Un flamante Dark Horse se detiene en la entrada del Mt. Pleasant Cementery. Aunque había sufrido un choque algunos meses atrás, el proceso de restauración al que fue sometido lo dejó radiante, sin el menor atisbo de un rasguño.
Un chico con una tupida mata de cabello oscuro y ondulado, y barba de un par de meses conduce, y a su lado, una hermosa chica se cubre los rayos del sol del mediodía con unas gafas oscuras.
— ¿Quieres que vaya contigo? —pregunta ella, a la vez que da un ligero sorbo a una botella de agua, que descansa entre sus piernas.
— No, Kate, sólo me tardaré un momento. —responde él, quien bebe de una lata de cerveza casi vacía, que también llevaba entre las piernas. No se detiene hasta que la termina, pero no se siente ebrio, últimamente no logra ponerse ebrio totalmente, no importa cuánto beba.
— No tardes.
— No lo haré.
Kate se estira y le planta un beso en la mejilla, muy cerca de los labios, y enseguida vuelve a su asiento. Trevor le devuelve una sonrisa, se mira un segundo en el espejo retrovisor, y después se reclina con un ademán fatigado en su asiento.
— Tal vez debería afeitarme un día de estos. —admite finalmente.
— ¡Ya era hora! —le agradece ella, que no había logrado acostumbrarse al tacto de esa piel del rostro cubierta por tantos vellos.
Trevor abre la puerta y toma un bastón de la parte trasera del coche. Lo necesita para apoyarse y no forzar demasiado sus piernas, aunque los diagnósticos han arrojado que sus huesos rotos para ese momento ya han sanado en más del 80%, y que con un poco más de reposo, pronto estaría capacitado para realizar cualquier deporte. El bastón es tan sólo una herramienta, puede caminar bien sin él, pero siempre corre el riesgo de una caída, y esta sí podría deshacer el trabajo que ya han superado sus huesos, es mejor prevenir siempre cualquier tipo de accidente.
Avanza hasta la verja, e introduciendo un brazo entre dos gruesas y oxidadas barras cilíndricas, descorre el cerrojo, que a esa hora y hasta entrada la noche se mantiene abierto, más no así la verja entera, cada visitante debe abrirla por sí mismo y a su salida volver a poner el cerrojo. Es un acuerdo que prácticamente todos ahí conocen, y no tienen motivo alguno para dejar de hacerlo.
Cruza el umbral, sin dejar de apoyarse sobre su bastón en ningún momento. Él mismo se hacía bromas y se comparaba con un anciano. No le gusta absolutamente ese bastón, lo odia, pero tampoco puede dejarlo, se lo han advertido, y después de unas pocas y agobiantes luchas interiores, acabó por acostumbrarse a él.
Mientras vuelve a cerrar la verja para asegurarse que no sea el viento el que lo haga por él, echa una mirada hacia su coche, sólo para darse cuenta que se ha dejado el vidrio de su puerta abajo. Se trata de un ligero inconveniente por el que no pretende volver tras sus pasos, pero que también tiene una segunda utilidad más apreciable: en lugar de toparse con el bloqueo de una ventana oscura, la claridad del día le permite penetrar hasta un poco más allá, hasta la hermosa chica que reposa cómodamente sobre el asiento del copiloto, esperando el retorno de Trevor.
"Es hermosa", se dice para sí mismo, y esta es una de las pocas ideas que jamás mutan en su conciencia, que permanecen iguales que al comienzo sin importar todos los cambios que ocurran en su vida. Y es que no se trata simplemente de una idea, sino que para él va mucho más allá: es una verdad imposible de negar.
Sonríe una vez más. Se siente especialmente feliz, y la presencia de Kate potencia aquella felicidad hasta magnitudes insospechadas, incomprendidas, pero todavía bastante disfrutables, es aquella sensación de bienestar, de una auténtica euforia, en donde los músculos del rostro siempre buscan el modo de mostrar sino una sonrisa completa, si el esbozo de una, y del resto del cuerpo desaparece cualquier dolor. Su única desventaja es que en este estado extasiante el tiempo corre muy deprisa, las horas vuelan cual si fuesen minutos, y la mañana da paso al atardecer en apenas un pestañeo, pero un pestañeo que él no cambiaría por nada más, uno que vale cada segundo empleado, porque aunque transcurriera más rápido, no es tiempo perdido. Ya no.
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Todo lo que he querido decirte
RomanceTrevor narra sus primeros días en la universidad, donde queda fascinado por una chica de la que ni siquiera conoce su nombre. Todo parece ir bien entre sus cavilaciones y recuerdos confusos se acerca a una extraña verdad que lo atormenta y que se oc...