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— Viejo, ¿por qué tienes que apuntarme con esa cosa?, me vas a dejar ciego. —protesté. Tenía la intensa luz de una lámpara de mano atravesándome un ojo, y no podía ver nada más que un difuso resplandor, un destello sin forma, pero que no se detenía nunca; sólo parpadeaba, eso sí, con los espasmódicos movimientos de la mano que la sostenía.

— Te acabas de dar un golpe muy fuerte en la cabeza, necesito saber que vas a seguir vivo. —fue la respuesta que recibí, pero noté una extraña característica del sonido: no era lo que yo podría llamar cercano a la normalidad, vibraba, se alejaba y luego se acercaba, o al menos esa era la sensación que me daba.

— No es cierto. Yo no me he golpeado nunca en la cabeza. —Protesté una vez más.

A mi alrededor todo era confusión, una marejada interminable, golpes que me procedían uno tras otro para acabar de joderme. Y, sin embargo, parecía que mi memoria reciente se había averiado, porque no sabía cómo había acabado en ese lugar.

Una habitación, esa es la mejor descripción que yo podía darle, sabía que no era mía porque no contenía ninguno de los detalles que caracterizan mi propio espacio, aquel que me pertenece. Había unas 5 personas, pero desde mi visión afectada por la cegadora luz, no tenía la habilidad de reconocimiento facial, no eran más que sombras, siluetas, bultos que se apiñaban a mi alrededor, y sí, es cierto, me robaban el aire.

Al otro lado de la luz, por detrás de aquel sonido que ondeaba de un modo bastante extravagante, se hallaba un estilo igual de extravagante, de hecho, igual al mío. Una larga melena rizada definió a Charlie, era él quien me estaba inspeccionando las pupilas.

Pero de algo estaba bastante seguro, y es que yo no me había golpeado la cabeza en ningún momento. Podía estar confundido y no recordar cómo había llegado hasta ahí, pero no a tal grado de desconocimiento total de mis circunstancias y mi situación actual.

Lentamente se fueron revelando el resto de las siluetas. Salí lentamente de entre las sombras, como si tras permanecer un largo rato sumido en un sitio fangoso apenas vislumbrara una luz que me revelara lo que había estado ahí, justo frente a mí todo ese tiempo. Sí, estaba emergiendo, pero era un poco difícil arrancarme el fango que había acumulado en los ojos. Aunque bien es cierto que no hizo falta forzar la visión para saber quiénes estaban ahí conmigo. Sus melenas largas los delataban, eran cada uno de mis mejores amigos, mis camaradas, pero el asunto ahora era saber un par de cosas a las que todavía no tenía acceso a través de mi memoria: ¿qué estábamos haciendo ahí?, ¿dónde estábamos?, ¿y qué demonios significaba aquello de que me había golpeado la cabeza, supuestamente tan fuerte como para tener que revisarme los signos vitales y verificar que no estuviese muerto o con una lesión cerebral importante?

— ¿Qué es todo esto? —indagué. Charlie se había guardado la linterna en un bolsillo de su chaqueta. Entonces descubrí más detalles, porque la luz de la habitación estaba encendida, lo cual quería decir que era de noche.

— ¿Qué es lo que recuerdas? —Peter, una de las pocas veces que no utilizaba su forma burda de tratar siempre las cosas, por muy importantes que fuesen estas. Lo noté preocupado, una de esas ocasiones en que una risa inoportuna no salió de su garganta para quedar como un tonto o arruinarle el rato a alguien más.

La puerta estaba cerrada, yo estaba sobre una cama pequeña, bastante incómoda a mi parecer. El empapelado de las paredes había sido retirado recientemente, y sólo había unas tres cuartas partes de la superficie pintadas de un pálido color azulado que lastimaba los ojos con un molesto efecto del reflejo añil. En las partes que faltaban por pintar, se notaban algunos fragmentos adheridos fuertemente por el pegamento, del que sobresalían trozos del empapelado que se habían negado a caerse; pero estos eran tan pequeños, que más bien parecían gotas salpicadas de una capa de pintura anterior a la que ahora predominaba, y desde mi punto de vista no pude descifrar el patrón que alguna vez tuvo el empapelado en su conjunto.

Todo lo que he querido decirteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora