En el calor del desierto, solo podíamos hacer dos cosas: una, buscar un oasis o, en su defecto, una palmera que nos cobijara del calor; y la segunda, encontrar una cueva, aunque eso seguro que es más difícil de lograr. Estoy dando tumbos por el desierto, ya ni sé por dónde ir ni a dónde voy. Las fuerzas se me van por momentos. A lo lejos veo el mar, pero nunca llego a él; eso me hace ir más rápido y, por lo cual, las fuerzas se me van antes. Noto la arena en la cara. Cuando despierto de nuevo, me encuentro en un oasis. Miro alrededor y solo hay camellos. Antes de levantarme, recuerdo que estaba con alguien, pero no recuerdo con quién. De la nada sale un hombre muy pequeño.
—Te creía muerto en el desierto – dice el hombre.
—Ya. No recuerdo mucho, la verdad. Creo que venía con alguien, pero no me acuerdo de mucho más.
El hombre me mira fijamente y me susurra al oído.
—¿Estamos aquí por ti?
—¿Por mí?
—Sí.
—Solo estaba vagando por el desierto, nada más.
—¿Y qué hacías vagando por el desierto?
—No lo sé – me quedo pensando.
En un segundo, cambiamos de lugar. Ahora estamos en una cueva o algo parecido. De fondo se ven unos hombres embalsamando a otro hombre.
—¿Pero qué hacemos aquí?
—No te suena el hombre al que están embalsamando.—dice el hombre.
—Soy yo.—estoy en shock.
Cambiamos de lugar de nuevo, y ahora estamos en un templo, todo muy bien adornado. En frente a nosotros, un hombre sale a un balcón y habla a la multitud.
—Eres tú, Keops. Acabamos de ver tu tocar fondo, tu muerte y tu gloria. Ahora estás preparado para ver más.
—¿Ver más? ¿Pero quién eres?
—Soy Amón, dios de la creación.
Keops no entiende nada. ¿Te puedo hacer una pregunta?
—¿Qué hacía vagando por el desierto?
—Estabas en la fragua de la batalla y caíste al inframundo. Pero yo te saqué. Vas a ser muy grande, un faraón legendario. Pero ahora vete ahí y gana la batalla.
Keops se despierta en el desierto. Se levanta y va hacia donde le guían las voces. Se esconde entre las dunas y ve a lo lejos un campamento.
—Malditos persas – dice Keops en voz baja.
Espera a que se haga de noche, entra en el campamento persa, y en una de las tiendas que está vacía, encuentra una daga. Entre sigilo y sigilo, aniquila uno a uno. Cuando llega a la tienda del general persa, ya quedan pocos soldados. Cuando parece que todo va a acabar, el general abre el ojo y le da un puñetazo a Keops. Keops cae al suelo. El general persa le da patadas y puñetazos. El general le saca por lo menos tres cabezas de alto y otras tantas de ancho. Pero Keops es más astuto. En un descuido del general, Keops consigue hacerse con la espada y acaba con su vida. Así, Keops llega a Egipto venerado como un dios. Días después, manda construir su pirámide.
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Relatos Diversos #CheyllsAwards
Short StoryRelatos, Cuentos, Fábulas, Leyendas, Mitos, Crónicas, Historias o Curiosidades.