Capitulo 2

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Luciana

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Luciana

Me desperté temprano la mañana siguiente, el aroma fresco del mar y el sonido de las aves tropicales llenaban la casita de madera en la playa. No era grande, pero tampoco pequeña; simplemente perfecta para el lugar. Desde la terraza, podía contemplar los horizontes de la playa, con palmeras cargadas de cocos y surfistas deslizándose sobre las olas.

Decidida a explorar más del pintoresco pueblo de Tamarindo, me visti con un traje de baño color rosa fuerte que resaltaba mi tono de piel bronceado, mi pelo castaño ondulado y mis ojos color aceituna, heredados de mi abuela. Con mi cámara en mano, salí a recorrer las calles donde las tiendas locales ofrecían lo necesario para la vida diaria y la diversión en la playa.

En una de las tiendas de artículos de playa, fui recibida por Dulce, una señora mayor cuya casa estaba encima del negocio. Era muy dulce y amable, y mientras me ayudaba con la compra, compartió historias sobre la comunidad y recomendó algunos lugares locales para visitar.

—Buenos días, señorita. ¿En qué puedo ayudarla hoy? —dijo Dulce con una sonrisa acogedora.

—Hola, buenos días. Me gustaría un bloqueador solar resistente al agua y una tabla de surf, por favor —respondi, devolviéndole la sonrisa.

—¡Claro! Tenemos varias opciones de bloqueadores y tablas de surf. Déjame mostrarte lo que tenemos disponible —dijo Dulce mientras seleccionaba los productos y los colocaba en el mostrador.

Examine las tablas de surf con interés, recordando con nostalgia las olas de mi infancia en Florida.

—¿Has surfeado antes? —preguntó Dulce curiosa.

—Sí, desde que era niña. Aprendí en las playas de Florida —respondió Luciana mientras elegía un bloqueador solar con SPF alto.

—¡Ah, entonces te sentirás como en casa aquí! Las olas de Tamarindo son perfectas para surfear. Espero que disfrutes de tu tiempo aquí en nuestro pequeño paraíso —dijo Dulce con calidez mientras empacaba las compras de Luciana.

Me despidi de Dulce con una sonrisa, contenta con mi compra y emocionada por la aventura que me esperaba. Con la tabla de surf bajo el brazo y el bloqueador solar en la mochila, me encaminó hacia la playa que se extendía justo frente a la terraza de su nuevo hogar.

Las olas rompían suavemente en la costa, invitándola a sumergirse en sus aguas cristalinas. Coloque la tabla de surf con destreza, sintiéndome en sintonía con el mar como si fuera un viejo amigo. Reme con determinación hacia las olas, recordando las lecciones aprendidas en las playas de Florida y adaptándose al ritmo tranquilo pero poderoso de las olas de aquí.

El sol comenzaba a descender lentamente hacia el horizonte, tiñendo el cielo de tonos dorados y rosados. Desde la cresta de las olas, contemplé maravillada el atardecer, capturando cada momento con mi cámara. A mi alrededor, otros surfistas aprovechaban las últimas olas del día, creando una atmósfera de camaradería y pasión por el mar.

Después de una sesión revitalizante en el agua, regrese a la playa con la piel cálida por el sol y el corazón lleno de gratitud. Tomó varias fotos del paisaje iluminado por el atardecer, capturando la magia del momento con cada clic de su cámara. Las palmeras se recortaban contra el cielo teñido de colores vivos, creando una postal perfecta de su nuevo hogar en Costa Rica.

Hasta el último atardecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora