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—Todavía está dormida —dijo Lisa en voz baja mientras abría la puerta para que Jennie entrara, tomando suavemente la bolsa de Jennie mientras luchaba por quitarse su abrigo de invierno. Jennie suspiró, con el corazón pesado. —He intentado no despertarla. No tengo idea de cuándo logró quedarse dormida ayer, así que no quería arriesgar nada —agregó mientras entraba a la sala de estar, dándole a Jennie un poco más de espacio.

—¿Cómo le va? —preguntó Jennie, quitándose las botas y pateándolas hacia la esquina donde estaban los zapatos de Tn y Lisa, aunque un poco más ordenados que los de Jennie ahora. Lisa se dirigió a la sala de estar, llevándose la bolsa de Jennie con ella. Jennie se metió apresuradamente los pies en las pantuflas negras que Tn le había comprado hace mucho tiempo y siguió a Lisa.

—No muy bien, pero como se esperaba, supongo. Lloró anoche mientras veíamos Love Actually —dijo Lisa con una sonrisa triste, abrazando su rebeca contra su cuerpo mientras se sentaba en el sofá—. Y dudo mucho que haya tenido algo que ver con la película.

—Te puedo asegurar que no tuvo nada que ver con la película —dijo Jennie, sentándose en la silla que daba en dirección a la habitación de Tn. Si hubiera sido Jennie la que lloraba, seguro, siempre era la película, pero Tn era más dura que eso. Aunque ahora lloraba mucho más libremente, todavía le costaba liberar sus sentimientos.

Jennie solo podía mirar a su novia, con el pecho apretado mientras se sentía completamente inútil. La cama de Tn era visible desde el asiento favorito de Jennie, las orquídeas que estaban en los estantes sobre su cabecera saludaban a Jennie con sus raíces largas y crecidas. Tn se daba vueltas en su sueño, su edredón se movía mientras trataba de encontrar una posición cómoda.

Tn siempre dormía inquieta cuando estaba molesta.

-Ha pasado un año -dijo Lisa, volviéndose para mirar a Lisa- Desde… ya sabes

Un año.

Un año entero desde que Jennie había dicho adiós a Tn a través de las gruesas ventanas de vidrio del tren que la llevaría a casa de sus padres. Un año entero desde que Jennie se había quedado despierta toda la noche hablando con Tn, esperando a que ambas se desmayaran de agotamiento. Un año desde que había recogido a una niña con el corazón roto fuera de la casa de su infancia, rechazada por su fe, sus padres y su hogar.

-Lo sé -dijo Lisa asintiendo, una expresión sombría se apoderó de su rostro, como las nubes que cubrían el sol- Es difícil de olvidar -agregó con amargura, apretándose los brazos alrededor de sí misma. Y Lisa lo sabría.  Junto a Jennie, ella era la que se sentaba con Tn hasta las primeras horas de la mañana cuando no podía dormir y la consolaba cuando de repente rompía a llorar porque algo le recordaba a su hogar.

Y como Tn seguía diciendo, ella y Lisa eran iguales. Ambas parecían flotar al borde de su familia, no aceptadas ni bienvenidas, pero tampoco aisladas ni expulsadas.

-Hmm -dijo Jennie a falta de algo más útil. Era una sensación con la que se estaba familiarizanda terriblemente. Sentirse completamente inútil. Se sintió así en el tren de regreso a casa desde Busan y muchas veces después. Trató de hablar con Tn, y lo hicieron, pero no importaba cuánto hablaran, no ayudaba mucho. Jennie no podía hacer que el dolor desapareciera, y no podía cambiar la familia de Tn sin importar cuánto quisiera.

Se reclinó en el asiento, cruzó las piernas y se sintió inquieta.

-Sabía que sucedería en algún momento, que recordaría todo eso de nuevo, pero de alguna manera esperaba que recordara todas las cosas horribles que sus padres le habían hecho y que de alguna manera comenzara a odiarlos -dijo, las palabras que había tratado de contener durante tanto tiempo se le escaparon de repente. Jennie lo había intentado. Trató de no descargar su propia ira sobre los padres de Tn, pero era difícil. Podían lastimar a Jennie todo lo que quisieran, pero ver a alguien lastimar a Tn era imperdonable- Sabía que también arruinarían esta Navidad. Sabía que encontrarían una manera de arruinarla para ella otra vez -continuó Jennie, las palabras simplemente brotaban de ella, sus manos se curvaron instintivamente en puños.

𝐎𝐥𝐲𝐦𝐩𝐮𝐬 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora