Capíтυlo 10. 00: <Entre clases y crushes>.

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Un мeѕ de eмвarazo

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Un мeѕ de eмвarazo.

Jennie está un poco —muy— enamorada de una de sus compañeras de clases, que resulta ser una de sus mejores amigas también. Cada vez que coinciden en la misma clase, Jennie no puede concentrarse ni en el maestro ni a lo que dice, pues sus ojos y su atención están puestos en el pupitre número cuatro de la fila tres.

El pupitre de Jennie es el número seis de la fila dos, lo que siempre le da la oportunidad de observar por largo tiempo a su amiga, Lisa; una bonita Alfa de pava y cabello corto de color amarillo. Lisa parece nunca darse cuenta de que es observada por ella o simplemente no le da importancia.

Por más que sus amigas, una un pupitre adelante y la otra uno atrás, le llaman la atención en voz bajita para que devuelva la atención a las clases, ella no lo hace. Bueno, Jennie, aunque en un principio hace caso, es inevitable que su mirada se desvíe del pizarrón a su compañera.

—Muy bien, jóvenes, ¿alguna pregunta? —el maestro habla mientras le echa un vistazo a sus alumnos una vez culminado el tema de hoy, hasta que se detiene en uno en específico—. Señorita Jennie, ¿alguna pregunta?

—¿Eh...? —El maestro ha tomado por sorpresa a Jennie, así que ella, ante la mención de su nombre, espabila casi de golpe. Ella sacude la cabeza y, ciertamente aturdida, voltea a ver al maestro en el pizarrón—. Sí. ¿Cómo es que Drácula tiene ese peinado tan perfecto si no se puede ver en el espejo?

Sus compañeros se carcajean de ella por lo que acaba de decir. Ella se encoge en su pupitre bastante avergonzada y tímida. De seguro se escuchó como una tonta. Ahora no puede en contra de sus cachetes rojotes.

Se siente un poco mejor consigo misma cuando su amiga, Lisa, se contornea a mirarla para regalarle un pulgar arriba. Es así como ella se sume más en lo enamorada que está que en las burlas de sus compañeros.

—Sobre la clase, señorita Jennie —aclara el maestro tras echarse un suspiro lamentable.

—Oh —murmura Jennie y más tarde sonríe apenada—... Entonces no.

El maestro tuerce los ojos. Es un Omega demasiado joven y bonito para malgastar su tiempo dentro de una madriguera con un grupo de conejos inquietos y risueños, viviendo la vida como si cayese algodones de azúcar del cielo.

Hoy es viernes —por suerte para él, que ya no da para más— y todos los viernes el colegio cierra temprano porque los maestros tienen reunión en el salón de, valga la redundancia, maestros. Los viernes, además, siempre hay un espacio para charlas de todo tipo, como forma de incentivar a los alumnos.

Este viernes un nutricionista bastante aclamado en la ciudad se ha tomado el tiempo para llegar al colegio y darle una charla cortita a los salones más pequeños. El maestro recibe al nutricionista y lo invita a entrar al salón.

—Como bien saben, todos los viernes hay charlas. Hoy vino un experto en nutricionista. Denle la bienvenida —el maestro presenta al Alfa titulado y, prontamente, sus alumnos lo saludan cordialmente—. Antes de empezar con la charla, ¿alguno de ustedes tiene alguna pregunta que hacerle?

Jennie se la piensa mucho antes de subir la mano, con el deseo de que se le responda la duda que le entró tan pronto el experto en nutricionista puso pie en el salón. El maestro le da la palabra y ella hace la siguiente pregunta:

—¿Cuánto tiempo puede vivir una nutria?

—Ay, señor.

El maestro baja la cabeza y bota sus hombros, como resignado finalmente a algo por lo que pasó mucho tiempo luchando. Se masajea el puente de la nariz mientras niega, suspirando de vez en cuando. ¿Qué pecado estará pagando?

El nutricionista, por otro lado, se alza de cejas formando una línea con sus labios. La risa le quiere ganar, pero debe verse como un profesional y no perder la compostura. A diferencia de los alumnos, que se están riendo para sí mismos, de modo en que no salgan regañados.

—Señorita Jennie, el nutricionista sabe sobre alimentación —informa el maestro a su alumna más destacada, no precisamente por su intelectual—. ¿Tiene alguna pregunta sobre ello?

—Oh... —Jennie hace una O con la boca. Se toma unos segundos para procesar la información. Cuando ya la ha procesado, pregunta—: ¿Qué comen las nutrias?

—Basta —suelta el maestro sin poder frenarse, ya más rendido que nunca—. ¿Saben qué? Dejaremos la charla para el próximo viernes, sólo... lárguense y dejen de martirizar mi alma.

Tan rápidos como una docena de rayos, todos los alumnos se levantan de sus pupitres, guardan sus útiles en las mochilas y salen disparados del salón. Estando afuera, todos ellos le aplauden a Jennie por ahorrarles una aburridísima charla.

Para Jennie, lo único bueno de haber pasado tanta vergüenza en un ratito, es que Lisa la invitó a un helado saliendo del colegio. Por supuesto, van sus otras dos amigas, Rosé y JiSoo-Unnie, pero ella es optimista y lo ve como una cita.

Y para el maestro, lo único bueno de haber pasado todo un día escuchando a su alumna más rara, aunque la más estimada por él, es que el nutricionista lo invitó a una cita esta noche. Qué bien.

Al final todos salieron ganando.



























































Un Alғa lιgeraмenтe тraυмado. ♡&lt;&lt;𝒀𝒐𝒐𝒏𝑴𝒊𝒏&gt;&gt;♡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora