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Nunca era fácil acostumbrarse a un adiós. Abril nunca podía.

Llegaban tan inesperadamente. Cada vez que Abril pensaba que las cosas estaban llegando a ser casi perfectas. Y cada vez, le dolía en todas las mismas formas.

Era el primer día de diciembre. Se suponía que iban a celebrar. Samantha incluso había salido la noche anterior y había conseguido crema batida para que pudiera poner caras sonrientes en sus panqueques. Puso su alarma más temprano para que pudiera estar levantada antes que Abril y Presley.

Es por ello que se sorprendió cuando la voz preocupada de su esposa la sacó de su sueño.

— Sami...

Incluso en su estado medio consciente, Samantha sabía que algo estaba mal. Rápidamente abrió los ojos, mirando hacia su esposa en confusión.

— ¿Huh?

— Él está enfermo.

Frunciendo las cejas, Samantha se incorporó.

— ¿Quién?

— Wolf —Abril bajó la voz y ella asintió al bulto de mantas en sus brazos.

Samantha se estremeció.

— ¿Cómo?

— Él sólo lo está —Abril negó con la cabeza, sin esperar las preguntas de Samantha—. Necesito ayuda.

— Déjame verlo —dijo Samantha en voz baja, extendiendo sus manos. Podía ver la preocupación en la cara de su esposa y su insistencia de manejarlo con el máximo cuidado cuando Abril lo pasó a sus brazos.

— É-él no comió anoche. O en la mañana —Abril murmuró, lentamente sentándose junto a Samantha en la cama y viendo mientras estudiaba cuidadosamente al viejo gato blanco—. Él no quiso salir cuando abrí la puerta.

— Eso es raro —susurró Samantha, con cuidado, presionando sus dedos alrededor de su cuello y dándose cuenta de que la respiración del gato era más lenta—. ¿Dónde lo encontraste?

— Escondido —Abril asintió, extendiendo la mano y colocando su mano sobre la de Samantha—. Bajo el sofá. ¿Qué hacemos, Sami?

Fue en ese punto que Samantha se dio cuenta del pequeño par de ojos observándolas. Se dio la vuelta y echó un vistazo a la puerta, donde Presley estaba de pie en su pijama de color azul claro, chupando su pulgar y mirándolas con preocupación.

— Voy a llamar al veterinario —Samantha asintió, acomodando al animal enfermo en sus brazos—. Necesito que vayas y vistas a Presley por si acaso tenemos que irnos, ¿sí?

— Sí —susurró Abril, levantándose lentamente y mirando hacia la puerta.

— Hey —Samantha se detuvo para extender la mano y tomar la mano de Abril. Ella la miró a los ojos, dándole una suave sonrisa—. Todo va a estar bien.

No estuvo bien, por desgracia.

— PIF. Peritonitis infecciosa felina —explicó la veterinaria, girando de su computadora para hacer frente a la pequeña familia de pie delante de ella. Presley estaba en los brazos de Samantha, acariciando al gato blanco que estaba sobre la mesa delante de ellas.

— ¿Qué tenemos que hacer? —preguntó Samantha, mirando por encima a Abril. Su esposa estaba de pie detrás de ellas, con un poco de temor por la habitación en la que se encontraban. Nunca le habían gustado los consultorios de ningún tipo.

— Bueno, tienen dos opciones —la mujer abandonó el portapapeles en sus brazos y apoyó los codos en la mesa de metal frío—. Pueden llevarlo a casa con ustedes y dejar que la naturaleza siga su curso, o le pueden ahorrar unos cuantos días de sufrimiento y ponerlo a dormir.

Green ( rivari)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora