El Vikingo y el Extranjero

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En una noche que nos sorprendió una tormenta al llegar a la costa, solo nos salvamos yo y un hombre que recogimos para llevar junto al señor de la aldea. En realidad, no sabía quién era. No sabía si en la hora de la verdad me traicionaría. Antes de que amaneciera, recogimos víveres y algunas cosas útiles. Pasamos la noche en un bosque a pocos metros de la playa. El hombre me tapó la boca y señaló hacia la playa; había hombres. Creo que nos estaban buscando. Salimos de allí y nos fuimos a esconder a una mejor zona. Cuando ya llevábamos bastante andando, le dije al hombre misterioso:

—¿Por qué no me delataste a los soldados de la playa?

—Tengo que decirle algo importante a tu jefe, y si eso implica salvarte la vida, lo haré.

El silencio invadió el bosque, era incómodo para el vikingo. Al no poder más con el silencio, le preguntó:

—Por lo menos dime cómo te llamas para poder dirigirme a ti, ¿no?

—Yuki.

—¿Qué clase de nombre es ese?

—A ver, ¿y el tuyo?

—Grudun.

—Pues anda que el tuyo. En mi pueblo, ese nombre lo tienen los monstruos del bosque que andan en la noche.

—Ya, pero por lo menos no suena al ruido que hace la lluvia en el suelo.

Se miraron y empezaron a reírse.

Al día siguiente, fueron hasta la ladera oeste de la montaña de los dos picos. Es el nombre que le dieron a esa montaña antes de que la tormenta los sorprendiera. Es la primera montaña que se ve si entras desde el mar. Desde allí podíamos guiarnos mejor. En el camino hacia la montaña de dos picos, hay un poblado. A simple vista no parece que haya gente. Grudun le hizo una señal a Yuki para que fuera a ver desde los árboles si había alguien más. Volvió al sitio de origen.

—Desde arriba no se ve a nadie.

—En las casas tampoco hay gente, esto me da mala espina.

Rodearon el pueblo. Al pasar el pueblo, a unos kilómetros había una fortaleza.

—Demasiado grande para solo vivir la gente del pueblo que dejamos atrás.

—Ya, esto no me gusta.

Se salieron de los caminos para que no pudieran rastrear sus huellas. En el camino se escuchan ruidos de pasos.

—Son demasiados para que solo estén haciendo la ronda - dijo Yuki.

—Ya. Si por lo que sea, nos rodean, pon tu espalda en mi espada, así cubrimos más radio.
Yuki asintió.

Llegaron a un descampado, no se atrevieron a salir porque ya sabían que era una emboscada. Desde atrás de ellos empezaron a tirar flechas. Lograron que Yuki y Grudun salieran. Los rodearon y ellos se tocaron las espaldas. Al estar espalda con espalda, cada uno tenía un lado. Se acercaron los soldados a ellos, dos soldados hicieron un amago de atacar a Yuki. Este desenfundó una espada pequeña y, con un movimiento rápido, rajó a esos dos soldados como si nada, en el cuello. Todos los soldados se quedaron inmóviles, los de enfrente a Grudun se decidieron a atacar de dos en dos. Uno de ellos se adelantó, Grudun cogió una piedra del suelo y se la lanzó en toda la cara. El soldado cayó. Grudun cogió la espada del soldado y, en un movimiento brusco pero muy rápido, le clavó la espada en la cabeza. Empezó a salir sangre en todas direcciones. Los soldados ya no sabían qué hacer, estaban inmóviles después de ver cómo se movían esos dos hombres.

Empezó a sonar un cuerno de bisonte. Los soldados dejaron un pasillo. Se escuchó un galopar de un caballo. El caballero paró el caballo justo a dos milímetros de ellos dos. El caballo levantó las patas de adelante y apoyó solo las patas de atrás en el suelo; parecía el caballo de Odín, pensó Grudun. El caballo tomó carrerilla.

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