Los días en la casa de Richard habían comenzado a tomar un ritmo extraño y aterrador. La amenaza constante que pendía sobre mí como una espada de Damocles era una fuerza invisible que me obligaba a seguir sus órdenes, a involucrarme más y más en su mundo sucio. Cada día que pasaba sentía que me perdía un poco más, que la persona que había sido antes estaba desapareciendo lentamente.Una tarde, mientras revisaba los documentos financieros que Richard me había dado, sentí que algo dentro de mí finalmente se rompía. La presión, el miedo, la desesperación, todo se combinó en un torbellino de emociones que ya no podía contener. Cuando Richard entró en mi habitación para revisar mi progreso, la tensión que había estado acumulándose explotó.
—Esto tiene que parar, Richard —dije, mi voz era más fuerte de lo que pretendía—. No puedo seguir haciendo esto.
Richard levantó la mirada, sus ojos se entrecerraron con una mezcla de sorpresa y molestia.
—¿Qué has dicho? —preguntó, su tono era bajo y peligroso.
—Dije que no puedo seguir haciendo esto —repetí, mi cuerpo temblaba pero me obligué a mantener la mirada fija en la suya—. No puedo seguir viviendo bajo tu control, haciendo estas cosas para ti. ¡Esto tiene que terminar!
Un silencio helado cayó sobre la habitación. Podía ver la furia creciendo en sus ojos, una furia que sabía que no tardaría en manifestarse. Richard dio un paso hacia mí, su rostro era una máscara de ira contenida.
—Tú no decides cuándo esto termina —dijo, su voz era apenas un susurro lleno de amenaza—. Yo decido lo que haces, Kristen. Y te lo voy a dejar claro.
Antes de que pudiera reaccionar, Richard me agarró del mentón con una fuerza brutal, sus dedos se clavaron en mi piel, obligándome a mirarlo directamente a los ojos. El dolor era inmediato, pero lo que más me dolía era la sensación de impotencia, de estar completamente a su merced.
—Eres mía, Kristen —dijo, cada palabra era como un golpe—. Harás lo que yo diga, cuando yo lo diga. Y si alguna vez vuelves a pensar en desafiarme, te juro que no solo tú pagarás el precio.
Intenté zafarme de su agarre, pero su mano era implacable. Sentí cómo las lágrimas quemaban en mis ojos, pero me negué a dejarlas salir. No le daría la satisfacción de verme llorar.
—Eres un monstruo —murmuré, con la voz quebrada.
Richard sonrió, una sonrisa cruel que me hizo estremecer.
—Tal vez lo sea —respondió, antes de soltarme bruscamente, haciéndome tambalear hacia atrás—. Pero eso no cambia nada.
Sin más palabras, me empujó hacia la cama y se dirigió a la puerta.
—Voy a asegurarme de que aprendas tu lección esta vez —dijo, antes de salir de la habitación y cerrar la puerta con fuerza, el sonido del cerrojo al cerrarse fue como una sentencia.
Me quedé allí, sola en la habitación, con la cara ardiente por el dolor y el alma herida por su crueldad. La ira y la desesperación se mezclaron en mi interior, pero sabía que no había nada que pudiera hacer en ese momento. Estaba atrapada, nuevamente prisionera de su voluntad.
Pasaron las horas, y la oscuridad de la noche se fue apoderando de la casa. El silencio era pesado, roto solo por los sonidos distantes del personal moviéndose por la mansión. Estaba acurrucada en la cama, tratando de mantener la calma, cuando escuché un leve golpe en la puerta.
—Kristen —susurró una voz familiar—. Soy yo, Sara.
Me levanté rápidamente y me acerqué a la puerta. Escuché cómo Sara manipulaba el cerrojo desde el otro lado, y después de unos segundos, la puerta se abrió lentamente.
Sara entró con una bandeja en las manos, que contenía un plato de comida y una botella de agua. También traía un conjunto de ropa limpia que dejó sobre la cama.
—No tienes mucho tiempo —dijo en voz baja, sus ojos reflejaban la preocupación—. Come algo y cámbiate. No sé cuánto tiempo estará Richard fuera.
Asentí en silencio, sintiendo una oleada de gratitud hacia Sara. No era la primera vez que me ayudaba, pero en ese momento, su apoyo era lo único que me mantenía cuerda. Me senté en la cama y comencé a comer rápidamente, sabiendo que el tiempo era limitado.
—¿Qué pasó? —preguntó Sara, su voz era un susurro—. Te vi discutir con él antes.
—Fue... horrible —respondí entre bocados—. Estoy atrapada, Sara. No sé cómo salir de esto.
Sara suspiró, sus manos temblaban ligeramente mientras me miraba con tristeza.
—Lo sé, Kristen —dijo, con la voz rota—. Pero tienes que ser fuerte. No puedes dejar que te rompa. Hay personas que se preocupan por ti, que están esperando que salgas de aquí.
Sabía que tenía razón, pero era difícil mantener la esperanza cuando cada día era una batalla solo para sobrevivir.
Terminé de comer y me cambié rápidamente a la ropa que Sara me había traído. Sentí un pequeño alivio al estar limpia y vestida con algo que no llevaba la marca de Richard.
—Gracias, Sara —dije, con la voz llena de gratitud.
Sara sonrió débilmente, su rostro estaba marcado por la preocupación.
—Ten cuidado, Kristen. No sé qué está planeando, pero él no perdona fácilmente.
Asentí y la observé salir de la habitación, cerrando la puerta detrás de ella con suavidad. Volví a quedar sola en la oscuridad, pero al menos tenía algo de fuerza renovada, gracias a su apoyo.
Sin embargo, la paz que sentí no duró mucho.
En las primeras horas de la madrugada, me despertó el sonido de la puerta principal abriéndose y cerrándose con fuerza. Me tensé de inmediato, sabiendo que Richard había regresado. Pero lo que me desconcertó fue escuchar risas femeninas mezcladas con la suya. No estaba solo.
Intenté cerrar los ojos, esperando que fuera solo mi imaginación, pero pronto escuché los pasos de dos personas subiendo por las escaleras. Mi corazón se aceleró mientras escuchaba la puerta de la habitación contigua a la mía abrirse y cerrarse de golpe.
Lo que siguió fue una tortura psicológica que nunca había experimentado antes. A través de las paredes delgadas, escuché claramente las risas, los susurros y los gemidos que venían de la otra habitación. Richard estaba con otra mujer, y aunque sabía que no significaba nada para él, la humillación de estar tan cerca y no poder escapar de esos sonidos me destrozó por dentro.
Intenté taparme los oídos, alejarme de la puerta, hacer cualquier cosa para bloquear los ruidos, pero era inútil. Cada gemido, cada susurro, se sentía como una daga clavándose en mi mente. Me acurruqué en la cama, las lágrimas caían por mi rostro mientras luchaba por no perder la cabeza.
Pasaron lo que parecieron horas antes de que los sonidos cesaran, dejando un silencio pesado que parecía burlarse de mi miseria. Estaba temblando, mi cuerpo estaba agotado, pero el sueño no llegaba. No después de lo que acababa de escuchar.
Me quedé despierta el resto de la noche, mis pensamientos eran un caos de dolor, rabia y desesperación. Sabía que Richard había hecho esto a propósito, que había querido mostrarme lo poco que le importaba y lo absolutamente impotente que era yo en esta situación.
Cuando finalmente amaneció, sentí que había envejecido años en solo una noche. Estaba cansada, tanto física como emocionalmente, pero sabía que no podía rendirme.
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Sombras de poder • Richard rios
RomansaEn un mundo donde el fútbol y el narcotráfico se cruzan peligrosamente.