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El silencio que siguió a la conversación se llenó de una mezcla de emociones, un torbellino de sentimientos que envolvía a Jimin y Yoongi en un espacio íntimo y compartido, a pesar de la distancia que la memoria de Yoongi había impuesto entre ellos, la habitación del hospital, antes fría y despersonalizada, ahora parecía impregnada de la calidez que emergía de sus palabras, como si cada risa suave y cada confesión nostálgica hubieran encendido pequeñas luces en los rincones oscuros del lugar.

Jimin observó a Yoongi con atención, notando la forma en que su rostro se relajaba ligeramente después de reír juntos. Era como si, por un breve momento, el peso de la situación se hubiera aligerado. Sin embargo, la realidad seguía ahí, latente, como una sombra que se negaba a desaparecer.

Yoongi desvió la mirada hacia la ventana, donde la luz del día comenzaba a desvanecerse, bañando la habitación en un tono anaranjado, casi dorado, que acentuaba las líneas de cansancio en sus ojos. Suspiró, y en ese suspiro se escuchaba el eco de la resignación, de la lucha interna por tratar de encontrar fragmentos de una vida que no lograba recordar.

—Debe ser difícil para ti —murmuró Yoongi, rompiendo el silencio—. Todo esto… Estar aquí conmigo, recordándome cosas que para ti son tan importantes y que para mí… —se detuvo, buscando las palabras adecuadas—, simplemente no existen.

Jimin sintió un nudo formarse en su garganta, esa mezcla amarga de compasión y tristeza que le había acompañado desde el día del accidente. Se acercó un poco más a la cama de Yoongi, como si la proximidad pudiera de alguna manera acercarlos emocionalmente también.

—No sabes cuánto desearía que pudieras recordar —respondió Jimin, su voz temblorosa—. Aún así, incluso si no puedes, estaré aquí, a tu lado, para recordarte lo que hemos vivido, para que no sientas que estás solo en esto.

Yoongi volvió a mirarlo, y en sus ojos había una suavidad que contrastaba con la dureza que había mostrado antes, parecía estar buscando algo en el rostro de Jimin, algo que lo anclara a esa realidad que ahora se le escapaba como arena entre los dedos.

—Es curioso… —dijo Yoongi, su voz apenas un susurro—, porque aunque no recuerdo nada, hay algo en ti que me resulta familiar. No sé si es tu voz, o la manera en que me miras, pero… no me siento completamente perdido cuando estás aquí.

Las palabras de Yoongi cayeron sobre Jimin como una lluvia tibia, mojando la tierra seca de su desesperación, permitiendo que brotara una pequeña semilla de esperanza. Sonrió, aunque sus ojos se nublaron con lágrimas no derramadas.

—Eso es porque, en el fondo, lo nuestro sigue ahí, Yoongi. Está enterrado bajo el peso de lo que te ha pasado, pero no ha desaparecido. Y mientras yo esté aquí, lo nuestro no se irá a ninguna parte.

Yoongi asintió lentamente, como si tratara de aceptar esa promesa, aunque le costara creerlo del todo. Su mirada vagó por la habitación, deteniéndose en el sofá donde Jimin había pasado la noche, luego en la ventana, y finalmente regresando a Jimin, que lo observaba con esa mezcla de ternura y tristeza que parecía envolverlo constantemente.

—Debe haber sido un buen día —dijo Yoongi de repente, refiriéndose a la historia que Jimin había contado antes—, cuando nos conocimos. Aunque me cuesta imaginarte vestido de Santa Claus…

Jimin rió entre dientes, una risa sincera y llena de nostalgia.

—No fue tan absurdo como piensas. De hecho, fue uno de los días más divertidos que recuerdo. Y desde ese momento, supe que quería que fueras parte de mi vida, aunque no sabía hasta qué punto llegaríamos.

—Parece que llegamos bastante lejos —murmuró Yoongi, su tono casi pensativo—. Es extraño… escuchar sobre una vida que parece tan lejana, pero que de alguna manera me pertenece. —Hizo una pausa, luego agregó—: Me gustaría poder recordar algo de eso que me cuentas.

HOPE|• Yoonmin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora