¿Qué es el amor?
Podría explicarse desde una metáfora muy simple. Es como una pequeña semilla que germina en una circunstancia imprevista. Basta con darle un vistazo a alguien a mitad de la calle, con cruzar la mirada sin saber que esa persona va a convertirse pronto en el amor de tu vida. La semilla crece, pronto le comienzan a salir raíces, que se internan con nudos espinosos en lo más profundo del ser, que tocan hasta las fibras más sensibles, se instalan por todo el sistema como un virus y llegan a tomar el control. No es una clase de semilla que dé frutos, siempre va hacia adentro, no hacia afuera, no se ve florecer, sus espinos crecen en una sola dirección, se aferran, se alimentan, toman espantosas formas, que, sin embargo, no siempre pueden salir a la luz.
Y sigue cavando, pronto se vuelve totalmente imposible hacer morir lo que en un momento fue una pequeñísima y ligera semilla aparentemente inofensiva, porque al matarla, morirías con ella, te pertenece tanto como tú a ella. ¿Quién es ella?, ¿la semilla?, claro que no, ella es la persona que te ha obligado indirectamente a plantar ese aterrador jardín en el fondo de tu alma, ese mismo que te matará si se lo permites, y en el afortunado caso que no mueras, que logres sobrevivir cuando te arranquen de raíz ese amor que te has inventado, entonces vas a quedar tan destrozado que lo que te reste de vida será como si estuvieses muerto, y verás todo desde una perspectiva sombría, comenzarás a odiar lo que alguna vez amaste, pero esta nueva perspectiva te dará algo que nunca antes tuviste ocasión de ver (porque el amor te había nublado el pensamiento): discernirás, conocerás la verdad del ser humano, porque es probable que los humanos seamos malos por naturaleza, y sólo hace falta que conozcas también la falsedad del amor para que accedas y comprendas esa condición extraña a la que todos pertenecemos y que una gran mayoría se empeña todavía en negar.
No quiere decir que cada vez que te enamores y hagas crecer esa semilla vas a desear morir cuando te la arranques. A veces no llega al fondo, no cava tan profundo, y eso quiere decir que no amaste de verdad. ¿Cómo podrías saberlo?, porque cuando dejes de hacerlo, vivirás en carne propia lo que será seguramente el mayor de todos los dolores, y evidentemente, nadie está preparado para ello. El único modo de saber si es amor real es perdiéndolo, pero claro, para cuando eso suceda, ya será demasiado tarde para tratar de remediar la situación; para entonces, ya no quedará de ti más que un despojo humano, una piel y un cuerpo falsos encubriendo el vacío que ha quedado.
¿De qué sirve entonces conocer el verdadero amor si de todas formas vas a acabar perdiéndolo?, pues bien, no hace falta perderlo, no es obligatorio, pero sólo así uno puede darse cuenta de que era real, que era el definitivo. Es un dilema seguramente incomprensible, pero sólo si se aborda desde ese punto destructivo.
¿Podríamos en tal caso, desistir ante el discernimiento de si es o no el verdadero amor aquella persona con la que estamos?, claro, es lo evidente, porque la ignorancia nos hace felices: cuanto mayor es nuestro conocimiento, mayor es también nuestra infelicidad, al saber más y más cosas antes desconocidas, tenemos mucho más de que preocuparnos.
¿Cuál es el objetivo de una vida en la que se convive por siempre con alguien que nunca fue el amor verdadero?, supongo que consiste en hacernos creer que sí lo es, aunque nuestros medios de comprensión internos y profundos nos digan todo el tiempo lo contrario. Y es que podría ser mucho más conveniente entregarle la vida entera a alguien que no es el amor de tu vida, a destrozarte tras descubrir que acabas de perder al verdadero, al que sí lo era y que no vas a poder recuperarla nunca más.
¿Qué es nuestra vida, sino una constante mentira parcialmente aceptada?, es parcial, porque a pesar de saber que muchas de las cosas que damos por hechas tienen otro rostro, el rostro de la verdad, a la vez no queremos conocer ese otro rostro, porque es tan malo, tan escalofriante (igual que nuestra condición humana, tan humanamente deshumanizada) que a veces es mejor dejarlo quieto, no remover ese pesado sedimento que lo cubre, y enterrarlo todavía más, logrando con ello mantenernos vivos en una creciente red de mentiras que no acabarán jamás, ni en el momento de morir. Claro, a menos que ese sea el instante preciso en el que nuestra consciencia acceda a la verdad absoluta, pero en tal caso, entraríamos en un nuevo dilema: ¿de qué nos sirve saberlo todo, si ya ni siquiera tenemos un cuerpo ni nadie a quien comunicárselo, si sólo somos una consciencia impalpable que viajará por los escondites más extravagantes del tiempo y del espacio, incluso si ese tiempo y espacio es interior?
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Todo lo que he querido decirte
Storie d'amoreTrevor narra sus primeros días en la universidad, donde queda fascinado por una chica de la que ni siquiera conoce su nombre. Todo parece ir bien entre sus cavilaciones y recuerdos confusos se acerca a una extraña verdad que lo atormenta y que se oc...