El día había comenzado como cualquier otro en esta nueva rutina de soledad y desesperanza. La lluvia caía incesantemente, como si el cielo estuviera reflejando lo que sentía por dentro. Kahori estaba en la casa de la señora Sandra, y Salomé había salido con un chico nuevo con el que estaba saliendo últimamente. Me quedaba sola, como siempre, lidiando con mis propios demonios.Había pasado la mañana intentando distraerme. Después de lavar los platos, dejé caer la esponja en el fregadero y tomé la segunda botella de vino del día. No sabía si era por el aburrimiento, por el dolor o simplemente por la costumbre que había desarrollado en las últimas semanas, pero el alcohol se había convertido en un refugio oscuro que no podía evitar. Le di un último trago, sintiendo el calor del licor quemar mi garganta, mientras el sonido de la lluvia golpeaba suavemente la ventana.
Apoyé mis codos en la encimera, mirando por la ventana que daba al patio trasero. El jardín estaba empapado, con charcos formándose en el suelo, y las hojas de los árboles brillaban bajo las gotas de lluvia. Me quedé allí, perdida en mis pensamientos, en la sensación de vacío que parecía rodearme cada día más.
Pero entonces, algo rompió esa monotonía.
Había alguien ahí, de pie, bajo la lluvia. Al principio pensé que estaba imaginando cosas, que el alcohol estaba jugando con mi mente, pero no. La figura era real. Mi corazón se detuvo por un segundo, y el miedo se apoderó de mí. ¿Quién podía estar parado en el patio trasero en medio de la tormenta?
Me acerqué un poco más a la ventana, tratando de enfocar la vista, pero no podía distinguir los rasgos de la persona. Mi cuerpo se tensó. Sentía un nudo en el estómago, y aunque todo mi instinto me decía que debía quedarme adentro, la curiosidad y la ansiedad fueron más fuertes. Sin pensarlo dos veces, salí corriendo hacia la puerta.
Al principio caminé con cautela, mis pies deslizándose sobre el suelo mojado. Pero cuando me di cuenta de que esa figura no se movía, algo en mí hizo clic, y empecé a correr. Las gotas frías y gruesas de la lluvia caían sobre mí, empapando mi ropa en segundos. Mi cabello se pegaba a mi cara, y mis pies chapoteaban en los charcos, pero no me importaba. Mi corazón latía con fuerza, como si algo en mí supiera lo que estaba por venir.
Cuando llegué lo suficientemente cerca, me detuve en seco. La figura estaba de espaldas, completamente inmóvil bajo la lluvia.
—Richard... —susurré, apenas capaz de creer lo que veía.
Él bajó la cabeza lentamente, como si hubiera escuchado mi susurro, y giró sobre sus talones. Y ahí estaba. Era él. Totalmente igual a como lo recordaba, pero con una pequeña cicatriz en el lado derecho de su rostro. Mis manos comenzaron a temblar, y el mundo a mi alrededor pareció desvanecerse. Solo estábamos él y yo, bajo la lluvia, después de todo este tiempo.
No sabía si estaba alucinando, si el alcohol me estaba jugando una mala pasada, pero no me importaba. Mi cuerpo actuó antes de que mi mente pudiera procesarlo, y corrí hacia él, envolviéndolo en mis brazos con tanta fuerza que casi no podía respirar. Sentí cómo él hacía lo mismo, abrazándome como si me hubiera estado esperando todo este tiempo, como si temiera que si me soltaba me desvanecería.
Nos quedamos así, bajo la lluvia, empapados, aferrándonos el uno al otro como si el mundo a nuestro alrededor no existiera. Y cuando finalmente nos separamos, una lágrima silenciosa rodó por la mejilla de Richard. Nunca antes lo había visto llorar, nunca. Mi corazón se encogió al verlo así, vulnerable, como si el peso de todo lo que había pasado finalmente lo hubiera alcanzado.
No podía contenerme más. Mis labios buscaron los suyos con desesperación, como si hubiera estado esperando este momento desde siempre. Lo besé con todo el amor, la rabia, la desesperanza y el alivio que había acumulado durante estas semanas de incertidumbre. Sentí cómo su lengua jugaba dentro de mi boca, desesperada, apasionada, como si también hubiera estado esperando este momento.
Sus manos comenzaron a deslizarse por mi cuerpo lentamente, recorriendo cada curva, cada centímetro, como si quisiera memorizarme de nuevo. El frío de la lluvia comenzaba a hacerse presente, pero el calor de su tacto lo contrarrestaba. Todo era confuso, un torbellino de emociones que no podía controlar.
—Te extrañé tanto —susurré contra sus labios entre besos, mi voz quebrada por el alivio y la tristeza.
Richard no dijo nada, pero sus labios seguían moviéndose contra los míos, respondiendo de una manera que las palabras no podían expresar. Y aunque el beso era desesperado al principio, lleno de pasión y fuego, pronto se suavizó. Se volvió más dulce, más tierno. Era como si ambos necesitáramos ese momento de calma, de conexión, después de todo el caos.
Finalmente, se apartó apenas unos milímetros, solo para mirarme a los ojos. Su frente tocó la mía, y aunque estábamos completamente empapados, no me importaba. Nada importaba más que estar juntos de nuevo.
—Perdóname... por haberte dejado —murmuró, su voz era apenas audible sobre el sonido de la lluvia—. No quería que esto pasara.
—Solo... no te vayas otra vez —susurré, sintiendo cómo las lágrimas se mezclaban con las gotas de lluvia en mi rostro.
Él me abrazó de nuevo, más fuerte esta vez, como si estuviera prometiéndome con ese abrazo que nunca lo haría. Y en ese momento, bajo la lluvia, empapados y rotos, pero juntos, sentí que tal vez, solo tal vez, había esperanza para nosotros.
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Sombras de poder • Richard rios
RomanceEn un mundo donde el fútbol y el narcotráfico se cruzan peligrosamente.