Capitulo 10

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Emiliano

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Emiliano

Desde que me levanté esta mañana, he dado vueltas a la conversación que tuve anoche con Luciana. Fue una charla tan placentera, como si finalmente estuviera entendiendo algo importante sobre ella. Luciana no es un misterio complicado; es simplemente una chica buscando su propia felicidad, como todos nosotros. Bajo las escaleras de madera que conducen al piso inferior de la tienda de antigüedades de mi abuela, como lo hago todos los días. El olor a coco y sal flota en el aire mientras entro en el pequeño espacio lleno de tesoros olvidados y recuerdos de tiempos pasados. Mi abuela, siempre diligente, ya está organizando algunos artículos en una mesa.

— Buenos días, Emiliano, me saluda con una sonrisa radiante, sus ojos brillando con cariño. "¿Has dormido bien?

— Así es, abuela, respondo con una sonrisa. Anoche fue tranquila.

Ella asiente, contenta con mi respuesta, y juntos comenzamos a preparar la tienda para otro día. Mientras ayudaba a reorganizar un estante de libros antiguos, escuché la campanilla sobre la puerta tintinear suavemente. Levanté la vista y vi a Leo, mi mejor amigo entrar con su característica sonrisa relajada.

—¡Leo! ¿Cómo va todo? Saludé con entusiasmo, dejando los libros a un lado.

Leo se acercó al mostrador con paso relajado. — Hey, Emiliano. Necesito cera para mi tabla de surf, ¿tienes algo bueno hoy?

Asentí y fui hacia el estante donde guardamos los accesorios para deportes acuáticos.

— Claro, acabo de recibir un nuevo lote. Aquí tienes. Saqué un paquete de cera y se lo mostré a Leo.

— Muy bien, gracias, hermano. Leo tomó la cera y luego me miró con curiosidad.  Hace días que no te veo. ¿Qué has estado haciendo?

Me encogí de hombros con una sonrisa. — Aquí, trabajando principalmente. Y algunas cosas más personales. Dije con una sonrisa.

En ese momento, Dulce salió de la trastienda y vio a Leo con una sonrisa amistosa.

— ¡Leo! ¡Qué gusto verte! ¿Cómo está todo?

Leo le devolvió la sonrisa. —¡Hola, Dulce! Todo bien, gracias. Comprando lo necesario para seguir surfeando.

Dulce asintió con amabilidad. — Me alegro de escuchar eso. Emiliano te atenderá enseguida.

—Claro, gracias, Dulce. Leo se volvió hacia mí. Oye, por cierto, ¿sabías que hoy es la fiesta de fin de verano en el pueblo?

Mis cejas se alzaron con interés. —¡Ah, sí! La hacen cada año para despedir el verano. Siempre es una buena oportunidad para reunirse con todos.

Leo sonrió con entusiasmo. — Exacto. ¿Te animas a venir? Podría ser divertido.

Consideré la idea por un momento y luego asentí. — Claro, ¿a qué hora?

— Comienza al atardecer. Podemos encontrarnos aquí antes y caminar juntos. Leo propuso con entusiasmo.

— Perfecto, estaré aquí. Agradecí la invitación de Leo con una sonrisa.

Después de despedirnos, continué trabajando en la tienda mientras el sol se deslizaba lentamente hacia el horizonte. Entre el ajetreo de la tarde, escuché nuevamente la campanilla de la puerta anunciando a otro cliente. Esta vez, era Luciana quien entraba con una sonrisa cálida y un gesto de alivio.

—Hola Dulce, ¿de casualidad tienes bloqueador solar? Luciana preguntó amablemente mientras se acercaba al mostrador.

Dulce asintió con amabilidad. —¡Claro, Luciana! Déjame mostrarte lo que tenemos hoy. Mientras Dulce mostraba los productos a Luciana, aproveché un momento tranquilo entre clientes para acercarme.

— Hola, Luciana. ¿Cómo estás? Saludé con una sonrisa, recordando nuestra conversación de la noche anterior.

Luciana devolvió el saludo con una sonrisa genuina. — Hola, Emi. Necesito un poco de bloqueador solar, el mío se acabó.

— Claro, aquí tienes algunas opciones. Le mostré diferentes productos mientras conversábamos sobre el clima y otros temas ligeros. Sentía la misma conexión placentera que había sentido la noche anterior, como si nuestros pensamientos se entrelazaran de alguna manera.

Después de que Luciana eligiera un bloqueador solar, decidí lanzarle una invitación.

— Por cierto, hoy hay una fiesta de fin de verano en el pueblo. Sería genial si pudieras venir y conocer más de nuestra cultura local y de paso a mis amigos. ¿Te gustaría ir?

Luciana consideró la propuesta por un momento y luego sonrió. —¡Claro! Me encantaría.

—Podemos encontrarnos aquí frente a la tienda a las 7:30 pm. Te esperaré. Respondí con una sonrisa entusiasta, emocionado de que Luciana aceptara.

— Perfecto, allí estaré. Luciana asintió y se despidió con un gesto amistoso antes de salir de la tienda.

                                                 🌊🌊

Con el sol comenzando a ponerse y el bullicio de la tienda disminuyendo gradualmente, llegó el momento de cerrar. Me acerqué a mi abuela Dulce, quien estaba ocupada contando el dinero del día y organizando algunos papeles.

— Abuela, esta noche saldré con Leo y Luciana. Le mostraré un poco más del pueblo y la fiesta de fin de verano, le comenté con entusiasmo.

Dulce sonrió con complicidad. — Qué bueno, Emiliano. Disfruta de tu noche y asegúrate de que Luciana se sienta bienvenida aquí.

Asentí con gratitud y me despedí de ella antes de subir las escaleras hacia el apartamento sobre la tienda. Decidí tomar una ducha rápida para refrescarme después del día de trabajo y luego seleccioné mi atuendo para la noche. Opté por un conjunto playero de noche: una camisa de lino crema ligero y unos pantalones de color verde olivo. Completé el look con unas sandalias cómodas pero elegantes, y un toque de mi mejor colonia para sentirme seguro y listo para la ocasión. Después, me peiné cuidadosamente para asegurarme de que todo estuviera en su lugar.

Justo cuando terminaba de arreglarme, escuché la voz animada de Leo abajo, anunciando su llegada. Sonreí para mis adentros y bajé las escaleras con energía renovada.

—¡Leo! Qué bueno verte, lo saludé con entusiasmo mientras él se giraba hacia mí.

He he invitado a una amiga. En cuanto llegue, podemos irnos.

Leo asintió con una sonrisa de complicidad y duda.

Mientras esperábamos, mi mente divagaba entre la emoción y los nervios. ¿Cómo sería la noche con Luciana? Me preguntaba cómo se sentiría al conocer más de nuestro pueblo y nuestras costumbres. Finalmente, escuché el suave tintineo de la campanilla de la puerta. Levanté la vista y vi a Luciana entrar, su presencia iluminando la tienda con una calidez que parecía natural en ella. El aroma a coco que llevaba consigo me cautivó de inmediato, mientras sus ojos verdes brillaban con curiosidad y su cabello ondulado se veía tan libre como ella misma.

Hasta el último atardecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora