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Debajo de mí Está bien, no te preocupes, que le había enviado como último mensaje, y que ya había visto, ella pone:

Oye, te aviso a ti porque sólo tengo tu número, pero mañana no podré ir. Y bien, me da un poco de pena, pero cuando terminen las clases, ¿podrías pasarme lo que hayan hecho? No estás obligado ni nada, sólo dime si podrías.

Era eso, se trataba de algo importante y yo tardé una hora entera en verlo. Dos cosas pasan por mi mente, una negativa y la otra, al contrario, era positiva, un avance. Lo negativo radica en que pasaría el día entero mirando hacia un asiento vacío, no la vería a ella, lo cual se iba a convertir en un fastidio, ya lo he pensado antes, y es que si las clases son el único lugar en el que podemos estar juntos por el momento, ¿cómo se atreve a quitarme ese privilegio, esa posibilidad que tengo de jactarme por estar al lado de la chica más hermosa?, pero bien, no iba a cuestionarle nada. Y la parte positiva era que había acudido a mí, y yo con gusto le pasaría lo que necesitara, sólo tenía que pedirlo, y ese paso ya lo había dado, de modo que yo no iba a negarme.

Claro, yo te paso lo que hagamos, no hay problema. ¿Todo bien?

Y justo cuando lo envío me arrepiento de haber preguntado si todo estaba bien. Si no me quiso contar nada más es porque no me incumbe, pero, en fin, ya está hecho.

Ella no se ha conectado en un buen rato, prácticamente desde que envió el mensaje, y por lo visto, al menos por hoy no tiene nada más que decirme. Me desconecto de la red para que nadie más me moleste, y entonces Charlie entra muy entusiasta, y ya entiendo a qué se refería ese "algo".

— Ya llegó la fiesta. —anuncia, y me muestra dos botellas de vodka, de buena calidad, según parece, lo cual me anima un poco. Creo que son de la misma marca que a veces bebe mi padre. Le he visto varias de esas botellas en su colección.

— Es miércoles, y son las 8 y media de la noche, ¿por qué crees que deberíamos ponernos ebrios?

— Trevor, el uso de los días es una construcción social, si a alguno de nosotros nos fuera borrado de la memoria ese sistema de clasificación, los días dejarían de tener sentido, no habría una diferencia estricta entre lo que se conoce, por ejemplo, cómo sábado o cómo miércoles y lo que se supone que uno debería estar haciendo según el día. Y la hora, bueno, cualquier hora es apta para beber, los movimientos de la Tierra no deberían afectar nuestros hábitos, ¿no has escuchado de gente que ha alterado sus estados de vigilia y sueño y duermen durante el día mientras que se mantienen despiertos por la noche?, no hay ninguna excusa.

— Pues contra eso no puedo decir nada.

Charlie siempre busca el modo de que cualquier cosa que diga tenga el sustento suficiente para sonar como una verdad ineludible, aunque se trate de un disparate. Es muy hábil en ese aspecto, y así es capaz de convencer a cualquiera de lo que él desee, y yo no soy la excepción. Lo mejor de todo es que no lo dice como si fueran datos científicos, sino como palabras adaptadas a su vocabulario, y lo expresa con suma tranquilidad, mostrando que sabe de qué habla, aunque en verdad se lo acaba de sacar de la manga sólo para salvarse el pellejo. De todas formas, pienso que es una estrategia muy inteligente.

— Esto es para que te vayas acostumbrando. —me dice cuando vuelve a tomar asiento en mi cama.

— ¿A qué?, si traes más, no creo que las bebamos, tengo clase mañana y no quiero llegar ebrio.

— No, no, me refiero a que mañana habrá una fiesta, ¿ya lo olvidaste? una pequeña reunión, puedes invitar a los amigos que ya tengas de tu clase.

— No lo sé, tal vez no vaya, no creo que después de esto —señalo la botella y él me la entrega, está fría, lo que quiere decir que la tenía dentro de una hielera— me queden ganas de más.

Todo lo que he querido decirteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora