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Mi pareja fav 😍

Después de todo lo sucedido, los hombres de Richard se quedaron inspeccionando la cabaña y asegurándose de que no quedara ningún rastro de Esteban ni de su influencia. Richard y yo fuimos los primeros en abandonar el lugar, subiendo a la camioneta que nos llevaría de regreso a lo que alguna vez había llamado hogar. Mi cuerpo estaba completamente adolorido, cada movimiento me recordaba el sufrimiento por el que había pasado, pero había una seguridad en los brazos de Richard que me hacía sentir, por primera vez en mucho tiempo, que estaba a salvo.

Él me cargó en silencio, y sin dudarlo, enrollé mis piernas en su cintura y posé mi barbilla en su hombro. Era un gesto instintivo, una necesidad de sentirme protegida. Mientras caminaba hacia el coche conmigo en brazos, pude ver a 02 y 03 de pie cerca de la cabaña. Los miré y levanté una mano en señal de despedida. Ellos devolvieron el gesto, pero sus miradas estaban llenas de preocupación y una especie de promesa silenciosa.

El camino de regreso fue largo y silencioso. Richard condujo con una mano en el volante, mientras me sostenía con la otra, manteniéndome cerca de él. Sabía que debía ser incómodo para él cargarme mientras conducía, pero no protestó ni trató de apartarme. Yo, por mi parte, me dejé llevar por el cansancio y el agotamiento, y finalmente me quedé dormida, el suave balanceo del coche y la seguridad de estar con él me permitieron escapar del miedo por un rato.

Cuando llegamos a casa, ya estaba oscureciendo. El cielo estaba teñido de tonos naranjas y morados, y la mansión parecía más tranquila de lo que la recordaba. Richard me bajó con cuidado del coche y me ayudó a entrar.

—Me iré a dar una ducha —le dije en voz baja cuando finalmente me puso de pie en el piso.

Él asintió, su rostro era serio, pero había un destello de alivio en sus ojos.

—Nos vemos en mi despacho cuando termines —respondió.

Subí a mi habitación y me di una ducha larga y fría. El agua helada me reconfortaba, limpiaba no solo la suciedad de mi piel, sino también el peso de todo lo que había soportado. Cuando salí, quería sentir la menor cantidad de ropa posible, así que solo me puse una camiseta larga y unas panties.

Al llegar al despacho de Richard, lo encontré diferente. Estaba sin camisa, con una simple pantaloneta gris y descalzo, sosteniendo un vaso de whiskey en la mano. La escena era tan casual, tan normal, que casi parecía un contraste con todo lo que habíamos vivido.

Me acerqué a él lentamente, y cuando estuve lo suficientemente cerca, él levantó la mano para acariciar mi rostro. Sus dedos pasaron suavemente sobre las cicatrices que marcaban mi piel, y sus ojos se oscurecieron al verlas. Había algo en su mirada, una mezcla de dolor y rabia contenida.

—Quítate la camisa —dijo, su voz era suave, pero firme.

Sabía lo que quería. Quería ver las cicatrices en mi cuerpo, quería entender el alcance de lo que había pasado. Pero había algo en mí que me hacía dudar. No llevaba nada debajo de la camisa, y el pensamiento de mostrarme así, tan vulnerable, me hizo detenerme.

—Pero... —comencé a decir, pero él entendió de inmediato.

—No importa —susurró, dándome permiso para hacer lo que me hiciera sentir cómoda.

Tomé una respiración profunda y, con cuidado, me quité la camisa. Sus ojos recorrieron mi cuerpo, pero no con deseo, sino con una atención preocupada. Se detuvo un segundo en mis pechos, pero no lo suficiente como para que me sintiera vulnerable. Luego, me atrajo hacia él y volvió a tocar las cicatrices en mi piel, pasando los dedos suavemente sobre ellas. Cuando llegó a una que aún dolía, no pude evitar morderme el labio para contener el dolor.

Richard lo notó y me abrazó con fuerza, como si quisiera protegerme de todo el sufrimiento del mundo.

—Sé que estuvo a punto de... —susurró en mi oído, su voz estaba cargada de dolor—. De hacerte algo peor. Y no sabes cómo eso me estaba matando.

Tragué en seco, tratando de calmar las emociones que se agolpaban en mi pecho.

—Pero no lo hizo —respondí con voz temblorosa—. Y ya estoy aquí.

Las manos de Richard bajaron lentamente por mi espalda, hasta posarse en mi cintura, y luego en mis caderas. Sentí cómo me apretaba suavemente contra él, y, en ese momento, supe que quería más. No era solo protección lo que buscaba en él. Quería sentirme viva, quería sentir que podía superar lo que había pasado.

Me acerqué más a él, dejando que supiera que estaba bien con lo que venía. Él lo entendió de inmediato y me levantó en brazos con facilidad, tirando con una mano todos los papeles que había en su escritorio para hacerme espacio. Me dejó sobre el escritorio con cuidado, y en un gesto que fue tanto de amor como de deseo, comenzó a besarme.

Pero el beso no fue solo de pasión. Fue un beso lleno de emociones, de todo lo que no habíamos dicho, de todo lo que habíamos soportado. Era un beso de supervivencia, de conexión, de entendimiento.

Después de un rato, él se detuvo y me miró a los ojos.

—Es mejor que descanses —dijo suavemente, sabiendo que el día había sido demasiado.

Asentí, sintiendo el cansancio regresar con fuerza. Me dirigí a mi habitación y me tomé las pastillas que Richard me había dado para ayudarme a recuperarme con el tiempo. Me acurruqué en mis sábanas, que estaban heladas por el aire acondicionado, y cerré los ojos, tratando de encontrar un poco de paz.

El sueño tardó en llegar, pero cuando estaba a punto de dormirme, escuché la puerta de mi habitación abrirse. Richard entró en silencio, se acercó a la cama y me dio un beso en la frente antes de girarse para irse.

—Quédate —murmuré, tomándolo de la mano.

Él asintió, dejando el vaso de whiskey en la mesa de noche, y se acostó a mi lado. El olor de su perfume y el alcohol mezclado era reconfortante, un recordatorio de que, a pesar de todo, seguía a mi lado.

Sombras de poder • Richard rios Donde viven las historias. Descúbrelo ahora