Me desperté en una habitación fría, sin ventanas. El aire estaba viciado, como si la desesperanza se hubiera acumulado en esas cuatro paredes durante años. La puerta estaba cerrada con llave, y aunque mi primer instinto fue intentar abrirla, supe de inmediato que no tenía sentido. Estaba atrapada, sin salida.
Richard no tardó en entrar. Su presencia llenó el espacio, como una sombra oscura que se cernía sobre mí. Me miró con esos ojos fríos, calculadores, que no mostraban ni una pizca de compasión. Para él, yo no era más que una posesión, un objeto que podía usar y controlar a su antojo.
—Levántate —ordenó con una voz que no admitía resistencia.
Me obligué a levantarme, aunque todo mi cuerpo temblaba. Quería parecer fuerte, quería demostrar que no me rompería fácilmente, pero por dentro, el miedo me consumía.
—Tu vida aquí va a ser simple, Kristen. Harás lo que te diga, cuando te lo diga. No habrá preguntas, no habrá quejas. Te daré lo que necesites para sobrevivir, pero nada más. ¿Entendido?
Asentí, demasiado aterrada para decir algo. Cada palabra suya era como un golpe, una confirmación de que estaba completamente bajo su control. Sentí que el peso de su dominio se hacía más fuerte, como una soga que se apretaba cada vez más alrededor de mi cuello.
—Buena chica —dijo, y por un instante, vi una pequeña sonrisa en sus labios, pero no era de amabilidad. Era la sonrisa de un hombre que sabía que había ganado, que sabía que tenía todo el poder.
Cuando salió de la habitación, la puerta se cerró con un clic seco, y el sonido resonó en mi mente como un recordatorio de mi nueva realidad. Estaba completamente sola, sin nadie en quien confiar, sin esperanza de escapar.
Pero no me rendiría. Por Kahori, no podía permitirme caer en la desesperación. Si iba a sobrevivir a esto, tenía que encontrar una forma de luchar, una forma de recuperar mi vida. Richard me controlaba, pero aún había una chispa en mí que él no podía apagar.
Me acerqué a la pequeña cama en la esquina y me dejé caer sobre ella, abrazando mis rodillas con fuerza. Las lágrimas amenazaban con brotar, pero las contuve. No podía permitirme mostrar debilidad, no cuando todo lo que tenía era mi determinación de sobrevivir.
Esa noche, mientras la oscuridad me envolvía, juré que encontraría una forma de escapar de esta pesadilla. Richard podía haberme encerrado en su mundo, pero no podía destruir mi voluntad. No aún. Y mientras mi corazón latiera, seguiría luchando por Kahori, por mi libertad.
[...]
Pasaron dos días antes de que Richard volviera a la habitación. Dos días en los que no vi la luz del sol, en los que cada segundo que pasaba sentía que mi cordura se desmoronaba un poco más. Las horas se mezclaban en un remolino de miedo y soledad, y solo mi determinación de sobrevivir mantenía mi mente alerta.
El tercer día, la puerta se abrió sin previo aviso, y una mujer entró. Era joven, quizás un poco mayor que yo, con cabello castaño recogido en una coleta y ojos oscuros que reflejaban una mezcla de simpatía y cautela. Vestía un sencillo uniforme de limpieza, y sus movimientos eran rápidos y eficaces mientras limpiaba la habitación.
Me quedé en silencio, observándola. Parecía ajena a mi presencia, pero había algo en su manera de moverse que me indicaba que estaba al tanto de todo. Finalmente, sin mirarme, habló en voz baja.
—Mi nombre es Sara —dijo, mientras colocaba una bandeja de comida en la mesa junto a la cama—. Estoy aquí para ayudarte... dentro de lo que me permitan.
Me quedé en silencio, demasiado sorprendida para responder. Sara no me miraba directamente, como si temiera que alguien pudiera estar observando.
—¿Cuánto tiempo voy a estar aquí? —pregunté finalmente, con la voz quebrada por el miedo y la desesperación.
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Sombras de poder • Richard rios
RomanceEn un mundo donde el fútbol y el narcotráfico se cruzan peligrosamente.