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Estaba en la cocina ayudando a Sara con la cena. Nos reíamos y bromeábamos mientras cortábamos vegetales y mezclábamos ingredientes, disfrutando de un momento de normalidad en medio de todo el caos que había sido nuestras vidas recientemente. Era fácil perderse en esa pequeña burbuja de tranquilidad, fingir que todo estaba bien, que éramos simplemente dos personas preparando una comida sin preocupaciones.

—No sé cómo lo haces, Kristen —dijo Sara con una sonrisa—. Yo nunca logro cortar las cebollas sin llorar. Debes tener algún truco.

Reí mientras le pasaba una cebolla ya cortada.

—Es todo cuestión de práctica. O tal vez simplemente me acostumbré a llorar por cosas más grandes —respondí en tono de broma, aunque había una verdad oculta en mis palabras.

Antes de que pudiera seguir, escuché que richard me grito

"Kristen, ¿puedes traerme mi teléfono? Lo dejé en la mesa."

—Es Richard —dije, y Sara asintió con comprensión.

—Anda, yo me encargo de esto —respondió, haciendo un gesto para que fuera.

Asentí y limpié mis manos en un paño antes de recoger el teléfono de Richard de la mesa. Caminé por la casa en dirección a su despacho, sintiendo una extraña calma en mi interior, casi como si algo en el ambiente estuviera a punto de cambiar.

Cuando llegué a la puerta del despacho, justo antes de entrar, el teléfono de Richard vibró en mi mano. Miré hacia abajo, instintivamente, y la pantalla se encendió con un mensaje.

Era de alguien llamado "N".

"Hola amor, ¿te puedo llamar?"

Me detuve en seco. La tranquilidad que había sentido momentos antes se evaporó en un instante, y el aire pareció volverse más pesado. Mi mente tardó unos segundos en procesar lo que estaba viendo. "Amor". ¿Richard estaba en contacto con alguien más? ¿Alguien que lo llamaba de esa manera?

Sentí como si el suelo se deslizara bajo mis pies. Richard no era mi pareja oficial, lo sabía. Pero después de todo lo que habíamos pasado juntos, después de la cercanía, del dolor compartido, había comenzado a creer que tal vez, solo tal vez, había algo más entre nosotros. Algo real.

Pero ese mensaje... Ese simple mensaje me lo dejaba claro. Para Richard, yo solo era Kristen, la chica que había comprado en una subasta. Y cualquier sentimiento que hubiera desarrollado por él, cualquier esperanza de que él sintiera lo mismo, parecía desmoronarse en ese instante.

Sacudí la cabeza, tratando de recomponerme. No era el momento de mostrar debilidad, no frente a él. Me apresuré a entrar en el despacho, intentando mantener una expresión neutral, aunque sentía que mi rostro traicionaba mi estado de shock.

Richard estaba sentado en su escritorio, conversando con James y Daniel, dos de sus compañeros de equipo. Se detuvieron al verme entrar.

—Gracias, Kristen —dijo Richard sin mirar directamente, estirando la mano para recibir el teléfono.

Sin decir una palabra, dejé el teléfono junto a él, evitando el contacto visual. Mi expresión era seria, y aunque intentaba mantener la calma, sentía que mis emociones estaban al borde de explotar.

James fue el primero en notar algo.

—¿Todo bien, Kristen? —preguntó, levantando una ceja con curiosidad.

Richard finalmente levantó la vista al escuchar eso, notando mi expresión.

—¿Pasa algo? —preguntó Richard, su tono era neutral, pero había una pizca de preocupación en su voz.

Me forcé a sonreír, aunque sentía que la expresión en mi rostro era demasiado tensa para parecer genuina.

—No, nada. Todo está bien —respondí rápidamente, intentando sonar convincente—. Solo... el trabajo en la cocina me ha cansado un poco.

James y Daniel parecieron aceptar mi respuesta y volvieron a la conversación que estaban teniendo antes. Pero Richard no dejó de mirarme, su ceño estaba ligeramente fruncido, como si supiera que algo no estaba bien.

—Si necesitas descansar, Kristen, no tienes que seguir ayudando en la cocina —dijo Richard, su tono era más suave ahora—. Ve a tu habitación si lo prefieres.

Negué con la cabeza rápidamente, queriendo salir de esa habitación lo antes posible.

—Estoy bien, de verdad. Solo quería traer tu teléfono. Ahora vuelvo a la cocina.

Sin darle tiempo a responder, me giré y salí del despacho. Sentí su mirada clavada en mi espalda hasta que crucé la puerta. Una vez fuera, me apoyé contra la pared, cerré los ojos y dejé escapar un largo suspiro.

El mensaje de "N" seguía retumbando en mi mente, y no importaba cuánto intentara ignorarlo, el dolor de la realidad me quemaba por dentro.

Richard podría ser muchas cosas, pero una de ellas, estaba claro ahora, era alguien que no me veía de la misma manera en que yo lo veía a él.

Y esa realización dolía más de lo que quería admitir.

Sombras de poder • Richard rios Donde viven las historias. Descúbrelo ahora