Capitulo 21

10 5 13
                                    

Luciana

Desperté esa mañana con una sensación diferente en el aire. El sol ya estaba alto, sus rayos se filtraban a través de las cortinas, creando patrones de luz y sombra en las paredes. Sentí una energía nueva, un cosquilleo de anticipación. Sin embargo, algo no cuadraba. Había un murmullo suave proveniente de la cocina y una risa familiar que no podía identificar de inmediato. Me levanté y me puse una bata ligera antes de salir de la habitación. Al llegar a la cocina, me quedé atónita al ver a mi hermana Maia sentada a la mesa, charlando animadamente con Tata.

—¡Maia! —grité, corriendo hacia ella y abrazándola con fuerza—. ¿Qué haces aquí?

—¡Sorpresa! —respondió Maia, riendo y devolviéndome el abrazo—. Quería darte una sorpresa y pasar un tiempo contigo antes de que te vayas a España.

—No puedo creerlo, esto es increíble —dije, sintiendo una mezcla de alegría y emoción—. Pero, ¿cómo llegaste aquí? No me habías dicho nada.

—Tata me ayudó a planearlo todo —explicó Maia, mirando a nuestra abuela con gratitud—. Quería que fuera una sorpresa de verdad.

—¿Cómo están mis niñas? —dijo Tata, sonriendo mientras nos miraba con cariño.

Nos sentamos a la mesa y comenzamos a ponernos al día. La emoción de tener a Maia aquí me llenaba de energía y felicidad.

—Cuéntame todo, Luciana. ¿Cómo ha sido tu vida aquí? —preguntó Maia, mirándome con curiosidad.

—Ha sido una aventura increíble —dije, empezando a contarle sobre todo lo que había vivido en Tamarindo—. Encontré trabajo dando clases de surf a niños pequeños. Solo trabajo unas pocas horas a la semana, pero me mantiene ocupada y es muy gratificante.

—Eso suena maravilloso. Siempre fuiste tan buena con los niños —respondió Maia, sonriendo.

—Y también he conocido a gente increíble aquí. Emiliano, por ejemplo. Es... bueno, no sé cómo describirlo. Es simplemente genial —dije, sintiendo un calor en mis mejillas al hablar de él.

—¿Emiliano? Cuéntame más sobre él —dijo Maia, arqueando una ceja con interés.

—Nos conocimos en la tienda de su abuela Dulce. Es una persona increíble, cariñosa y siempre me hace sentir especial. Hemos pasado mucho tiempo juntos, y creo que hay algo muy especial entre nosotros —expliqué, tratando de poner en palabras lo que sentía.

—Me alegra tanto escucharte decir eso, Luciana. Mereces ser feliz —dijo Maia, tomando mi mano.

—Gracias, Maia. Y hablando de felicidad, tengo una noticia importante. Ayer recibí la confirmación de la beca para estudiar en España. Me voy en unas semanas —dije, sin poder contener mi emoción.

—¡Eso es increíble! Estoy tan orgullosa de ti —exclamó Maia, abrazándome de nuevo—. Pero, ¿cómo te sientes al respecto?

—Es una mezcla de emociones. Estoy emocionada por la oportunidad, pero también estoy nerviosa por dejar todo aquí, especialmente a Emiliano —admití.

—Es normal sentir así. Pero sé que tomarás la mejor decisión para ti. Y Emiliano, si realmente te quiere, entenderá y te apoyará en todo —dijo Maia, con sabiduría.

Pasamos el resto del día hablando de nuestras vidas. Maia me contó sobre su trabajo en Florida, sus amigos y cómo había estado llevando la vida desde que me fui. Me di cuenta de cuánto la había extrañado y lo bien que me hacía tenerla aquí.

Hasta el último atardecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora