Luciana
Después de la intensa noche que pasé con Emiliano, una mezcla de emociones me acompañaba durante todo el día. La mañana avanzaba lentamente y decidí salir a dar un paseo en mi bicicleta, tratando de ordenar mis pensamientos. Costa Rica siempre había tenido un efecto calmante en mí, pero hoy, la tranquilidad parecía estar fuera de mi alcance.
Pedaleé sin rumbo fijo, hasta que finalmente me detuve en un pequeño café frente a la playa. Mientras tomaba un sorbo de mi café, vi a una figura familiar entrar por la puerta. Mi corazón se detuvo por un instante. Era Lucas, mi exnovio, el hombre de quien había huido.
—¿Luciana? —dijo, su voz llena de sorpresa y algo de confusión.
No podía creer lo que veían mis ojos. ¿Qué estaba haciendo aquí? Pensé que había dejado todo eso atrás.
—Lucas... ¿Qué haces aquí? —pregunté, tratando de mantener la calma.
Se sentó frente a mí, sin esperar una invitación. Sus ojos tenían esa mirada que tanto conocía, una mezcla de arrogancia y autocompasión.
—Te busqué por todos lados, Luciana. Tu padre sospechaba que estabas aquí con tu abuela y me envió a buscarte. Necesitaba encontrarte, hablar contigo —dijo, su voz más suave de lo que recordaba.
—¿Hablar de qué? —respondí, cruzando los brazos.
—Cometí un error. Te dejé ir, y no he dejado de pensar en ti desde entonces. —Hizo una pausa, buscando mis ojos—. Quiero que vuelvas a casa. Podemos arreglarlo todo.
Sentí una oleada de emociones: ira, tristeza, y una inesperada sensación de alivio. Había estado tan segura de mi decisión de dejarlo, de buscar una nueva vida para mí misma. Y ahora, aquí estaba él, tratando de arrastrarme de nuevo a ese pasado del que había escapado.
—Lucas, no puedo volver —dije finalmente, mi voz firme—. Mi vida está aquí ahora. He encontrado algo real, algo que me hace feliz.
Lucas frunció el ceño, su expresión volviéndose oscura.
—¿Es por ese tipo? —preguntó, su tono lleno de celos—. ¿Emiliano es que se llama?
Su nombre en sus labios me hizo sentir incómoda. Pero sabía que no podía permitir que Lucas me manipulara de nuevo.
—No se trata solo de Emiliano. Se trata de mí. Necesito esto, Lucas. Necesito estar aquí para descubrir quién soy realmente —respondí con más convicción de la que había sentido en mucho tiempo.
Lucas se inclinó hacia adelante, sus ojos ardían con una intensidad que nunca antes había visto.
—No voy a aceptar un no por respuesta, Luciana. No puedes simplemente desechar todo lo que tuvimos. No puedes dejarme así —dijo, su voz llena de desesperación—. Volverás conmigo. No puedes hacer esto sola. No tienes lo que se necesita para sobrevivir aquí sin mí.
Su tono y sus palabras encendieron una chispa de ira en mi interior. No podía creer que aún intentara controlarme.
—Lucas, ya basta. No necesito tu permiso para vivir mi vida. Estoy mejor aquí, sin ti. Y sí, puedo hacer esto sola —dije, levantándome de la mesa—. Esta conversación se acabó.
Intenté alejarme, pero él me agarró del brazo, su agarre firme.
—No te voy a dejar, Luciana. No puedes escaparte de esto tan fácilmente —gruñó, sus ojos llenos de determinación.
—Suéltame, Lucas. Esta es mi vida, y tú no tienes derecho a controlarla —dije, tratando de mantener la calma.
Finalmente, después de un momento de tensión, me soltó. Me di la vuelta y salí del café, sintiendo su mirada clavada en mi espalda. Caminé rápidamente de regreso a mi casa, el corazón latiendo con fuerza. Sabía que tendría que contarle a Emiliano sobre esto, y no estaba segura de cómo lo tomaría. Pero en ese momento, sentí una paz interior al saber que había tomado la decisión correcta. Mi vida estaba aquí, en Costa Rica, y estaba decidida a seguir adelante, sin importar las dificultades que pudiera enfrentar. Mientras caminaba de regreso a mi casa, recordé las palabras de mi padre cuando me fui de Florida. "No serás capaz de empezar desde cero sola", había dicho con una mezcla de desdén y preocupación. Para él, Costa Rica no era más que una fantasía, un refugio temporal del cual pronto volvería a la realidad. Pero él no entendía. No entendía la paz que encontraba en los atardeceres de Tamarindo, el consuelo de las olas rompiendo en la orilla, y la fuerza que encontraba en mí misma cada día. Llegué a mi casita y me senté en la pequeña terraza, mirando el océano.
Finalmente, decidí que era hora de enfrentar a mi familia. Con manos temblorosas, marqué el número de mis padres. Mi madre respondió al segundo timbrazo.
—Luciana, ¿dónde has estado? —preguntó con una mezcla de alivio y preocupación.
—Mamá, estoy en Costa Rica. Estoy bien. Quería hablar con ustedes sobre algo importante —dije, tratando de mantener la voz firme.
Escuché a mi padre en el fondo, murmurando algo que no pude entender, pero que sonaba crítico.
—¿Costa Rica? —repitió mi madre, claramente sorprendida—. ¿Qué estás haciendo allí?
—Vine a encontrarme a mí misma, a buscar algo más que la vida que tenía en Florida. He estado trabajando como fotógrafa y he encontrado un lugar que realmente se siente como hogar —expliqué.
—Esto es una locura, Luciana —intervino mi padre, su tono severo—. No puedes simplemente irte y empezar de nuevo. ¿Qué estás pensando?
—Papá, estoy pensando en mi felicidad. En lo que necesito para estar bien conmigo misma. Aquí he encontrado paz y propósito, algo que nunca tuve allá —respondí con firmeza.
—No puedes estar sola en un lugar así, no vas a lograrlo —dijo, su voz cargada de desdén.
—No estoy sola —respondí, sintiendo la necesidad de defenderme—. He conocido a personas maravillosas, tengo un trabajo que me apasiona y, por primera vez en mucho tiempo, me siento feliz.
—No te creo, Luciana —replicó mi padre con desdén—. Volverás arrastrándote, pidiendo ayuda. No puedes hacer esto sola.
Hubo un silencio en la línea, y luego mi madre habló con una voz más suave, pero aún preocupada.
—No entiendo tu decisión, dijo mamá, pero si esto es lo que realmente quieres, entonces... te apoyare. Pero por favor, mantenme informada. Me he preocupado mucho por ti.
—Lo haré, mamá. Gracias —dije, sintiendo una mezcla de alivio y tristeza.
Colgué el teléfono y dejé que las lágrimas corrieran por mi rostro. Era una mezcla de liberación y tristeza, de enfrentarme finalmente a mis padres y a mi pasado. Decidí caminar hacia la playa para ver la puesta del sol, buscando consuelo en el horizonte dorado.
Mientras el sol se hundía en el mar, me senté en la arena y dejé que el sonido de las olas me calmara. Sabía que había tomado la decisión correcta al quedarme en Costa Rica, y que, aunque el camino no sería fácil, estaba en el lugar donde pertenecía.
Más tarde, ya de noche, mi teléfono sonó de nuevo. Era Maia, mi hermana pequeña.
—Hola, Luci —dijo con una voz tímida—. ¿Estás bien?
—Hola, Maia. Sí, estoy bien. Solo necesitaba hablar con mamá y papá.
—Papá está muy enojado, pero mamá entiende un poco más. Solo quieren que estés segura —dijo Maia, su voz llena de preocupación.
—Lo sé, Maia. Pero esto es algo que necesito hacer por mí misma. Aquí estoy feliz, y estoy encontrando mi camino.
—Te extraño, Luci. Solo quiero que seas feliz —respondió Maia, con un suspiro.
—Yo también te extraño, pequeña. Prometo que estaré bien y te mantendré informada. Gracias por entenderme —dije, sintiendo una calidez en mi corazón.
Después de colgar con Maia, sentí una paz renovada. Sabía que tenía el apoyo de mi hermana, y eso me daba la fuerza para seguir adelante. Mientras el mar susurraba su melodía constante, supe que estaba en el lugar correcto, en el momento correcto, lista para enfrentar cualquier desafío que viniera.
hola guapuras, estuve fuera por unos días, pero aquí les dejo 2 capítulos.✨
Mientras escribía esa canción vino a mi cabeza y fue mi inspiración.🩷
Espero que estén bien y que este nuevo capítulo sea de su agrado.¿Que les ha parecido hasta ahora? Los leo 🌺🌅✨🩷
ESTÁS LEYENDO
Hasta el último atardecer
RomanceLuciana siempre había vivido bajo las estrictas expectativas de su familia, atrapada en una relación sin amor con Lucas, un hombre cuya única cualidad redentora era su riqueza y posición social. Desesperada por encontrar su propia felicidad, Luciana...