El sol de la tarde brillaba a través de las ventanas de la cocina mientras yo me concentraba en lavar una manzana. Los días habían pasado con una extraña calma en la mansión desde que Valeria había salido de nuestras vidas y Richard había retomado el control de la situación. Aunque la tensión seguía presente en el aire, las rutinas diarias habían vuelto a su curso normal, al menos en la superficie.Richard y Sara habían salido al supermercado para comprar algunas cosas para la cena. Era extraño tener la casa tan silenciosa, pero también reconfortante. Me permitía disfrutar de un momento de paz, aunque fuera breve, lejos de las complicaciones y las intrigas que siempre parecían acechar en cada esquina.
Mientras el agua corría por la manzana en mis manos, me permití perderme en mis pensamientos, disfrutando de la tranquilidad. Pero esa calma se rompió de golpe cuando escuché un ruido fuerte detrás de mí. Era como si algo pesado hubiera caído al suelo, y el sonido reverberó por toda la casa.
Mi corazón dio un vuelco, y el miedo se apoderó de mí al instante. Dejé la manzana en el fregadero y me giré, intentando encontrar el origen del ruido. Pero antes de que pudiera reaccionar, lo vi.
Varios hombres armados estaban de pie en la entrada de la cocina, sus rostros estaban ocultos detrás de pasamontañas oscuros, y cada uno llevaba un arma en la mano. El pánico me paralizó, y por un momento, no supe qué hacer. Todo lo que podía escuchar era el sonido de mi respiración acelerada y el latido ensordecedor de mi corazón en mis oídos.
Intenté retroceder, pero uno de los hombres dio un paso adelante, bloqueando mi camino. Estaban organizados, metódicos, como si hubieran estado planeando esto durante mucho tiempo. No había forma de escapar, y lo supe al instante.
—¿Qué... qué quieren? —logré preguntar, aunque mi voz salió débil, apenas un susurro.
Ninguno de los hombres respondió. Solo se quedaron allí, mirándome fijamente desde detrás de sus máscaras, como si estuvieran esperando alguna señal.
Y entonces, lo vi.
Un hombre más, vestido completamente de negro, se separó del grupo y se acercó a mí con pasos firmes y calculados. Su presencia era aún más intimidante que la de los otros hombres. Había algo en su manera de moverse, en la forma en que su figura imponente se cernía sobre mí, que me hizo sentir que el peligro real acababa de llegar.
El hombre no habló. En lugar de eso, sacó un martillo de uno de los bolsillos de su chaqueta, y el sonido del metal chocando contra el aire hizo que mi estómago se revolviera de miedo. El martillo brillaba bajo la luz de la cocina, y mi mente comenzó a correr, buscando desesperadamente una forma de salir de esa situación.
Pero antes de que pudiera hacer nada, antes de que pudiera siquiera gritar, el hombre levantó el martillo y lo dirigió hacia mí con una fuerza implacable.
Todo se volvió oscuro.
Sentí el impacto antes de caer al suelo.
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Sombras de poder • Richard rios
RomanceEn un mundo donde el fútbol y el narcotráfico se cruzan peligrosamente.