Jimin, con una dulzura que solo el amor más puro puede engendrar, acomodó a Yoongi en la cama, ajustando las almohadas para que su espalda estuviera bien apoyada, envolviendo su cuerpo cansado en un abrazo de tela y ternura, los ojos de Yoongi, aún llenos de la suave melancolía de su conversación anterior, lo siguieron con una mezcla de agradecimiento y dependencia, era un acto simple, pero cargado de significado, como si en cada pliegue de la sábana, Jimin estuviera depositando un pedazo de su corazón, asegurándose de que Yoongi se sintiera seguro, acogido.
Después de asegurarse de que Yoongi estuviera cómodo, Jimin trajo una pequeña bandeja con manzanas frescas, cortadas en perfectos trozos, unas mandarinas y un yogurt natural, tan blanco y suave como la primera nieve de invierno, se lo acercó con una sonrisa que iluminaba la habitación, invitándolo a disfrutar de ese pequeño festín que, aunque modesto, estaba lleno de la intención de nutrir, tanto el cuerpo como el alma.
—Quiero que te relajes, Yoon —dijo Jimin, su voz un susurro tranquilizador, mientras colocaba un cuaderno al alcance de su mano—. Aquí tienes tu cuaderno de caligrafía. Sé que te ayuda a distraerte y a calmar la mente, solo será un rato, lo justo para mantener tus pensamientos en un lugar tranquilo.
Yoongi asintió, sus dedos rozando la tapa del cuaderno que había comenzado a llenar con ejercicios de caligrafía hacía una semana, las páginas estaban llenas de letras cuidadosas, delineadas con precisión, como si en cada trazo buscara recuperar el control sobre una mente que, en ocasiones, estaba en blanco. Era un esfuerzo por mantener la estabilidad, por no perderse en la neblina de la amnesia que le había amenazado con borrarlo todo, incluso a sí mismo.
Jimin, mientras tanto, comenzó a alistarse para salir, se dirigió al espejo donde con un gesto rápido acomodó su cabello buscando verse presentable, aunque no por vanidad, sino porque sabía que cada pequeño detalle contaba en esos momentos. Mientras lo hacía, habló con Yoongi, su voz dulce pero firme, como quien le habla a un niño que necesita cuidado, pero también a un adulto que merece respeto.
—Voy a ir al centro comercial y al supermercado —dijo mientras alisaba las arrugas de su ropa—. Taehyung y Jungkook no tardarán en llegar, ellos estarán contigo mientras yo no esté. No quiero que hagas esfuerzos, ni físicos ni mentales, ¿de acuerdo? Ya hemos avanzado mucho, no hay necesidad de apresurarnos. Solo relájate, come despacio, y disfruta de este rato tranquilo.
Yoongi lo observó en silencio, asimilando cada palabra, sabía que Jimin lo decía con la mejor de las intenciones, no como una orden, sino como una petición amorosa, cargada de la preocupación que solo nace cuando amas a alguien tan profundamente que cada uno de sus pasos, cada uno de sus suspiros, se convierte en una parte vital de tu propio ser.
Jimin, acercándose, le acarició la frente con suavidad, sus dedos danzando como pétalos sobre la piel de Yoongi, antes de inclinarse para dejar un beso dudo de si podía hacerlo en sus labios por lo cual terminó dejándolo tan ligero como una pluma, en su cabello. El contacto fue breve, pero lo suficientemente profundo como para dejar una marca invisible, una promesa de que volvería pronto, de que no estaba solo.
—Traeré algunos libros —dijo mientras recogía sus cosas—. Algo que podamos leer juntos, sé que te gusta perderte en las palabras, así que pensé que podríamos sumergirnos en alguna historia mientras te recuperas. Será nuestro pequeño refugio.
Yoongi lo miró, y por un instante, en sus ojos oscuros, Jimin vio un reflejo de la persona que había sido antes, de aquel hombre que, a pesar de las cicatrices y los momentos difíciles, siempre había encontrado la forma de mantenerse en pie. Ese reflejo, aunque tenue, era suficiente para llenar a Jimin de esperanza.
Con una última sonrisa, Jimin salió de la habitación, dejando a Yoongi rodeado de la tranquilidad que había construido para él. Afuera, el mundo seguía girando, pero dentro de esas cuatro paredes, el tiempo parecía detenerse, envolviendo a Yoongi en un manto de paz, mientras él tomaba un trozo de manzana, su mirada se posó en el cuaderno, sabiendo que, aunque el camino fuera largo y sinuoso, cada pequeño gesto de Jimin era un recordatorio de que el amor, cuando es verdadero, tiene la capacidad de sanar, de reconstruir, y de devolvernos a nosotros mismos.
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HOPE|• Yoonmin
Fiksi PenggemarEn donde Yoongi pierde la memoria y Jimin tiene que hacerle recordar su pasado, ayudandole a atar los hilos sueltos de aquellas memorias ilusidas. En los días más oscuros siempre se hallará un rayo de luz, una esperanza para seguir, Jimin era consie...