“…Pero estaba llorando, yo creí que los grandes no lloraban.
–Pues sí, los grandes lloran a veces. Y tu papi extraña a tu mamá, por eso llora…”
Mery pov:
Luego de comernos el helado nos hemos venido a la casa, esta noche es larga para mí, pues, bien acostumbrada estoy a mi horario nocturno, después de cenar nos dispusimos todos a descansar, decidí por hoy dormir con Jeremías y solo me he recostado un poco, porque a ciencia cierta es falso que pueda dormir.
Por mucho que me esfuerce, no puedo conciliar el sueño, solo logro mirar con desespero las vigas de madera del techo; mi cuerpo, mis ojos, me piden a gritos un descanso, un respiro, que duerma un poco, pero mi mente se resiste; mi terca conciencia no sede ante las oleadas de cansancio, solo pienso, pienso y pienso… en lo miserable y sucia que soy, en lo estúpida que me he vuelto, y la horrible sensación de sentirme encerrada y corriendo en círculos en la inútil vida que llevo.
Solo pienso en cuanto me he esforzado por nada, cuanto he sufrido en silencio con esta vida de falsedad que llevo, sintiéndome usada cada noche por los hombres como un objeto sexual, y luego tirada como un trasto después de complacerles, sin ser verdaderamente amada y valorada; siendo para todos ellos una perra sucia de la calle, que ellos manipulan a su antojo, y va tras ellos solo por lo que puedan darle.
Su compañía desde luego que es obsoleta y sin importancia para mí, sino mas bien que existe algo más, algo extraño, algo que me impulsa inconscientemente a ser usada por ellos, algo más que el sucio dinero, es lo que me ata y me hace presa de esta sucia vida.
Algo que realmente desconozco.
Un demonio, un deseo, una locura, mi propia lujuria, un embrujo, un hechizo, qué se yo lo que han hecho con mi vida, lo que he hecho con mi alma y con mi cuerpo, mi miserable y despreciable cuerpo que solo sirve para dar placer.
Tener una doble vida me ha robado las fuerzas y las esperanzas. Cuando inicié en el oscuro mundo de la prostitución creí que podría salir cuando quisiera, que yo tenia el control, que sería una experiencia excitante, que podría hacerme rica y llevar la vida de lujo que cualquier mujer desea.
Pero este es un mundo mentiroso.
Minerva la encargada del bar, detrás del que se esconde el prostíbulo me dio el día libre, expliqué que quería estar con mi familia. Al menos tengo la elección de decidir cuando trabajar.
Claro que cada día sin ir es uno, dos o hasta tres clientes que pierdo.
La verdad es que he vivido cosas que no viviría de otro modo.
No todo a sido malo.
Cenas en restaurantes caros, ropa de marca, maquillaje –cuanto quiera–, carteras, zapatos y mucho alcohol.
Pero a qué precio.
Este es el mundo de las apariencias.
Mientras más bonita seas, mientras más sensual y atrevida, más ganarás; debes ganarte tu puesto, hacerte respetar.
He aprendido a verme en el espejo sin sentir tanto asco.
Aunque a veces me reprocho el por qué sigo inmersa en este mundo. Pero también recuerdo cuando era una niña tonta, débil y abandonada, cuando tuve que enfrentar el rechazo de mis padres, la mirada desolada de mi madre; lo peor vino después, cuando tuve que hacerme mujer a la fuerza porque era la única forma de comer, mis padres habían muerto y yo estaba sola con una niña de 10 años que cuidar.
Una niña cuidando a otra niña.
Ya había dejado los estudios en aquella época, qué podía hacer. Al menos no vendí mi cuerpo por unas cuantas monedas en la plaza; si lo haría sería por mucho más; mi cuerpo vale mucho más que unas sucias monedas.
Fue allí cuando apareció Minerva, una mujer prominente y que me ofrecía el cielo y las estrellas.
Después de algunos años me di cuenta, que en realidad había descendido al infierno.
Y fui su esclava.
Me quito la ropa lentamente y me pongo la pijama, para meterme bajo las sábanas, pero…
Jeremías se está moviendo mucho y de manera extraña, habla solo, no sé qué le está pasando: bruscamente se despierta y me abraza fuertemente, está temblando y su corazón de pronto late muy a prisa:
–Tengo miedo tía, mucho miedo –Parece delirar sin soltarme la mano–.
–Cálmate Jeremías, respira y tranquilízate –le digo para calmarlo y, al verlo más sereno prosigo–. Pero... ¿Qué pasó, qué tienes?
–Tuve otra vez la misma pesadilla, siempre es lo mismo, casi todas las noches me despierto muy asustado –Me cuenta tratando de sosegarse– y muchas veces no digo nada para no preocupar a mi papá.
–No sabía que sufrías de pesadillas, y puedes contarme que ocurría en tu sueño…
–Yo acorralé a alguien, no sé, estaba en un callejón oscuro y lleno de basura, o algo así, una calle, un camino, no sé, no sé… contra la pared al final del callejón… –Prosigue sin dejarme aun terminar de hablar– estaba una mujer que se parecía mucho a mi mamá, la de los cuadros de la sala, se veía asustada y yo… yo me acerqué con unas ganas muy grandes de hacerle daño y... ahí fue cuando desperté.
>>No entiendo tía, no entiendo nada. Tengo miedo.
–Ya mi vida, solo fue un sueño y nada más, una fea pesadilla que no se repetirá jamás, te lo prometo, yo estoy acá contigo para cuidarte y protegerte, no tengas miedo, no te va a pasar nada malo mi amor –le digo abrazándole y dándole un beso en la frente–.
Pasan algunos minutos y Jeremías aún no se duerme.
–Papi, ¿quieres que conversemos mi niño?
–Sí tía, por favor, no puedo dormir –responde Jere abrazándome.
Me levanto con cuidado y enciendo la luz.
El cuarto de Jeremías es grande y espacioso, tiene un televisor grande en la pared opuesta y la cama es muy cómoda, el cobertor es de algodón y tiene el dibujo del hombre araña, su caricatura favorita, en una esquina esta una caja grande con juguetes que él ordena todos los días y arriba una repisa con libros de dibujo y sus útiles escolares. Todo muy ordenado.
–Sabes Jere, tú eres un niño muy inteligente, cariñoso y bueno, y yo te quiero muchísimo.
–Yo también te quiero tía.
–¿Cuánto?
–Así de grande –forma un círculo con sus brazos.
–Yo te quiero más, yo te quiero hasta el cielo.
–¿Hasta el cielo? Tía una pregunta… –dice pausadamente Jeremías–, ¿mi mami está en el cielo verdad?
–Sí Jere, ella esta con papá Dios en el cielo.
–Y… ¿ella me quería?, ¿me quería así como tú?
–Te amaba con todas sus fuerzas, ella luchó mucho por traerte al mundo.
–¿Algún día yo veré a mi mamá?.
–¡¡Algún día mi niño, algún día!!.
–Tía y mi papá ¿crees que me quiere? –vuelve a preguntar él.
–Él no te quiere Jeremías, él te adora, eres la luz de sus ojos.
–Pero… tengo miedo tía…
–¿Miedo de qué mi niño?
–Miedo de que deje de quererme, sabes hace algunos días soñé algo muy feo…
>>Soñé que mi papá estaba llorando mucho y se iba, que ya no me quería. Por eso tengo miedo tía.
–No, no, no mi niño lindo él te ama, tú eres su hijo, él nunca te lastimaría.
–Pero estaba llorando, yo creí que los grandes no lloraban.
–Pues sí, los grandes lloran a veces. Y tu papi extraña a tu mamá, por eso llora.
–Yo le pido a Diosito que mi papá no llore más, no lo quiero ver más triste.
–Sí, hay que pedirle a Diosito que nos de sueño para que no venga tu papá y nos regañe jajaj.
–Está bien tía, que descanses.
Me da un beso en la mejilla.
Pero… ¿Qué será lo que realmente le pasa?, ¿Qué significan estos sueños?, ¿Cómo siente todo esto y… por qué está soñando sobre algo que nunca vivió, qué clase de señal es esta? No lo entiendo y es mejor no averiguarlo, puede ser peor el remedio que la enfermedad, dejar todo como está es la mejor solución; no vale la pena desenterrar algo que ya está muerto, pero me temo que algo está por suceder…
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La Frontera del dolor.
RomansaJeremías Davalillo puede parecer un chico como cualquier otro, pero no es así, vive una vida de mentira. Toda su infancia de perfección fue sólo una ilusión, presagiada por los fantasmas del pasado de su familia: una a la que nunca debió pertenecer...