Era una mañana gris y fría cuando Richard decidió que era hora de que aprendiera algo nuevo. La noche anterior había sido un caos de emociones no resueltas y secretos apenas insinuados, y aunque todavía estaba procesando lo que me había confesado, no me sorprendió cuando apareció en mi habitación temprano en la mañana.Sin decir una palabra, Richard dejó caer una bolsa pesada en el suelo junto a mi cama, el sonido metálico me despertó de inmediato. Me incorporé lentamente, observándolo con cautela mientras él se mantenía en silencio, su expresión impenetrable.
—Vístete. Vamos a salir —ordenó, su tono no dejaba lugar a discusiones.
—¿Adónde vamos? —pregunté, todavía somnolienta, mientras trataba de ajustar mi mente a la nueva situación.
—Hoy aprenderás algo que podría salvarte la vida —respondió, sus ojos se clavaron en los míos, serios—. O la de alguien más.
Me vestí rápidamente, la inquietud creciendo dentro de mí. No tenía idea de lo que Richard tenía en mente, pero algo en su tono me decía que esto no sería una lección común.
Cuando salimos de la mansión, un vehículo todoterreno negro estaba esperándonos. Richard no me dirigió una palabra durante el trayecto. Condujo por caminos secundarios que se volvían cada vez más apartados, hasta que finalmente llegamos a un claro en el bosque. Allí, en medio de la nada, había una pequeña cabaña, apenas visible entre los árboles.
Richard se bajó del coche y, sin decir nada, abrió la parte trasera del vehículo para sacar la bolsa que había traído. Me hizo una señal para que lo siguiera, y lo hice, aunque con una mezcla de curiosidad y aprensión.
Cuando llegamos a un área despejada detrás de la cabaña, Richard abrió la bolsa y sacó un arma, una pistola negra y reluciente. Mi corazón dio un vuelco al verla. Nunca había estado cerca de un arma de fuego antes, y la idea de tener una en mis manos me aterrorizaba.
—Hoy vas a aprender a disparar —dijo, como si estuviera anunciando algo tan mundano como una lección de cocina.
—¿Disparar? ¿Por qué? —pregunté, sintiendo cómo mi boca se secaba al ver la pistola.
Richard me miró con seriedad.
—Porque no siempre voy a estar aquí para protegerte. Y en este mundo, necesitas saber cómo defenderte —respondió, mientras comprobaba el cargador y deslizaba la pistola hacia mí.
Tomé el arma con manos temblorosas, el peso del metal frío me resultaba extraño y aterrador. Richard, al ver mi nerviosismo, se acercó más, colocándose detrás de mí.
—No es tan difícil como crees —dijo, su voz era sorprendentemente suave—. Solo necesitas aprender a manejarla con respeto y firmeza. Aquí, déjame ayudarte.
Sus manos se posaron sobre las mías, guiándolas para que sostuviera la pistola correctamente. La proximidad de su cuerpo me hizo sentir una mezcla extraña de seguridad y tensión. A pesar de todo lo que había pasado entre nosotros, algo en su calma casi clínica me ayudaba a concentrarme.
—Apunta hacia el blanco —instruyó, señalando un árbol marcado con un círculo rojo—. Respira hondo, relájate, y cuando te sientas lista, aprieta el gatillo suavemente.
Respiré hondo, intentando seguir sus instrucciones, pero el miedo seguía anclado en mi pecho. Sin embargo, no podía dejar que lo viera. Con los ojos fijos en el blanco, me forcé a ignorar el temblor en mis manos y apreté el gatillo.
El estruendo del disparo me sobresaltó, el retroceso del arma fue más fuerte de lo que esperaba, pero logré mantener el control. La bala impactó en el árbol, aunque lejos del centro del blanco. Aun así, una oleada de adrenalina recorrió mi cuerpo.
—No está mal para ser tu primer disparo —comentó Richard, retirándose un poco, aunque todavía cerca—. Pero debes mantenerte más firme. No dejes que el retroceso te domine.
Asentí, sin poder evitar sentir una pequeña chispa de orgullo a pesar de la situación. Me posicioné nuevamente, esta vez más decidida, y volví a disparar. El sonido fue ensordecedor, pero mi segundo disparo se acercó más al centro.
Richard observaba con una expresión neutral, pero había algo en sus ojos que sugería que estaba satisfecho.
—Mejor —dijo, casi en un murmullo—. Sigamos.
Pasamos las siguientes horas disparando, Richard corrigiendo mi postura, mi respiración, y mostrándome cómo cargar y descargar el arma con eficiencia. Cada disparo que hacía me ayudaba a sentirme un poco más en control, pero no podía evitar preguntarme por qué estaba insistiendo en enseñarme esto. ¿De qué peligros se suponía que debía protegerme?
—¿Por qué es tan importante que aprenda esto? —pregunté en un momento de descanso, mientras me pasaba una botella de agua.
Richard se detuvo, evaluando la pregunta antes de responder.
—Porque en nuestro mundo, Kristen, el peligro está en todas partes. No puedes confiar en nadie, y no puedes permitirte ser débil —respondió, su tono era serio, casi sombrío—. Hay cosas que se avecinan, y necesito que estés preparada.
Sus palabras me dejaron intranquila. No era solo una lección de supervivencia, era una preparación para algo que Richard sabía que iba a suceder. Algo que él no podía controlar completamente.
—¿Qué cosas? —insistí, tratando de entender el alcance de su advertencia.
Richard me miró con una intensidad que me hizo estremecer.
—Cosas que podrían cambiar todo —dijo, sin ofrecer más detalles—. Pero eso es todo lo que necesitas saber por ahora.
Quería seguir preguntando, pero algo en su mirada me detuvo. Sabía que no iba a decir más, y que presionarlo solo lo haría cerrarse.
Finalmente, después de varias horas, Richard decidió que habíamos terminado por el día. Mientras recogía las balas y guardaba la pistola en su bolsa, me di cuenta de que, aunque había aprendido a disparar, lo más importante que había ganado esa mañana era una comprensión más profunda de la mente de Richard.
No se trataba solo de protegerme de amenazas externas, sino de mantenerme firme en un mundo que él sabía que era inestable, peligroso. Había mucho más en juego de lo que me había dicho, y aunque no sabía exactamente qué era, estaba claro que Richard me estaba preparando para algo.
Cuando volvimos a la mansión, el silencio entre nosotros era menos tenso, pero aún lleno de cosas no dichas. Sabía que esta lección no era el final, sino el comienzo de algo mucho más grande y oscuro que estaba por venir.
Y aunque aún no entendía completamente lo que Richard estaba planeando, o qué papel jugaría yo en ello, una cosa era segura: estaba más involucrada en su mundo de lo que alguna vez había imaginado. Y el conocimiento de cómo manejar un arma era solo el primer paso en un camino que no podía permitirme ignorar.
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Sombras de poder • Richard rios
RomanceEn un mundo donde el fútbol y el narcotráfico se cruzan peligrosamente.