La noche había caído sobre la mansión como una manta pesada, envolviéndonos en una quietud inquietante. Después de la cena, Richard se había retirado a su despacho sin decir una palabra más sobre lo que había ocurrido con Esteban. El silencio en la casa era denso, y aunque Sara intentó mantener la conversación ligera mientras limpiábamos los platos, no podía sacudirme la sensación de que algo oscuro estaba a punto de suceder.Finalmente, me dirigí a mi habitación, tratando de encontrar algún consuelo en la soledad. Me acurruqué en la cama, con las luces apagadas, pero el sueño no venía. Mi mente seguía reviviendo la escena en la que Esteban y Richard se habían enfrentado. La violencia en la mirada de Esteban, la frialdad en la voz de Richard... todo parecía una señal de que las cosas estaban a punto de desmoronarse.
No sabía cuánto tiempo había pasado, pero de repente escuché un ruido suave en el pasillo. Me levanté de la cama y, con cautela, abrí la puerta lo suficiente para asomarme. Vi una sombra moverse hacia el despacho de Richard, y un escalofrío recorrió mi espalda. No podía quedarme allí, inmóvil, sin saber qué estaba pasando.
Con pasos silenciosos, seguí la sombra por el pasillo hasta llegar al despacho. La puerta estaba entreabierta, y a través de la rendija pude ver a Richard sentado en su escritorio, su rostro iluminado por la tenue luz de una lámpara. No estaba solo.
—Richard, esto no es solo un juego de poder —dijo una voz grave desde el interior de la habitación. Era Esteban.
Mi corazón dio un vuelco. Esteban había regresado, y no parecía estar allí para negociar.
Richard levantó la vista de los documentos que estaba revisando, su expresión era tan imperturbable como siempre, pero había una tensión en sus hombros que no podía pasar desapercibida.
—Esteban, pensé que habíamos terminado con esto —dijo Richard, su voz era fría como el hielo.
—No hasta que obtenga lo que quiero —respondió Esteban con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos—. Sabes tan bien como yo que todo hombre tiene un precio. Y yo estoy dispuesto a pagar el tuyo.
Richard se inclinó hacia adelante, entrelazando sus dedos sobre el escritorio.
—Te lo dije antes, Kristen no está en venta —repitió con la misma firmeza que había mostrado antes, pero esta vez había un matiz de desafío en su tono.
Esteban soltó una risa seca, como si encontrara la obstinación de Richard divertida.
—No hablo de dinero esta vez —dijo en voz baja, sus ojos eran oscuros y peligrosos—. Hablo de poder. Hablo de lo que significará para ti si no accedes a mi propuesta. ¿Estás dispuesto a arriesgarlo todo por ella?
La habitación quedó en silencio, y sentí que el aire se volvía más denso, más pesado. Desde mi escondite, observé cómo Richard se levantaba lentamente de su silla, su figura imponente llenaba el espacio.
—Estás jugando con fuego, Esteban —dijo Richard, su tono era bajo y amenazante—. Y si sigues por este camino, terminarás quemado.
Esteban dio un paso hacia Richard, acortando la distancia entre ellos. La tensión en el aire era palpable, como si en cualquier momento pudiera estallar.
—Si no me das lo que quiero, Richard, no solo tú saldrás lastimado. Todo lo que te importa, todo lo que has construido... desaparecerá —amenazó Esteban, sus palabras eran una daga afilada.
Sentí que el miedo se apoderaba de mí. Esteban no era solo un hombre ambicioso; era alguien que estaba dispuesto a destruir todo a su paso para conseguir lo que quería. Y yo era su objetivo.
De repente, Richard dio un paso más hacia Esteban, su mirada era peligrosa, pero controlada.
—No me subestimes —advirtió Richard, su voz era un susurro mortal—. Si te atreves a tocar lo que es mío, te aseguro que no vivirás para contarlo.
El silencio que siguió fue tan denso que casi podía cortarse con un cuchillo. Esteban y Richard se miraron fijamente, como si estuvieran midiendo las fuerzas del otro, esperando ver quién cedería primero. Pero ninguno de los dos lo hizo.
Finalmente, Esteban retrocedió un paso, su sonrisa fría se mantenía en su rostro, pero sus ojos reflejaban una furia contenida.
—No creas que esto ha terminado, Richard —dijo con suavidad, su tono era más peligroso que cualquier grito—. Volveré. Y cuando lo haga, será demasiado tarde para arrepentirte.
Con esas palabras, Esteban se giró y salió del despacho, cerrando la puerta con un golpe que resonó en toda la mansión. Me quedé inmóvil, pegada a la pared, mi corazón latía con fuerza en mi pecho mientras lo veía desaparecer por el pasillo.
Richard no se movió de su lugar. Se quedó de pie junto a su escritorio, su mirada fija en la puerta cerrada. La tensión en sus hombros no había disminuido, y su respiración era lenta, controlada, como si estuviera intentando contener una furia que amenazaba con desbordarse.
Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, Richard se giró lentamente y se dirigió hacia la puerta del despacho. Sin pensarlo, retrocedí unos pasos, tratando de alejarme antes de que me descubriera.
Pero no fui lo suficientemente rápida.
—Kristen —dijo Richard, su voz era suave, pero no había duda en su tono de que sabía que había estado escuchando—. Ven aquí.
Mi cuerpo se tensó, pero no tenía opción. Sabía que no podía escapar de esta conversación. Me acerqué lentamente, sintiendo cómo el miedo y la incertidumbre se apoderaban de cada uno de mis pasos.
Cuando llegué al umbral de la puerta, Richard me miró con una expresión que no pude descifrar. Había una mezcla de emociones en su rostro, emociones que rara vez dejaba ver.
—¿Cuánto escuchaste? —preguntó en voz baja.
—Suficiente —respondí, mi voz era un susurro.
Richard asintió, como si hubiera esperado esa respuesta. No parecía enojado, pero tampoco relajado.
—Esteban es peligroso. Mucho más de lo que habías visto hasta ahora —dijo Richard, su mirada era fija, intensa—. Pero no voy a dejar que te toque. Pase lo que pase, te protegeré.
Sus palabras deberían haberme tranquilizado, pero no lo hicieron. Sabía que las promesas de Richard no eran fáciles de cumplir, y que el mundo en el que vivíamos era mucho más complejo de lo que él dejaba ver.
—¿Y si no puedes protegerme? —pregunté, sintiendo cómo la incertidumbre se deslizaba en mi voz.
Richard se quedó en silencio por un momento, sus ojos nunca dejaron los míos.
—Entonces nos aseguraremos de que Esteban nunca tenga la oportunidad de intentarlo —respondió finalmente, su tono era frío y decisivo.
Me quedé inmóvil, sintiendo cómo el peso de sus palabras caía sobre mí. Sabía que estaba en peligro, que este juego de poder entre Richard y Esteban iba mucho más allá de lo que podía comprender. Pero también sabía que, de alguna manera, tenía que encontrar la fuerza para enfrentar lo que viniera.
La noche continuó, y el silencio en la mansión se hizo aún más profundo. Sabía que las cosas no se quedarían así, que la promesa de Esteban de regresar era real, y que cuando lo hiciera, todo cambiaría.
Esa noche, mientras me acurrucaba en la cama, sabía que la calma que había sentido en la cocina con Sara era solo un espejismo. La realidad era mucho más oscura, y el peligro estaba más cerca de lo que había imaginado.
Y mientras escuchaba los ecos de la conversación en mi mente, supe que no había vuelta atrás.
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Sombras de poder • Richard rios
RomansaEn un mundo donde el fútbol y el narcotráfico se cruzan peligrosamente.