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Desde lo que vi aquella noche, me había distanciado mucho de Richard. Sabía que él lo notaba, pero no decía nada. En una ocasión, intentó besarme, y rodé la cara, evitando el contacto. Sorprendentemente, no lo tomó a mal ni se enojó, simplemente no volvió a intentarlo. Eso me dolió más de lo que esperaba.

Esa mañana me desperté tarde. Me había quedado despierta hasta muy entrada la madrugada, dibujando una flor para Sara. Era un dibujo hermoso, y sabía que a ella le encantaría. Bajé las escaleras, y cuando llegué a la cocina, allí estaba Sara, preparando algo en la estufa. Richard estaba apoyado en la puerta con los brazos cruzados, observando la escena.

—Buenos días, dormilona —me dijo Richard con una sonrisa en los labios.

Le entregué el dibujo a Sara, quien me dio un abrazo entusiasta. Ya era una costumbre regalarle mis dibujos, y siempre los recibía con la misma alegría.

—¡Qué hermoso! Gracias, Kristen. ¡Es precioso! —exclamó Sara, radiante.

Richard se acercó y me rodeó la cintura con sus brazos, atrayéndome hacia él. Sentí su aliento cálido en mi cuello cuando me dio un beso suave, y luego me susurró:

—Buenos días, dormilona.

Era un gesto íntimo, pero mi corazón aún estaba dividido. Lo sentía tan cerca, y al mismo tiempo, tan distante.

Miré hacia la cocina y pregunté, curiosa al ver la cantidad de carne que Sara estaba adobando.

—¿Por qué tanta carne?

—Haremos un asado —respondió Richard con naturalidad—. En un rato llega mi familia, ve a vestirte.

Asentí en silencio y me dirigí a mi habitación. Me di una ducha refrescante, intentando despejar mis pensamientos. Opté por un look relajado : una falda de mezclilla de talle bajo, un top ajustado y una chaqueta ligera. Quería verme bien, pero sin esforzarme demasiado. Me peiné con cuidado y, una vez lista, bajé a la sala.

Mientras leía un libro que Richard me había comprado recientemente, sobre una chica que se enamoraba del asesino de su padre, el timbre sonó. Sara estaba ocupada, así que fui a abrir la puerta. Al otro lado, encontré a la señora Sandra, la mamá de Richard. Su sonrisa cálida me recibió.

—¡Hola, Kristen! ¿Cómo estás? —me saludó afectuosamente.

—Hola, señora Sandra. Bien, gracias. ¿Y usted? —respondí, devolviéndole la sonrisa.

Mientras la señora Sandra y otros familiares de Richard pasaban, noté lo amigables que parecían. A medida que el sol comenzaba a caer, nos sentamos en la terraza. Yo estaba absorta en TikTok, usando el celular de Richard, hasta que levanté la mirada y lo vi caminando hacia nosotros. No estaba solo. Con él venían Salomé y Kahori.

Kahori corrió hacia mí y me abrazó con fuerza.

—¡Qué hermoso peinado! —le dije admirando las trenzas.

—Me lo hizo Salomé —contestó con orgullo.

Nos sentamos a comer. Richard se colocó a mi lado, y mientras conversábamos, él mantuvo su mano en mi pierna, oculta bajo la mesa. Era un gesto íntimo, casi posesivo, que en otro momento me hubiera hecho sentir segura. Pero hoy, después de todo lo que había pasado, me sentía inquieta.

De pronto, uno de los familiares de Richard, su tía, hizo un comentario que rompió mi burbuja de tranquilidad.

—Qué bueno que no invitaste a la fastidiosa de tu novia Nicole.

Todo cuadraba, N, el mensaje de la otra noche

Mis ojos se abrieron de par en par. La mano de Richard aún estaba en mi pierna, pero la aparté bruscamente. Mi mente se quedó en blanco mientras trataba de procesar lo que acababa de escuchar. ¿Novia? ¿Nicole? Todo el mundo seguía hablando, pero yo no podía escuchar nada. Miré a Kahori, rezando para que no hubiera escuchado esa palabra, esa maldita palabra que me hacía sentir traicionada.

La señora Sandra llamó a Kahori para cargarla y mimarla, y la pequeña corrió hacia ella, ajena a lo que ocurría.

—Soy Sandra, la mamá de Richard —se presentó Sandra a Kahori, sonriendo.

Kahori, en su inocencia, soltó una verdad incómoda.

—Eres la mamá del novio de mi hermana.

Richard se sonrojó de inmediato, y aunque su mamá rio suavemente, yo me quedé mirando la comida en mi plato. Apenas había tocado nada. Estaba atónita.

Como si la hubieran invocado, Nicole apareció por la puerta. No podía permitir que Kahori presenciara algo tan confuso, así que la tomé de la mano y la llevé adentro, junto con Salomé. Subimos a la habitación

Mientras Kahori jugaba, me senté en la cama, abrazando mis rodillas. Salomé, notando mi cambio de ánimo, se acercó y se sentó a mi lado.

—¿Qué te pasa? —preguntó suavemente.

Tomé aire y decidí que necesitaba desahogarme. Salomé siempre había estado ahí para escucharme.

—Es Richard... No sé qué pensar. Siento que todo es un caos. Me acerco a él, pero luego me doy cuenta de que hay cosas que no me cuenta. Me siento confundida y traicionada... —admití, luchando por mantener las lágrimas a raya.

Salomé me miró con comprensión y asintió.

—¿Te refieres a lo de Nicole? —preguntó, y yo asentí.

—No sabía que tenía novia. Y ahora me siento como una idiota. Kahori lo adora, y yo... —me detuve, incapaz de poner en palabras lo que realmente sentía.

—¿Lo amas? —preguntó Salomé en voz baja.

Me quedé en silencio, mirando al suelo. No sabía qué responder. Todo lo que sabía era que, aunque intentara alejarme de Richard, siempre había algo que me atraía de nuevo hacia él. Como un imán, a pesar de todo lo que descubrí.

Todo era tan difícil y pues si, si es difícil procesar que quieres a una persona que literalmente te rapto como una cosa

Sombras de poder • Richard rios Donde viven las historias. Descúbrelo ahora