…El amor no nace de pronto, el amor se hace y luego se da a luz…
Eleiza pov:
Entre una cosa y otra he ido tomándole cariño a Román.
Él me quiere yo lo sé, y soy afortunada de conocerlo.
Un día mientras íbamos de camino al salón de ensayos, me contó una leyenda que me llenó de miedo hacia él, al menos un poco…
Nos detuvimos en una modesta sala de estar, y… con tono lúgubre y tenebroso comenzó a contar… algunos chicos más se unieron y, no llevaba 3 minutos cuando todos estaban atrapados en su relato…
En el año de 1284 un hombre misterioso apareció en Hamelin. Vestía un abrigo de muchos colores, ropa brillante, razón por la cual fue llamado El Flautista.
Dijo que era un cazador de ratas y prometió por cierta suma de dinero liberar a la ciudad de todos los ratones y ratas. Los ciudadanos cerraron el negocio, prometiendo que le darían la suma acordada.
El cazador de ratas sacó de su bolsa una pequeña flauta y la empezó a soplar. Las ratas y los ratones inmediatamente salieron de cada casa y lo rodearon.
Cuando calculó que ya eran todos guió a los roedores al río Weser, donde arremangó sus ropas y caminó por el agua. Los animales lo siguieron, cayeron en el río y se ahogaron.
Una vez que los ciudadanos se habían liberado de la plaga se retractaron de su promesa de dinero y, utilizando todo tipo de excusas, se negaron a pagarle.
Finalmente, el flautista se retiró de la ciudad, enojado y decepcionado.
Pero regresó el 26 de junio, el Día de San Juan y de San Pedro, a las siete de la mañana (otros dicen que fue en la madrugada), ahora vestido en traje de caza, con una expresión espantosa en su rostro y portando un extraño sombrero rojo.
Sonó su flauta en las calles, pero en esta ocasión no fueron ratas ni ratones los que lo rodearon sino niños: una gran cantidad de niños y niñas de cuatro años en adelante. Entre ellos estaba la hija mayor del concejal. El enjambre lo siguió y él lo guió hasta una montaña, donde todos desaparecieron.
Todo esto fue visto por una nodriza quien, cargando un niño en brazos, los había seguido desde cierta distancia, la cual dio vuelta y corrió a dar las malas noticias al pueblo.
Los padres desesperados corrían de puerta en puerta buscando a sus hijos. Las madres lloraban desconsoladamente. En menos de una hora, los mensajeros fueron enviados por mar y por tierra preguntando por los niños –o por cualquiera de ellos–, pero todo fue inútil.
En total, 130 niños se perdieron. Dos de ellos, alguien dijo, se rezagaron y lograron regresar. Uno de ellos estaba ciego y el otro mudo.
El ciego era incapaz de ubicar el lugar, pero narró cómo siguieron al flautista.
El mudo pudo ubicar el lugar, aunque no había logrado escuchar nada.
Un niño en pijama había marchado junto con los otros, pero tuvo que regresar a recoger su chaqueta y así escapó de la tragedia; cuando regresó, el grupo ya había desaparecido dentro de una cueva de la montaña. Esta cueva aún existe.
Hasta mediados del siglo XVIII, y probablemente hasta ahora, la calle por la que los niños desfilaron hasta la salida del pueblo se llamaba bunge-lose (sin ruido, quieta), ya que no se permitía bailar o escuchar música en ella.
Por ello, cuando una procesión matrimonial se dirige a la iglesia –que se ubica en esa misma calle–, los músicos deben dejar de tocar.
La montaña cercana a Hamelin, donde los niños desaparecieron, se llama Poppenberg. Dos monumentos de piedra en forma de cruces se han erigido ahí, uno en el lado izquierdo y otro en el derecho. Algunos dicen que los niños fueron conducidos por la cueva y que salieron en Transilvania.
Los ciudadanos de Hamelin grabaron este evento en el registro del pueblo, y lo actualizan sin perder de vista el año y el día en que los niños desaparecieron. Las siguientes líneas fueron inscritas en un muro del pueblo:
En el año 1284 después del nacimiento de Cristo
En el lejano Hamelin
Ciento treinta niños, nacidos en este lugar
Se fueron con un flautista a la montaña.
Y en la nueva entrada del pueblo está inscrito: Centum ter denos cum magus ab urbe puellos duxerat ante annos CCLXXII condita porta fuit. (Esta puerta fue construida 272 años después de que la magia alejó a 130 niños de la ciudad).
Oírle narrar esta curiosa historia me emociona.
Aquel sencillo acto de su parte, me demostró muchas cosas, no es la persona que había juzgado a principio, merece mi cariño, y… yo siempre he sido directa y casi fría en mis confrontaciones, aún en el amor, así que cuando estuvimos por fin a solas, conversé con él.
–¿Tú estás enamorado de mí? –Pregunto de forma directa– no me mientas.
–Eh, bueno, este… –Tartamudea y sonríe nervioso– pues la verdad es que sí, desde el momento que os he visto a los ojos ese día en la conferencia, has llamado mucho mi atención, te he conocido mejor y ahora no hago otra cosa que pensar en vos. Vuestros ojos, vuestros labios y vuestra sonrisa son excepcionales, pero… ¿vos sentís lo mismo que yo?
–Pensé que la directa era yo, pero ya veo que… no tenéis pelos en la lengua –Digo con risas un refrán venezolano con acento español–. La verdad es que yo también gusto de ti y además eres un excelente compañero.
–Sin embargo, yo quiero ser… más que un compañero para vos, ¿sabéis? esa historia tenebrosa, yo no sé si sea verdad, pero creo que vos me habéis embrujado con vuestra música, y os seguiría a donde quisierais, aún hasta la muerte.
Oírle hablar de ese modo entre poético y misterioso me fascina.
–Está bien, intentémoslo: quien sabe si eres tú el que me hechiza con tu galantería además, el amor no nace de pronto, el amor se hace y luego se da a luz.
–Que analogía tan peculiar sobre el amor, por eso vos me gustáis tanto.***
ESTÁS LEYENDO
La Frontera del dolor.
Lãng mạnJeremías Davalillo puede parecer un chico como cualquier otro, pero no es así, vive una vida de mentira. Toda su infancia de perfección fue sólo una ilusión, presagiada por los fantasmas del pasado de su familia: una a la que nunca debió pertenecer...