroma era simplemente irresistible.

—¡Bienvenidas! Qué alegría tenerlas aquí —exclamó Dulce, abrazándonos a Tata y a mí.

—Gracias por invitarnos, Dulce. Es un placer estar aquí —respondió mi abuela, sonriendo.

Nos sentamos a la mesa y comenzamos a disfrutar de la comida. Durante la cena, las abuelas conversaron animadamente sobre sus propias experiencias y recuerdos, compartiendo risas y sabiduría. Emiliano y yo nos mirábamos de vez en cuando, sonriendo al ver la conexión que se estaba formando entre nuestras familias. Después de la cena, Tata sacó un postre típico que había preparado: tres leches. Era un pastel suave y delicioso, y todos lo disfrutamos mucho. Mientras comíamos, sentí una calidez en el corazón que hacía mucho no experimentaba. Estar rodeada de Emiliano, Dulce y Tata me hacía sentir como en una verdadera familia, algo que no había sentido en mucho tiempo, ya que mi familia en Florida nunca había sido tan unida.

Terminamos la cena y nos trasladamos a la sala, donde las abuelas continuaron su conversación animada. Emiliano y yo nos quedamos un poco apartados, hablando y riendo en voz baja.

—Luciana, me alegra mucho que hayas venido esta noche. No sabía cuánto necesitaba una noche así —dijo Emiliano, mirándome con ternura.

—Yo también, Emiliano. Hace mucho tiempo que no me sentía tan en familia —respondí, sintiendo una lágrima de emoción en mis ojos.

—Quiero que sepas que siempre estaré aquí para ti, no importa dónde estés. Esta noche solo reafirma lo importante que eres para mí —dijo Emiliano, tomando mi mano con suavidad.

Nos quedamos así, disfrutando del momento y de la compañía. Sentía que todo estaba en su lugar, que, a pesar de las incertidumbres del futuro, tenía a Emiliano y a nuestras abuelas para apoyarme.

Antes de irnos, nos despedimos de Dulce, le agradecimos nuevamente por el gesto tan bonito de invitarnos a cenar, Emiliano nos acompañó a la puerta de nuestra casa. Antes de entrar me dio un abrazo fuerte y reconfortante.

—Gracias por una noche maravillosa, Emiliano. Te quiero —dije, sintiendo una mezcla de emociones, depositándole un beso suave en sus labios.

—Yo también te quiero, Luciana. Y siempre estaré a tu lado, pase lo que pase —respondió Emiliano, correspondiéndome el beso.

Al regresar a casa, me sentí más segura y confiada que nunca. Sabía que tenía el apoyo de Emiliano, de Tata y de todos los que me querían. Y eso me dio la fuerza para enfrentar lo que estaba por venir.

Me recosté en mi cama, mirando al techo y recordando la noche. Tomé mi teléfono y le envié un mensaje a Emiliano.

Luciana: "Gracias por una noche increíble. Te quiero."

Cerré los ojos, dejándome llevar por el sueño con una sonrisa en el rostro, sabiendo que, pase lo que pase, siempre tendría a los que me querían a mi lado.

Hasta el último atardecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora