Capitulo 19

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Emiliano

Decidir ir con Leo y Brianna a cenar en un restaurante cerca de casa. Era un lugar muy bonito, al aire libre, con una vista increíble al mar y su música lo complementaba. Mis amigos eran muy especiales; los conozco desde que somos unos críos y hemos compartido muchos momentos juntos. La conversación fluía con facilidad, llenando el aire con risas y recuerdos.

—¿Recuerdan cuando intentamos acampar en la montaña y nos perdimos? —preguntó Brianna, riéndose mientras tomaba un sorbo de su bebida.

—¡Cómo olvidarlo! —respondió Leo—. Creo que nunca he visto a Emiliano tan asustado como esa noche.

—Oye, no estaba asustado, solo estaba preocupado por ustedes —dije, tratando de mantener una cara seria, aunque no pude evitar reírme.

—Sí, claro. ¿Y qué hay de la vez que decidiste que podíamos construir nuestra propia balsa para cruzar el río? —Brianna agregó con una sonrisa traviesa.

—Ese fue un proyecto legítimo, solo que... bueno, los materiales no eran los mejores —respondí, levantando las manos en señal de rendición.

—¿Legítimo? ¡Esa cosa se desarmó en menos de cinco minutos! —exclamó Leo, provocando una carcajada general.

—Y no olvidemos la vez que Brianna trató de enseñarnos a bailar salsa —dije, lanzando una mirada cómplice a Brianna.

—Oye, al menos lo intentaron. Aunque Leo parecía estar pisando uvas en lugar de seguir el ritmo —respondió Brianna, riendo.

La conversación continuó, recordando más anécdotas graciosas y momentos inolvidables. Nos reíamos tanto que casi olvidé el tiempo, hasta que mi teléfono vibró en mi bolsillo. Lo saqué y vi un mensaje de Luciana:

        Luciana: "Hola, necesitamos hablar. ¿Puedes encontrarte conmigo en la playa a las siete?"

Eran apenas las cinco, aún tenía tiempo, y la playa no estaba lejos. Pero, a pesar de ser Luciana, cuando leí el mensaje sentí una mala espina, como si algo fuera a suceder. Decidí ignorar ese sentimiento por el momento y seguí en la conversación con mis grandes amigos.

—¿Quién era? —preguntó Leo, notando mi distracción.

—Luciana. Quiere que nos encontremos en la playa a las siete —respondí.

—Parece importante. No la hagas esperar —dijo Brianna, dándome una mirada significativa.

—Sí, tienes razón. Pero aún tenemos tiempo para un postre, ¿no? —dije, tratando de mantener el ánimo.

Disfrutamos de un delicioso pastel de chocolate y terminamos nuestra cena con más risas y bromas. Pero en el fondo de mi mente, no podía dejar de pensar en lo que Luciana quería hablar conmigo.

Fui puntual y cuando llegué la vi. Vi su largo y ondulado cabello, mientras ella caminaba a la orilla de la playa, donde las olas chocaban suavemente con sus pies. Me acerqué a ella con una sonrisa.

—Hola, Luciana. El cielo esta igual de hermoso como tú —dije, depositandole un beso en la cien y observando cómo los colores del atardecer reflejaban en el agua

Ella me miró y me abrazó con fuerza, como si buscara consuelo en mis brazos. Caminamos durante un rato, disfrutando de la tranquilidad de la playa. Aprovechamos para hacernos unas fotos junto al atardecer, capturando momentos que, sin saberlo, serían inolvidables.

—Gracias por ser tan comprensivo y siempre estar ahí para mí. —dijo mientras revisaba las fotos en su cámara.

—Siempre. Siempre estaré aquí para ti —respondí, mirándola a los ojos.

Después de un rato, hubo un silencio incómodo. Ella se detuvo y me miró con ojos serios.

—Me voy a España —dijo, sin anestesia.

Quedé de una pieza, sin palabras. Sentí una mezcla de emociones: sorpresa, confusión, tristeza.

—¿Qué? ¿Cuándo? ¿Por qué? —fue todo lo que pude articular.

Luciana comenzó a explicarme todo, su voz temblaba ligeramente.

—Te había comentado que hace unos meses apliqué para una beca para estudiar periodismo en España, y hoy recibí la confirmación de que me la otorgaron. Es una oportunidad increíble, algo que siempre he soñado. Pero también es difícil, porque significa dejar todo aquí, deja mi nueva vida, dejar a tata, dejarte a ti...

La emoción en sus ojos me hizo entender la magnitud de la decisión. Sin pensarlo, la cargué al hombro y comencé a darle vueltas, riendo y gritando de alegría.

—¡Eso es increíble, Luciana! ¡Estoy tan orgulloso de ti! —dije, mientras la bajaba y la besaba con pasión. La seguí besando, intentando transmitirle toda la confianza que necesitaba.

Ella me miró, con lágrimas en los ojos.

—Tengo miedo, Emiliano. Miedo de lo que pueda pasar, de estar lejos de todo lo que conozco, de estar lejos de ti...

La abracé con fuerza, susurrando en su oído.

—Luciana, sé que es aterrador, pero también sé que eres increíblemente fuerte. Esta es tu oportunidad de brillar aún más. Y aunque estemos lejos, siempre estaré aquí para ti, apoyándote en cada paso del camino.

Nos quedamos así, abrazados, compartiendo ese momento de emoción y amor bajo el cielo estrellado, sabiendo que, aunque los caminos fueran diferentes, nuestros corazones seguirían unidos.

                                🌊🌊🌊

Cuando llegué a casa y vi que la luz de la sala todavía estaba encendida. Mi abuela Dulce estaba despierta, sentada en su silla favorita con un libro en las manos.

—Hola, abuela —dije, cerrando la puerta detrás de mí.

—Hola, Emiliano. ¿Cómo estuvo tu noche? —preguntó Dulce, levantando la vista de su libro.

—Fue... interesante. Luciana me dio una noticia importante —respondí, sentándome en el sillón frente a ella.

—¿Qué pasó? —preguntó, dejando el libro a un lado y mirándome con atención.

—Se va a España. Le dieron una beca para estudiar periodismo y se va en unas semanas —dije, tratando de procesar mis propias emociones.

—Vaya, eso es una gran noticia para ella. Pero veo que te preocupa algo —dijo Dulce, con su sabiduría habitual.

—Sí, estoy feliz por ella, de verdad. Pero también tengo miedo. Ella significa mucho para mí, y no sé cómo voy a manejar estar tan lejos de ella. Mis intenciones con ella son las mejores, realmente me gusta, abuela —confesé, sintiendo un nudo en la garganta.

Mi abuela se levantó y vino a sentarse a mi lado, poniendo una mano reconfortante sobre la mía.

—Emiliano, el amor verdadero siempre encuentra la manera de superar la distancia y el tiempo. Si realmente te importa, apoyarás sus sueños y estarás ahí para ella, sin importar lo lejos que esté. Y recuerda, la vida siempre nos sorprende de formas inesperadas. No dejes que el miedo te impida disfrutar de los momentos que tienen juntos ahora.

Sus palabras, como siempre, me dieron una nueva perspectiva y calma.

—Gracias, abuela. Eres la mejor consejera que podría pedir —dije, sonriendo.

—Solo trato de ayudar, querido. Ahora, ve a descansar. Mañana será un nuevo día —dijo Dulce, dándome un beso en la frente.

Subí a mi cuarto y me acosté en la cama, sintiendo una mezcla de emociones. Tomé mi teléfono y le envié un mensaje a Luciana.

Emiliano: "Estoy muy orgulloso de ti. No importa la distancia, siempre estaré aquí para apoyarte. Buenas noches, Luciana."

Cerré los ojos, recordando el atardecer y nuestras palabras en la playa. A pesar de la incertidumbre, sabía que lo que sentía por Luciana era real y fuerte. Con ese pensamiento, me dejé llevar por el sueño, esperando lo que el futuro nos deparara.

Hasta el último atardecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora