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Quince días habían transcurrido desde que Jimin y Yoongi iniciaron a luchar juntos para reencontrarse, para desenterrar los recuerdos que formaban parte de la vida de Yoongi.

Las dos semanas transcurrieron como un río apacible, sus días fluyendo uno tras otro con la serenidad de un cielo despejado. En ese lapso, Jimin se había convertido en el faro que iluminaba el camino de Yoongi, el puerto seguro al que siempre podía regresar cuando las tormentas interiores amenazaban con arrastrarlo al abismo, cada mañana, Jimin despertaba con la firme determinación de suavizar el peso que mortificaba a Yoongi, el peso de una mente que ahora era un territorio en gran parte desconocido, un lugar donde las memorias se desvanecían como huellas en la arena, borradas por la marea del tiempo.

Cuidándolo con una devoción que rozaba la reverencia, Jimin se había entregado por completo a la tarea de cuidar de Yoongi. Sabía que no podía restaurar las partes de él que se habían perdido, pero podía construir nuevos recuerdos, nuevos pilares de amor que, esperaba, sostuvieran la estructura de su relación, día tras día, le contaba pequeñas anécdotas del pasado, retazos de su historia compartida, momentos que habían definido su amor, relatos de noches estrelladas, de risas compartidas, de los silencios cómodos que solo existen entre dos almas profundamente conectadas. Cada palabra, cada frase, era un intento de tejer los hilos sueltos de la memoria de Yoongi, de devolverle los fragmentos de vida que se habían desprendido.

Aunque Jimin seguía acercando estos pequeños momentos, el desánimo a veces se cernía sobre él como una nube oscura, había ocasiones en las que sentía que no lo lograría, que cada esfuerzo era en vano, que la mente de Yoongi seguía siendo un terreno árido donde sus palabras no echaban raíces. Y sin embargo, no perdía la fé, porque, incluso en los momentos más sombríos, adoraba ver a Yoongi escuchar atentamente, con los ojos fijos en él, como si fuera un niño escuchando un cuento, encontró algo en esa mirada que le recordaba al Yoongi de antes, al hombre que lo había amado con una intensidad silenciosa, pero firme.

Un día, después de recibir los resultados de los estudios que confirmaban la amnesia de Yoongi, Jimin le contó una historia sobre cómo habían pasado una tarde lluviosa en un pequeño café de Seúl, riendo sobre lo insignificante que parecía el mundo cuando estaban juntos. Yoongi, como siempre, escuchó en silencio, su rostro una mezcla de concentración y enigma,  cuando Jimin terminó la historia, Yoongi se levantó lentamente, sostuvo sus muletas con sencillez y lentamente caminó hacia el pequeño escritorio en la esquina de la habitación, Jimin se acercó y lo observó, sin saber qué esperar, Yoongi tomó un trozo de papel rosa, ese color suave que siempre había asociado con la ternura, y comenzó a escribir.

Con una caligrafía que parecía ligeramente insegura, pero aún tan familiar, Yoongi escribió:

"Motivo número 200 por el cual me enamoré de ti"

Cuando Jimin leyó esas palabras, su corazón se apretó en su pecho, como si una mano invisible lo estrujara, mezclando dolor y esperanza en una sola sensación. Yoongi lo miró con ojos que reflejaban un océano de emociones, y luego, con voz suave y temblorosa, comenzó a hablar, sus palabras un río de sinceridad que fluía directamente desde su alma.

—Siempre pensé que, si alguna vez me caía, me quedaría en el suelo —dijo Yoongi, sus ojos encontrando los de Jimin, llenos de una honestidad desgarradora—. Que no tendría la fuerza para levantarme, que me hundiría en la oscuridad y no encontraría la salida, al contrario a eso la vida me esta mostrando que tan equivocado estaba porque estás aquí, Jimin, enseñándome a caminar de nuevo, cuando yo creía que ya no podría. Has sido mi apoyo, mi guía, y a pesar de que mi mente está en reseteo, tú sigues aquí, a mi lado, sin rendirte, aunque a veces yo prefiera no avanzar, a pesar de que nos frustramos, me muestras nuestro mundo.

HOPE|• Yoonmin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora