Capítulo 29: Realineando pensamientos.

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…La prueba ciega nuestros ojos, a tal punto que no vemos el trabajo de Dios en nosotros…

…El abrir mis ojos y darme cuenta que no hay nadie a mi lado, eso realmente me agobia…

Jeremías:
Es impresionante ver como la vida cambia y gira en direcciones contrarias a las que yo deseaba; las calles que alguna vez en mi infancia contemplé y me parecían inmensas, hoy se han vuelto lejanas, cortas y pequeños sus senderos; pero en fin cuando crees que la vida se te va, es porque apenas viene.

Hoy se cumplen seis meses de estar recluido en este refugio, con personas que al igual que yo han sufrido el abandono y la pérdida sin embargo, a veces pienso que todo esto es un sueño.

Que lo que ocurrió en mi vida es solo un terrible sueño gris del cual algún día despertaré, ¿cómo puede ser posible que después de vivir en un hogar estable junto a mi tía, lo haya perdido todo? Hoy no tengo nada.

Solo un horrible pasado que no puedo borrar.
Que quisiera borrar.

Durante todo este tiempo que llevo aquí he aprendido mucho sobre la vida real, entre sucias paredes y camas deshechas, junto a melancólicas madres que han perdido sus hogares y ahora luchan por sacar a sus hijos adelante, y los jóvenes sin futuro que al igual que yo lo han perdido todo y deambulan de un lado a otro por las noches sin ninguna razón más que un inmenso hoyo en su interior que los consume por dentro.
La cruda realidad es esta.

La tristeza les desdibuja el rostro y sus ojos parecen perderse en algún punto.

Hace varias semanas que nos viene a ver una trabajadora social, quien nos ha animado a seguir con nuestros estudios, también nos ha hablado de Dios y eso me recuerda la época en la que Eleiza y yo íbamos juntos a la iglesia.

¡Qué tiempos aquellos!

Esos días de supuesta paz los percibo ahora tan distantes.

Me gusta mucho escucharla, pues lo que dice es muy cierto.

Un día leyó para todos un pasaje del Antiguo Testamento, que me conmocionó y me dio mucha nostalgia, pero también me ha ayudado a continuar con mi vida.

–La palabra que quiero compartir hoy con ustedes se encuentra en el libro del profeta Jeremías… –comenzó diciendo ese día la mujer de blusa azul y pantalones negros–. Y dice así:


Jeremías 18: 1-6:
Palabra de Jehová que vino a Jeremías, diciendo: Levántate y vete a casa del alfarero, y allí te haré oír mis palabras.

Y descendí a casa del alfarero y he aquí que él trabajaba sobre la rueda. Y la vasija de barro que él hacía se echó a perder en su mano; y volvió y la hizo otra vasija, según le pareció mejor hacerla.

Entonces vino a mí palabra de Jehová, diciendo: ¿No podré yo hacer de vosotros como este alfarero, oh casa de Israel? Dice Jehová. He aquí que, como el barro en la mano del alfarero, así sois vosotros en mi mano oh casa de Israel.


Cuando ella termino de leer aquel fragmento de su biblia yo quede conmovido, pero también confundido y me preguntaba… si Dios es el alfarero e Israel el barro ¿Cómo puede caerse algo de las manos del maestro?

La Frontera del dolor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora