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La mañana después de aquella noche fue una de las más difíciles que había enfrentado desde que Richard me había encerrado en su mundo. No solo estaba físicamente exhausta, sino que la humillación y el dolor emocional que me había infligido al obligarme a escuchar sus actos con otra mujer seguían retumbando en mi mente.

Cuando el sol comenzó a filtrarse por las ventanas, finalmente reuní las fuerzas para levantarme de la cama. Cada movimiento me resultaba pesado, como si estuviera cargando un peso invisible que no me dejaba respirar. La casa estaba extrañamente silenciosa, el tipo de silencio que solo trae consigo una calma inquietante, una sensación de que algo está por ocurrir.

Traté de ignorar los recuerdos de la noche anterior mientras me dirigía al baño para lavarme la cara. El agua fría contra mi piel ayudó a despejar mi mente, aunque solo fuera por un momento. Sabía que tenía que mantenerme fuerte, que no podía permitirme caer en la desesperación que Richard intentaba sembrar en mí.

Cuando salí del baño, encontré un sobre deslizado bajo la puerta de mi habitación. Mi corazón se aceleró; no podía imaginar qué nuevas atrocidades me esperaban dentro de ese sobre. Lo recogí con manos temblorosas y lo abrí lentamente.

Dentro, había una nota, escrita con la letra precisa y elegante de Richard:

*"Kristen, hoy quiero verte en el comedor a las diez en punto. No te retrases. Tenemos que discutir nuestros próximos pasos. —R."*

La formalidad del mensaje era una bofetada en el rostro. Después de todo lo que me había hecho, ¿ahora pretendía que me sentara a discutir "negocios" como si nada? Sentí la ira creciendo dentro de mí, pero sabía que no tenía otra opción más que obedecer.

Me vestí con la ropa limpia que Sara me había traído la noche anterior y me dirigí al comedor, sintiendo que cada paso que daba era más pesado que el anterior. Al llegar, encontré a Richard sentado a la cabecera de la mesa, con una taza de café en la mano. Estaba solo, con una expresión tranquila en el rostro, como si la noche anterior no hubiera significado nada.

—Puntual, como siempre —dijo, sin levantar la vista de la taza—. Siéntate.

Me senté en una de las sillas frente a él, manteniendo una distancia segura. No quería estar cerca de él, no después de lo que había pasado. Pero sabía que no tenía elección.

Richard finalmente levantó la mirada y me observó con una mezcla de curiosidad y satisfacción.

—Kristen, he estado pensando —comenzó, su tono era casual, casi como si estuviera hablando de trivialidades—. Creo que es hora de que te involucres más en nuestro pequeño negocio. Has demostrado que eres capaz, y creo que puedes manejar más responsabilidades.

Las palabras "más responsabilidades" resonaron en mi mente como una advertencia. Sabía que no significaban nada bueno para mí.

—¿Qué más quieres de mí? —pregunté, mi voz era baja pero firme.

Richard sonrió, un gesto que no alcanzó sus ojos.

—Necesito que sigas con las transacciones, pero también que te encargues de hacer algunas conexiones. Hay personas con las que debes hablar, personas que pueden ser útiles para nosotros. Quiero que te hagas pasar por una de mis asociadas. Serás mis ojos y oídos, y si todo sale bien, también mis manos.

El nudo en mi estómago se apretó. Sabía que lo que me estaba pidiendo era cada vez más peligroso, y que cualquier error podría costarme mucho más que mi libertad.

—Y si me niego... —comencé, pero Richard me interrumpió antes de que pudiera terminar la frase.

—No te negarás —dijo, su tono era definitivo—. No después de todo lo que hemos pasado. Eres parte de esto, Kristen. No puedes escapar, no mientras haya tanto en juego. Y créeme, no querrás poner a prueba mi paciencia.

Sombras de poder • Richard rios Donde viven las historias. Descúbrelo ahora