17

11 4 3
                                    


Pocos lo supieron. No, no es cierto. ¿A quién trato de engañar?, todo el mundo se enteró, pero lentamente lo fueron olvidando, y yo, a un ritmo incluso todavía más lento, también me convencí de que lo había borrado de mi memoria, pero ahí está ella para recordármelo, para remover con su sola presencia, los fantasmas acechantes de mi pasado. Nuestro pasado.

No, no es momento de recodar nada, ni de rememorar, no hay nada memorable en lo que a ella respecta, por mí estaría bien si simplemente desaparece, si hubiese desaparecido, así estaría mucho mejor, eso sería lo correcto.

Recuerdo cuando Keane acudió a mí, con los nudillos destrozados, pidiendo ayuda. Estuve muchas veces a punto de decirle que lo comprendía, no solo mediante una actitud empática fingida, como se suele hacer la mayoría de las veces en que se trata de sentir lo que alguien más siente sin tener idea en realidad de lo que le sucede, sino porque yo ya había pasado por lo mismo, y sí, tuve una reacción bastante parecida, no metafóricamente hablando, ya no se trata de qué es lo que haría, sino qué es lo que realmente había hecho.

Ni siquiera él lo recordó, y fue algo afortunado. Espero que no se haya inspirado en mí para actuar del modo en que actuó con ese otro chico, porque entonces yo ya no me sentiría nada a gusto. De hecho, ahora que lo pienso, no me siento nada bien, con ella sujetándome del brazo, obligándome a permanecer cuando tengo ganas de largarme, de irme lo más lejos posible de su lado.

— ¿Qué haces aquí? —pregunto y le lanzo una mirada furiosa. Sigue teniendo ese mismo odioso look, odioso sólo porque es suyo, ya que en alguien más se vería estupendo. El cabello muy largo y ligeramente ondulado, esa clase de rizos incompletos que forman grandes bucles por la mañana y son lisos al final del día. Eso, y una combinación poco atractiva de colores: las puntas azuladas, la mitad verdosa y las raíces rosas, todo un espectáculo multicolor, otrora llamativo, pero ahora ridículo, hablando por mí, únicamente, pues puede que alguien más le encuentre gracia a ese amasijo de tonos.

— He venido de visita, me dijeron que ibas a dar una fiesta, y no quería perdérmela.

No otra vez, yo había dado vuelta a la página y no quiero releer esa horrorosa y absurda historia. ¿Por qué justo cuando me encuentro tan bien?, ¿por qué vuelve cuando creo que por fin tengo algo perfecto?

— No eres bienvenida, pero si así lo deseas, puedes ir a dar una vuelta por el patio trasero, ahí están todos, toma un par de cervezas, haz lo que quieras, pero yo también iré a dar una vuelta, y para cuando regrese, espero que ya no estés aquí. —Por dentro ardo de rabia, pero le he dicho todo aquello mostrando una sonrisa triunfal, solemne.

— Ah bueno, entonces quiero ir mejor a dar la vuelta contigo. —dice, y me sigue sujetando del brazo. Mientras más tiro yo, ella aplica más fuerza.

— ¿A qué crees que me refiero con que no eres bienvenida?, no te quiero ver aquí. —y solo entonces sujeto su mano y la obligo a soltarme. Un coche pasa lentamente, deslumbrado por los faros apuntando directo hacia la carretera. El conductor, un chico con finta de ir muy ebrio, se queda mirando unos segundos y después vuelve al volante. Lo ignoro, me siento incómodo.

— ¿Por qué tienes que ser tan frío? —se burla, encima de todo, se burla. Se ríe, una risa odiosa brotando de su garganta. La odio más que nunca, creí que ya no existía tal nivel de odio, pero claro que lo hay, yo lo estoy sintiendo y todo está muy claro. Así que decido dejarla con la boca callada, a mi nuevo modo.

— Créeme, podré ser frío contigo, porque te lo mereces, pero hay alguien más que me diría exactamente lo contrario. A mí me diría ardiente.

Estalla en una carcajada estridente, escupiendo unas gotas de saliva, de las cuales, algunas van a parar directo a mi rostro. Me limpio sin disimulo, mientras ella se arquea frenéticamente, desternillándose en una risa malvada, burlona.

Todo lo que he querido decirteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora