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Dos chicos estaban sentados uno al lado del otro, estaban disfrutando de aquel momento de paz que tenían, estaban bebiendo una taza de café, a pesar de que el verano estaba en pleno apogeo.

—Estamos en la mierda

—Lo sé, no sé muy bien que hacer —dijo Regulus soltando un suspiro —. Madre está muy insistente con todo el tema, mi padre, como siempre, no dice nada, yo solo me preocupo por el bebé.

—Tu sobrina

—Mi hija, bueno, sí, es mi sobrina, pero la cuidaré, criaré y amaré como si fuera mi hija —Rabastan soltó una risa —. Phoenix no sobrevivirá, esa criatura solo me tendrá a mi, no puedo hacer algo que me ponga en peligro a mi o a mi familia

»Y da igual lo que haga, siempre me encontrará... —se tocó el antebrazo por sobre la ropa.

Rabastan puso su mano por sobre la suya.

—Te ayudaré en todo lo necesario —miró a su alrededor nervioso —. Vámonos de aquí, nos llevamos a la niña, huyamos, Reg.

—¿Y qué pasará con tu hermano?

—Él ya no tiene salvación, Bellatrix lo tiene bien cogido de los huevos —se bebe el café de golpe para luego sacar un cigarrillo —. No sé qué hacer, Reggie, ya no es mi hermano, él ya no es mi hermano.

Regulus le ayuda a encender el cigarrillo para luego ver al chico llevar aquel objeto a sus labios para inhalar el humo de forma desesperada.

Le quitó el cigarrillo, lo llevó a sus labios e inhaló el humo de forma calmada antes de devolvérselo a Rabastan.

—Encontraremos una forma —dijo Regulus —. Estamos juntos en esto, Bastie, estamos juntos en esto...

Cuando se hizo pública la muerte de Regulus, no hubo forma de lograr que Rabastan hablara, saliera, comiera. Querían darle tiempo de luto, ya que sabían que ambos eran amigos, pero luego de varios meses las cosas solo iban a peor.

Rodolphus entró a la habitación de Rabastan, sin importarle nada, menos los reclamos de su hermano por la irrupción.

—No puedes seguir así, Rabastan. Levántate. Iremos a una misión de nuestro señor.

Pero él no dijo nada ni se movió.

—Bastie... Entiendo que él era tu amigo y que te duele...

—¡No! ¡No lo puto entiendes! —le gritó a la par que lo empujaba lejos de él —. ¡Nadie podrá entenderlo!

—¡Entonces ayúdame a entender! ¡Ayúdame a entenderte!

—¡Yo lo amaba, joder! Yo lo amaba, lo amo —dijo con la voz completamente rota —. No sabes cuanto me duele...

Rodolphus abraza a su hermano menor, ¿cómo había sido tan ciego? ¿En qué momento dejó de ver y preocuparse por su hermano? La respuesta a todo siempre había sido clara.

Diversos recuerdos lo invadieron, todos ellos de cuando todos estaban en Hogwarts y como ellos se miraban. No tenía la certeza de si ellos habrían llegado a tener algo como tal, pero tenían esa mirada que transmitía todos aquellos sentimientos, no necesitaban más.

—Perdóname, Bastie, soy un mal hermano, soy un pésimo hermano.

Rodolphus cada vez se sentía peor por su hermano, viéndolo convertirse en algo que no es, solo por sobrevivir, solo para que no le pasara nada a las personas a su alrededor.

Aquel día que fueron donde los Longbotton, Rodolphus ya sabía que las cosas no iban a salir bien, eso era algo que estaba claro, luego de la caída del señor tenebroso no había nada más que hacer, pero se dejó llevar por su esposa y nuevamente estaba arrastrando a su hermanito a algo que él no quería hacer.

No tenía que ver a su hermano para saber que estaba sufriendo al ver como Barty y Bellatrix torturaban a los Longbottom. Solo era cuestión de tiempo, todos iban a caer aquella noche.

Él no lo iba a permitir. Tenía un plan.

Tomó de su abrigo un reloj de bolsillo, se acercó a su hermano y se lo puso alrededor del cuello

—¿Qué haces? —preguntó en un susurro

—Salvarte.

Barty escapó, los aurores rodearon la casa, el traslador se activó llevándose a Rabastan. Solo Rodolphus y Bellatrix quedaron en aquella casa, solo ellos fueron llevados a Azkaban aquella noche.

En otra parte del mundo.

Un chico estaba tendido en la arena, unas cuantas olas lo alcanzan mojando gran parte de su ropa y cuerpo.

Abrió los ojos y con sus manos intenta tapar la luz que llegaba del sol ¿Por qué había tanto sol y calor si estaban en otoño? Miró a su alrededor percatándose que estaba en una playa

—¿Dónde estoy?

¿Quién eres y qué te trae aquí? —una mujer le estaba apuntando con su varita

—¿Qué? No entiendo... No entender —La mujer soltó un suspiro

—¿Quién eres y que haces aquí?

—Yo... mi hermano, ¿dónde está mi hermano? ¿Dónde estoy?

—Síguenos —indicó la mujer —. Estás en Chile, ¿nos darás más detalles o solo harás preguntas?

—Estaba con mi hermano, las cosas se pusieron complicadas y me puso un reloj, imagino que era un traslador, dijo que me estaba salvando, creo que sabía que... joder... —no se iba a perdonar si hubiesen asesinado a su hermano

—Acá estamos muy preocupados por la seguridad e integridad de país, tenemos fuertes barreras que detectan a personas con magia, la forma en la que cuál llegaste nos dio a entender que no eres un peligro, por eso hemos venido nosotros y no... mejor no hablar de eso —la sonrisa de la mujer hizo que él sintiera escalofríos —. Ven por aquí.

Rabastan siguió a la mujer, confundido, no es que tuviera de otra.

Llegaron a unas oficinas, aunque más que nada parecía una zona de interrogación.

—Estamos en un momento complejo para el país en este momento, lo que hace que seamos más cuidadosos, espero puedas comprenderlo —él solo asintió —. ¿Por qué crees que tu hermano pensó que mandarte aquí sería lo más seguro?

—En Londres hay un nuevo mago tenebroso, o lo había hasta hace poco, pero también estaban sus seguidores.

—Puedo suponer que necesitas asilo político —él bajó la mirada, apenado, quizás esto debieron haber hecho con Regulus en su momento.

—No quiero ser un problema, intentaré ser un aporte, aprenderé rápido el idioma, soy bueno en múltiples disciplinas de magia

—Confiaremos en que usted sea un aporte para nuestro país y nuestra cultura, pórtese bien.

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