La noche era una mezcla de luces brillantes y susurros suaves cuando Richard me llevó a un bar lujoso en el centro de la ciudad. Todo en el lugar irradiaba sofisticación: los candelabros brillaban con una luz cálida, las paredes estaban adornadas con obras de arte caras, y el murmullo de conversaciones refinadas llenaba el aire. Sabía que no estábamos allí solo para disfrutar de la noche. Richard tenía un contrato importante que cerrar, y quería que yo estuviera a su lado.No estaba segura de por qué insistía en llevarme a esos eventos. Cada vez que salíamos juntos, sentía que estaba siendo exhibida, una pieza más en su tablero de juego. Pero no me atreví a cuestionarlo. Sabía que, en su mundo, todo tenía un propósito.
La reunión transcurrió sin problemas. Richard era un maestro de la persuasión, y observé cómo manejaba la conversación con precisión calculada, manteniendo siempre el control. Los socios de negocios con los que estábamos reunidos parecían encantados con él, riendo y asintiendo con admiración mientras él sellaba los términos del acuerdo con una sonrisa fría.
Después de que el contrato fue firmado, las copas de champagne comenzaron a circular, y aunque intenté mantenerme al margen, Richard me pasó una copa con un gesto que no dejaba lugar a protestas.
—Relájate, Kristen —dijo suavemente, su mirada fija en la mía—. Esta noche es una celebración.
Sonreí débilmente y tomé un sorbo de la bebida burbujeante, sintiendo cómo el alcohol comenzaba a calentar mi interior. Sabía que Richard estaba en su elemento, pero yo no podía sacudirme la sensación de incomodidad que me perseguía desde que habíamos llegado.
Las horas pasaron, y aunque intenté mantener la compostura, podía ver cómo Richard iba perdiendo la suya, poco a poco, a medida que las copas se vaciaban y los brindis se repetían. Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, Richard se levantó de la mesa y me hizo una señal para que lo siguiera.
—Vamos a tomar un respiro —dijo, su voz era más baja, más cargada de alcohol de lo que había notado antes.
Me levanté de la mesa y lo seguí a través del bar, pasando por la multitud de gente rica y poderosa, hasta llegar a un pasillo más apartado que conducía a los baños. El cambio de ambiente fue repentino: de la brillantez del bar a la penumbra del pasillo, como si hubiéramos entrado en un lugar donde las reglas eran diferentes.
Richard se detuvo frente a la puerta del baño, girándose hacia mí con una mirada que no había visto antes, una mezcla de deseo y algo más oscuro. Antes de que pudiera decir algo, me empujó suavemente contra la pared, sus manos firmemente apoyadas en mis hombros.
—Richard... —comencé a decir, pero no me dio tiempo a continuar.
Su boca se estrelló contra la mía en un beso que no dejaba espacio para la suavidad. Era urgente, hambriento, y en él sentí la acumulación de todo el control que había mantenido durante la noche. Mis manos se movieron automáticamente para empujarlo, pero él era demasiado fuerte, demasiado insistente.
El sabor del champagne en su boca se mezclaba con la intensidad de su beso, y por un momento, me encontré atrapada entre el impulso de resistirme y el deseo de que se detuviera. Su mano se deslizó desde mi hombro hasta mi cintura, aferrándose a mi cadera con fuerza, como si quisiera asegurarse de que no me escapara.
Sentí su otra mano acariciar mi rostro, bajando lentamente hasta mi cuello, mientras su beso se volvía más profundo, más dominante. Pero cuando sus dedos rozaron mi clavícula, algo dentro de mí se rompió. La realidad de la situación me golpeó como un balde de agua fría. No podía hacer esto. No podía seguir siendo parte de este juego.
Los recuerdos de todas las veces que había sentido su poder sobre mí, de todas las veces que me había hecho sentir pequeña y atrapada, se arremolinaron en mi mente. Las lágrimas comenzaron a acumularse en mis ojos, pero me forcé a mantener la calma, a no dejar que él viera lo rota que me sentía.
Pero Richard notó el cambio. Se detuvo de repente, su cuerpo todavía pegado al mío, su respiración pesada contra mi mejilla. Se apartó lo suficiente para verme a los ojos, y lo que vio en ellos hizo que su expresión cambiara por completo.
—Kristen... —murmuró, su voz era un susurro ahora, y en ella había una mezcla de sorpresa y arrepentimiento.
El dolor en mis ojos debió haber sido evidente, porque lo vi vacilar. Su mano, que antes había sido firme y dominante, ahora temblaba ligeramente cuando la levantó para apartar un mechón de cabello de mi rostro.
—No... —empecé, pero mi voz se quebró.
Richard me miró durante un largo momento, su expresión era un torbellino de emociones que rara vez mostraba. Parecía que estaba luchando consigo mismo, intentando comprender lo que había hecho, o tal vez lo que había estado a punto de hacer.
Finalmente, dio un paso atrás, soltándome por completo. El frío del pasillo se sintió más intenso de repente, y me abracé a mí misma, tratando de recuperar el aliento.
—Lo siento —dijo Richard, sus palabras eran apenas un murmullo—. No debería haberte... No debería haber hecho eso y la otra noche tampoco debí.
Lo miré, todavía temblando, incapaz de procesar completamente lo que había pasado. Había una sinceridad en su voz que no esperaba, pero también una tristeza que no había visto antes.
—Por favor, no llores —agregó, su tono era más suave, casi suplicante.
Las lágrimas que había estado conteniendo finalmente comenzaron a caer, y no pude evitarlo. No era solo por lo que acababa de ocurrir, sino por todo lo que había estado acumulándose dentro de mí desde el día en que me llevó a su mundo.
Richard se quedó inmóvil, observándome en silencio, sin saber qué hacer. El hombre que siempre había sido tan seguro de sí mismo, tan inquebrantable, ahora parecía perdido, incapaz de encontrar una manera de arreglar lo que había hecho.
Después de lo que pareció una eternidad, Richard finalmente dio un paso atrás, apartando la mirada de mí como si no pudiera soportar lo que veía.
—Volvamos a casa —dijo con una voz tensa, antes de darse la vuelta y caminar de regreso por el pasillo.
Me quedé allí por un momento, tratando de recuperar la compostura. Sentía una mezcla de alivio y confusión, incapaz de entender completamente lo que había pasado entre nosotros. Pero sabía que algo había cambiado, algo que no podría ignorar.
Finalmente, lo seguí, caminando lentamente detrás de él mientras regresábamos al coche. El trayecto de vuelta a la mansión fue silencioso, pero esta vez, el silencio estaba cargado de todo lo que no habíamos dicho, de todo lo que había quedado sin resolver.
Cuando llegamos, Richard se despidió con un murmullo y se fue a su habitación sin mirarme. Yo me quedé en la puerta de la mansión, sintiendo el peso de lo que acababa de ocurrir caer sobre mí como una losa.
Y aunque había visto una chispa de humanidad en Richard, algo que me decía que no era completamente insensible a lo que yo sentía, también sabía que esa noche solo había añadido más sombras a nuestro ya oscuro vínculo.
Me dirigí a mi habitación, cada paso se sentía pesado, como si estuviera caminando hacia un futuro incierto que ya no podía evitar. Sabía que las cosas no volverían a ser como antes, y que el camino que tenía por delante sería aún más difícil de lo que había imaginado.
Y con esa certeza, me acosté en la cama, deseando con todas mis fuerzas poder escapar de la red en la que me encontraba atrapada.
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Sombras de poder • Richard rios
RomanceEn un mundo donde el fútbol y el narcotráfico se cruzan peligrosamente.