Capítulo 17: Pesadillas y llanto.

37 21 10
                                    

...Solo pido una señal, una explicación a todo lo que pasó con mi vida sin que yo pudiese decidir mi destino.

¿Por qué?
¿Por qué yo?
¡¿Acaso lo merecía?!
¡¡Dime, dímelo!!...

Jeremías pov:
Han transcurrido seis años desde que Eleiza y yo nos hicimos novios y he tomado conmigo el diario de mi madre, pero no me he atrevido a leerlo, más sin embargo lo he tomado para escribir lo que pasa en mi vida y lo que siento en las hojas que restan.

Mi tía me lo entregó.

Dice que me pertenece.

Ella no escribió mucho, mamá no escribió demasiado.
¡La extraño!

La extraño mucho.

Al parecer tengo una fuerte conexión con este diario; parece mentira que Eleiza siga a mi lado, reconozco que es un ser genial y la persona más bella que he conocido, en el liceo aún siguen señalándome y burlándose porque soy huérfano, y gracias Eleiza he aprendido a superar las críticas, pero Francisco, otro compañero del colegio, es a quien más detesto y no soporto por su arrogancia y su petulancia, he sentido tanto odio por él, que he querido matarlo y no solo matarlo, torturarlo hasta que muera para que pagase por su irritante actitud, pero Dios no ha permitido que mis macabros pensamientos, que me atormentan se consumen y todo esto es gracias Eleiza que ha sido un ángel en mi vida y es quien me habla mucho sobre el amor de Jesucristo por eso sé que Francisco no vale la pena y no debo dejar que pensamientos diabólicos dominen mi espíritu.

He vivido muchas alegrías junto a Eleiza, ella ha sido fiel al origen de su nombre "La ayuda de Dios"; ha sido a quien el Señor ha usado para guiarme hacia el perdón.

Su pasión por la música me hacho reflexionar e investigar sobre eso, es impresionante lo interesante que puede ser la historia de la música, yo soy amante de la literatura, pero Eleiza Guiraldes o... mejor dicho "Mi Elisa" como le llamo yo, me ha hecho acercarme a lo sublime de las notas.

Hace algún tiempo descubrí una curiosa historia sobre "Mi Elisa"...

En 1810, Beethoven asistió a un recital que iba a ejecutar aquella niña llamada Teresa, quién tenía fama de precoz pianista que deslumbró a todos los presentes, hasta que llegó el momento de interpretar una obra del compositor alemán.

Aturdida, la joven pianista se vio incapaz de interpretarla y abandonó la sala entre lágrimas, Beethoven corrió tras ella y para calmarla prometió componerle una sonata.

Al día siguiente, la joven pianista recibió una partitura, que al pasar de los años se convirtió en inmortal.

Se titulaba "Para Teresa"

Y aunque la pieza iba dirigida originalmente a "Therese" debido a la mala legibilidad de la dedicatoria, el musicólogo Ludwig Nohl, que en 1865 descubre el documento de la partitura en mal estado y al intentar transcribir el manuscrito original, termina escribiendo "Elise", y así por una confusión del destino la bella pieza de piano del genio musical se dedica ahora a "Mi Elisa".

Y así ocurrió conmigo por cosas de la providencia, Dios escribió el nombre de Eleiza en el viejo y desvaído pergamino de mi vida.

La primera vez que por fin me decidí acompañar a Eleiza a la iglesia, fui para no hacerle sentir mal, pero dentro de mí no estaba muy cómodo escuchando las palabras del pastor durante su predicación de los domingos.

Pasaron dos meses en los que tuve que soportar -por amor a Eleiza, pues ella siempre me recuerda aquello de: "el amor todo lo soporta"-, aquel extraño y para mí innecesario ritual de ir tomado de su cálida y tersa mano a aquellas reuniones de personas que parecen no tener problemas en su vida, o que al menos los olvidan en aquel ceremonial lugar.

La Frontera del dolor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora